Menú
Guillermo Dupuy

Razones del estancamiento del PP

Incluso en el terreno económico, la falta de afirmación propia del PP está permitiendo al PSOE inocular la falsa idea de que todo obedece a la crisis financiera internacional y la todavía más falsa idea de que ésta obedece a los excesos del liberalismo.

A la luz de los datos del último barómetro del CIS, y a pesar de la profunda crisis que estamos padeciendo, el Partido Popular no termina de superar al PSOE en intención de voto. El empate que otorga el sondeo a los dos grandes partidos, con un apoyo estimado del 39 por ciento para cada uno, es –o debería ser– profundamente decepcionante para los populares; más aun si tenemos en cuenta que, en voto directo (al preguntar a los encuestados qué partido votarían mañana) el PSOE mantiene una ventaja de siete puntos sobre el PP. Si la labor del Gobierno es mayoritariamente cuestionada por los encuestados, todavía lo es más la labor del PP al frente de la oposición. Si la valoración de Zapatero prácticamente se mantiene en el 4,75 desde el barómetro de julio, la puntuación de Rajoy incluso cae ligeramente desde el 3,99 al 3,88.

Ya sea por la falta de liderazgo de Rajoy, ya sea por la deliberada estrategia de perfil bajo que impone Arriola –o por ambas cosas a la vez– el Partido Popular no sólo esta desdibujando sus señas de identidad sino perdiendo la oportunidad de seguir captando votos del PSOE, tal y como, aun en medida insuficiente, hizo en las pasadas elecciones.

A pesar de su derrota electoral, Rajoy no dio en su día malas excusas de perdedor al afirmar que en los pasados comicios su partido había obtenido, tras la segunda victoria de Aznar, los mejores resultados de su historia. Tampoco las daba al señalar que su partido había crecido a costa del PSOE, ni al señalar que la victoria del PSOE se debía al trasvase de voto nacionalista que se produjo en auxilio de Zapatero. El error –el primero de los que Rajoy ha ido cometiendo desde entonces– fue la interpretación que hizo de estos hechos al extraer la conclusión, típicamente "arriolana", de que los populares deberían "evitar que el PSOE vuelva a ser el refugio de los recelos que provoca el PP en algunos territorios".

En lugar de incidir en la critica a la deriva nacionalista del PSOE –que hubiera permitido al PP seguir quitando a Zapatero votantes no nacionalistas, y, de paso, neutralizar por innecesaria la formación de Rosa Diez–, el deseo de Rajoy de no causar "recelos" a los nacionalistas dio paso a la contraproducente y estéril pretensión de serles "simpáticos".

No vamos ahora a extendernos con el culebrón de la ponencia política del Congreso de Valencia, que hizo apearse del partido a miembros tan destacados como Maria San Gil u Ortega Lara. Lo que decimos es que a esa deriva ideológica, le acompañó una designación de portavoces que, como poco, dejaba en evidencia la interiorización del PP de que tampoco debería "crispar" en su labor de oposición al peor Gobierno de nuestra democracia.

Si ya fue un error táctico y una falta de principios centrarse exclusivamente en la crisis económica, poniendo sordina a la crisis nacional y constitucional en la que seguimos inmersos, ese estéril deseo de no causar "recelos" a los nacionalistas y de no resultar "crispantes" a los socialistas ha permitido, incluso, episodios tan decepcionantes como la escasa explotación política que ha hecho el PP tanto de las "contraprestaciones" del Gobierno para que los secesionistas le ayudaran a última hora a sacar adelante sus presupuestos, como de la clamorosa opacidad del plan de rescate bancario.

Incluso en el terreno económico, la falta de afirmación propia del PP está permitiendo al PSOE inocular en la opinión pública la falsa idea de que todo obedece a la crisis financiera internacional y la todavía más falsa idea de que ésta obedece, no al intervencionismo público en la expansión monetaria y crediticia, sino a los excesos del capitalismo liberal.

Si el PP sigue apostando a no hacer ruido, a no dar la batalla de las ideas y a esperar que sea la crisis económica, y no su interpretación, la que desbanque del poder a los socialistas, estos bien pueden terminar por convencer a muchos de que tener un Gobierno socialista es el único alivio y consuelo que se puede tener ante una crisis de la que Zapatero no es responsable.

El objetivo del PP no debería consistir en acercarse al PSOE sino, por el contrario, atraer hacia sí a sus votantes. Y para eso necesita reafirmarse y contagiar sus ideas, sin dejar que su silencio permita a sus adversarios establecer sus estereotipos. De otra forma, la "oposición más fuerte que haya existido en las Cortes Españolas desde 1977", tal y como la calificó Rajoy tras las elecciones, puede terminar por convertirse en la más numerosa y condescendiente comparsa que haya tenido un Gobierno.

Por lo pronto, el errático liderazgo de Rajoy ya ha conseguido que entre sus votantes no sean pocos los que ven cada vez con menos recelos y más simpatía a la formación que lidera Rosa Díez.

En España

    0
    comentarios