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Guillermo Dupuy

Mas tiene enmienda; Rajoy, en absoluto

La quimera no es la de quienes buscan una Cataluña independiente, sino la de quienes tratan de moderarlos, en lugar de con firmeza, con pusilanimidad

Artur Mas ha vuelto a obtener un enorme triunfo, sólo ocultado, paradójicamente, por aquello que le ha ayudado a obtenerlo: la insaciabilidad y el ilimitado victimismo propios de los nacionalistas. Me explico: hace ya tiempo Rajoy debió haber llamado a capítulo al presidente de la Generalidad para saber de su propia voz qué piensa hacer para que la administración autonómica de Cataluña deje de endeudarse a un ritmo doblemente superior al de la media regional, lo que la ha convertido en la Administración autonómica más endeudada, en términos absolutos y relativos.

No obstante, como la Generalidad reclamó hace ya varias semanas una ayuda adicional al Fondo de Liquidez Autonómico de más 5.000 millones de euros, esta hipotética entrevista también debería haber servido para que Mas presentara a Rajoy una retahíla de compromisos adicionales de reducción del gasto autonómico, con los que tratara de convencer al presidente del Gobierno de que debía conceder esa transferencia adicional a su Ejecutivo manirroto. Ahora bien, dada la gravísima deriva secesionista del Gobierno de CiU, escenificada en la manifestación separatista de la Diada, esta hipotética negociación sobre la ayuda adicional de 5.000 millones debería haber quedado apartada de esta hipotética entrevista entre Rajoy y Mas mientras el presidente autonómico no diera las más elementales muestras de lealtad institucional y de respeto a la legalidad vigente, que ese desafío secesionista pretende pulverizar.

Llegados a este punto de mi relato de lógica-ficción, no faltarán quienes argumenten que Mas jamás se habría echado al monte separatista si tuviera la certeza de que, para empezar, eso le habría costado los 5.000 millones extra que solicita, junto a la convicción de que al frente del Gobierno de España hay un presidente que, llegado el caso, no dudaría en utilizar los mecanismos de intervención que la Ley de Estabilidad Presupuestaria contempla y la Constitución permite.

Pues bien, esta objeción a mi relato de lógica-ficción es precisamente lo que quiero denunciar. Que lo de Mas tendría enmienda si Rajoy fuera otro hombre. Y eso es, ciertamente, imposible. Rajoy, lejos de atosigar al Gobierno de Mas con la reducción del gasto autonómico, lo que está haciendo, junto a Montoro, es encubrir su déficit –así como el de muchas otras autonomías­­– con artimañas tan groseras como adelantar las transferencias a las autonomías o contabilizar el déficit en base a un PIB estimado para todo el ejercicio absolutamente increíble. Lo cierto es, también, que Rajoy, lejos de esperar a ver qué compromisos adicionales de recorte del gasto presentaba la Generalidad para valorar la concesión de esos 5.000 millones, se los ha concedido de manera inmediata, y a pesar de que este Gobierno autonómico, absolutamente, manirroto, más que reclamar, lo había exigido "sin condición alguna".

Con esta actitud, justificada por Rajoy con un "no es momento de polémicas", el presidente del Gobierno no sólo no ha evitado, sino que ha alentado que el Gobierno de Mas vaya a más, reclamando un anticonstitucional y mal llamado pacto fiscal y poniéndose al frente del movimiento secesionista de Cataluña. Claro que esto, para Rajoy, no llega al grado de "polémica", sino al de simple "algarabía".

Algunos todavía empeñados en lavar la cara a este continuador de Zapatero bajo las siglas del PP alegarán que Rajoy ha dicho no al pacto fiscal, y que, por tanto, no cabe hablar de éxito nacionalista. ¡Coño, eso faltaba! Que el presidente del Gobierno de España accediera a un privilegio fiscal, absolutamente contrario a la Constitución, que el propio Mas defiende como "herramienta de construcción nacional" de una Cataluña independiente.

Lo grave –y ahí radica el triunfo de Mas– es que el presidente del Gobierno español haya accedido a dedicar un solo minuto de su tiempo a negociar algo que lisa y llanamente no tiene encaje en nuestro ordenamiento jurídico, dejando en segundo plano las auténticas exigencias que Rajoy debía haber hecho a Mas respecto al control del gasto público. Al revés, y por si esto fuera poco, Mas se ha ido con el compromiso del presidente del Gobierno de "mejorar", aún más, su financiación, con lo que el debate no ha girado ni va a girar en cómo la Generalidad va a gastar menos, sino sobre cómo va a obtener mayores recursos.

Insisto en que la insaciabilidad y el victimismo de los nacionalistas, sumados al aun más letal empeño de quienes quieren disfrazar de firmeza la pusilanimidad de Rajoy, presentarán esta entrevista como un fracaso de los nacionalistas. A mí, esta entrevista, como español, me ha causado, simplemente, vergüenza. Mas se ha permitido, además, el desaire de comentar la entrevista no en Moncloa sino en la delegación madrileña de la Generalidad, con las únicas banderas de Cataluña y Europa. Más vergonzoso me parece, sin embargo, que Rajoy ni siquiera haya comparecido para dar la cara.

Con estos mimbres, desengañémonos. La quimera no es la de quienes buscan una Cataluña independiente, sino la de quienes tratan de moderarlos, en lugar de con firmeza, con pusilanimidad.

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