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Guillermo Dupuy

Los pactos y los principios del PP

Vigilemos de cerca a Rajoy. Pero no hagamos de sus pactos puntuales con otras formaciones, o lo que es lo mismo, de las recientes fisuras en el "cordon sanitario", la prueba de la deslealtad del PP a sus principios.

Es cierto que los redactores de la ponencia política del PP durante el Congreso de Valencia celebrado hace poco más de un año aceptaron sin condiciones una enmienda presentada por Vidal-Quadras y Abascal, en la que, entre otras cosas, se proponía la necesidad de una reforma constitucional que fortalezca el Estado y cohesione la nación, el derecho de los padres a elegir la lengua de escolarización de sus hijos, una reforma del sistema electoral para conseguir una mejor adecuación entre votos y representación o la eliminación de la posibilidad de que el Estado transfiera competencias exclusivas a través del articulo 150.2 de la Constitución. Es cierto también que Basagoiti ha sido fiel a su pasado y un digno heredero de Maria San Gil al frente del PP vasco. Es cierto que el pacto entre PP y PSOE en el País Vasco no contradice –todo lo contrario– la encomiable enmienda citada o que Feijóo parece dispuesto a hacer realidad su promesa de establecer la libertad lingüística cercenada en las escuelas de Galicia. Es cierto también que la designación de Mayor Oreja para encabezar al PP en las Europeas tiene más de reivindicación de los principios que tradicionalmente ha defendido el PP que de exponente de un giro "simpático" hacia los nacionalistas.

Tambien es cierto que en su reciente baño de multitudes en Valencia para celebrar el triunfo electoral del PP en las Europeas, Rajoy ha hecho un llamamiento a "superar viejas historias" y ha pedido "un esfuerzo para olvidar lo que merece ser olvidado". El líder del PP ha reivindicado "todo nuestro pasado, con sus aciertos y sus errores; los aciertos, especialmente en la etapa del gobierno de José María Aznar, son nuestro aval para el mañana". "Hemos ganado las elecciones sin renunciar a nuestros principios... hace un año dijimos que el PP no debía modificar una coma de sus principios, porque un partido son sus principios. Hemos demostrado que íbamos en serio y decíamos la verdad".

Siendo esto verdad, no es toda la verdad. Aunque la existencia de UPyD haya contribuido a que Rajoy haya hecho de la necesidad virtud, lo cierto es que en los preparativos de ese congreso de Valencia sí hubo una tentación real –y creo que aun no superada, pese a los hechos ciertos antes descritos– de cambiar la letra y la música a lo que había sido la partitura del PP. La suicida ponencia original que causó el abandono de Maria San Gil o de Ortega Lara fue real. La voluntad de hacer un giro a los nacionalistas para caerles "simpáticos" y no provocar recelos entre ellos que beneficiara al PSOE, fue real. Tan real y cierto como que Rajoy enseñó la puerta de salida de su partido a los conservadores y a los liberales. Tan cierto como que el líder del PP ha tratado de sofocar a medios y comunicadores decisivos de la derecha por el hecho de ejercitar su labor desde la convicción de unos principios y desde la lealtad a su independencia.

Si Rajoy quiere de verdad que cicatricen "viejas heridas" lo que no puede hacer es luz de gas a quienes se sienten justamente ofendidos o dar por inexistente aquello que las provocó. Más aun si tenemos en cuenta que la tentación de la deriva de los principios persiste en el PP a la hora de buscar hipotéticos y futuros socios de gobierno.

Con esto no quiero decir que haya que seguir sustentando que exista un "nuevo" PP porque Rajoy haya dicho que "alguien te puede tirar una piedra, pero si te apartas hábilmente...". Tampoco que se tenga que sustentar que "la estrategia de Rajoy pasa por cortejar a PNV y CIU" con argumentos tan endebles como que el PP ha podido llegar en el parlamento a acuerdos puntuales con otras formaciones minoritarias o porque Rajoy haya constatado que en el ultimo año "se ha roto una dinámica que consistía en que en un lado del espectro político estaban todos encabezados por Zapatero y en el otro el Partido Popular, que no podía dialogar ni entenderse". Eso, sería tanto como hacer de la relativa soledad del Gobierno socialista y de las relativas fisuras del "cordón sanitario" y del pacto del Tinell la prueba de la deslealtad del PP a sus principios. Ahora bien. Tal y como ha señalado alguien tan poco sospechoso de acercamiento a los nacionalistas como Vidal Quadras, una cosa es llegar a acuerdos puntuales con formaciones minoritarias, que "forman parte de la dinámica parlamentaria normal, lógica y aconsejable", y otra cosa muy distinta llegar a acuerdos de fondo con partidos como CiU y PNV. Más le valdría a Rajoy, en cualquier caso, dejar clara su negativa a esta segunda posibilidad, pues las dudas en este sentido, ya sean reales o inventadas, no harán más que nutrir a quienes como Rosa Diez no las tienen.

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