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Guillermo Rodríguez

Apple encoge pero no convence

Se ha creado en torno de la compañía un halo de sofisticación, alto diseño y por supuesto, gran calidad, que ha sido utilizado, al menos en los últimos productos, para vender algo que en realidad no es tan maravilloso.

Existe un punto inquietante en los conciertos de música. El grupo o cantante que salta al escenario sabe que el público situado un metro más abajo le profesa una insobornable admiración. No importa si el cantante está desganado, si el guitarrista no da ni una o si el batería aporrea su instrumento como un bebé de cinco meses. Sus seguidores le jalearán de cualquier forma, cante lo que cante y toque lo que toque. Lo suyo es devoción.
 
Algo similar ocurre con Apple. Más que simples consumidores, los defensores de todos y cada uno de los productos de la compañía han hecho piña hasta crear una tribu en la que no se admite la más mínima crítica. Se tatúan el logotipo de la manzana, se visten como el presidente de la compañía (vaqueros, jersey de cuello vuelto y zapatillas de deporte) y son capaces de recorrer miles de kilómetros para acudir a la Mac Expo, la feria bianual donde la compañía presenta sus novedades. A ello se añaden miles de personas que, sin ser tan devotas, están dispuestas a pagar más de la cuenta por un producto a condición de que lleve impresa la manzana de Apple. Se ha creado en torno de la compañía un halo de sofisticación, alto diseño y por supuesto, gran calidad, que ha sido utilizado, al menos en los últimos productos, para vender algo que en realidad no es tan maravilloso.
 
Durante la convención celebrada la semana pasada, Apple amplió su campo de acción hasta las capas más bajas de la sociedad al lanzar dispositivos más económicos de lo que suele ser habitual. Sus nuevos reproductores musicales Ipod Shuffle, a 98,99 o 149 euros en función de su capacidad, son un ejemplo. Steve Jobs presumió de que su tamaño es similar al de un paquete de chicles, aunque eludió comentar que no es el único de esas características. Dispone de una memoria de 512 MB o 1 GB, cualidades en las que tampoco puede presumir de ser pionero. En lo que sí destaca por su originalidad es en la ausencia de pantalla. Ninguna tontería, porque de ello se deriva que el usuario no pueda seleccionar cuál de las 250 canciones que caben por término medio quiere escuchar. A diferencia de los iPod tradicionales, tampoco podrá almacenar los temas por carpetas. El iPod es el que te dice qué es lo que escuchas.
 
Como suele ser habitual, Apple ha trasformado el defecto en virtud. "El azar, la sal de la vida", nos dicen ahora. ¿Qué tenemos que hacer entonces con nuestro iPod de toda la vida, en la que escuchamos lo que queremos? ¿Lo tiramos y nos compramos un Shuffle? La compañía también ha cantado las virtudes en el diseño de su nuevo cacharro. Los internautas no han tardado en encontrarle similitudes absolutamente acertadas. No es estiloso, no es bello, no es kitch: es lo más parecido a un tampón.
 
En conclusión: por el mismo precio, cualquier tienda vende un reproductor MP3 con radio integrada, grabadora de sonido, pantalla con ID3 y navegación por carpetas. Pero claro, no llevan el logotipo de la manzanita.
 
Su otro producto estrella, el Mac Mini –que estará disponible a partir del 22 de enero–, también esconde engaños o matices. La compañía presume de que, por fin, todo el mundo podrá disponer de un ordenador a bajo coste (a partir de 489 euros). Pero no es cierto. Debe tenerse en cuenta que el Mini Mac sale mutilado de fábrica: no incluye ni monitor, ni ratón ni teclado. Sumando todo el hardware necesario para que el cacharro funcione, el precio no resulta tan económico. No hace falta más que visitar las tiendas de sus rivales para descubrir que, por ejemplo, Dell o HP venden ordenadores más baratos con todo incluido. Además "Mac Mini" sólo dispone de dos puertos USB y uno debe emplearse para conectar el teclado y el ratón. Ah, claro, pero el resto no lleva el logotipo de la manzana.
 
El paso dado por Apple con estos dos nuevos productos parece más un intento por demostrar que la compañía también puede lanzar productos más o menos asequibles y quitarse así el sambenito de firma elitista. Intención loable. Pero de ahí a tratar de convencernos de que es lo mejor de lo mejor va un abismo. No todos estamos dispuestos a tatuarnos una manzana en el brazo.

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