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Guillermo Rodríguez

¡Muerte al spam!

Te sientas delante del ordenador, abres el correo electrónico y ahí los tienes: como termitas que engullen tu paciencia, los mensajes no solicitados (más conocidos por el término spam) atestan la bandeja de entrada.

Enemigo invencible, virus del siglo XXI, maltrato de internautas... de muchas formas ha sido definida esta plaga con la que el usuario no tiene más remedio que convivir, muy a su pesar.

Para hacerse una idea del daño que causa no hay más que abrir una cuenta de correo en Hotmail, el webmail más utilizado de Internet con 110 millones de usuarios. Al cabo de los días, el internauta podrá comprobar cómo el 80% de los mensajes que recibe hacen referencia a espléndidas ofertas de alargamiento de pene, páginas pornográficas o posibilidades impresionantes de inversión en negocios con sede en Nigeria.

La Comisión Federal de Comercio estadounidense (FTC) acaba de reconocer que un 66% de esos correos, además de un incordio, son un fraude. El organismo alerta sobre cuáles son los más peligrosos: aquellos que ofrecen oportunidades de negocio o financieras, como hipotecas o tarjetas de crédito a bajo interés. Si se topa con uno de estas características y le hace caso, sepa que posee un 96% de posibilidades de ser timado.

No es extraño que la FTC haya convocado una reunión de tres días en Washington para idear soluciones a este problema. Porque el tema es complejo. Y es que el 44% de los spammers usa direcciones falsas para ocultar su identidad o, lo que es más habitual, cambian la dirección desde la que realizan el envío masivo para no dejar rastro. No hay quién les pille.

Lo malo es que, o mucho cambian las cosas, o en unos años vamos a tener que dedicar muchísimos minutos a separar el correo útil de aquél que ni hemos solicitado ni nos interesa leer. La consultora Jupiter Media Metrix estimó que, allá por 2001, cada internauta recibió al año una media de 571 mensajes no solicitados. Para 2006 esta cifra podría llegar a los 1.500. Simplemente aterrador.

Por el momento, las iniciativas para atajar la plaga del spam se han demostrado inútiles. En siete países de la Unión Europea, –España (con la LSSI), Austria, Grecia, Dinamarca, Alemania, Finlandia e Italia– ya está prohibida la difusión masiva de correos electrónicos indeseados, aunque no por ello ha desaparecido. Fundamentalmente porque las lagunas existentes entre lo que está y no está prohibido roza el ridículo: en algunos casos se permite a las empresas enviar spam para preguntar si pueden enviar spam.

Con menos tonterías se andan en Estados Unidos. En el estado de Virginia, ya se aplica una Ley que contempla penas de hasta cinco años de cárcel para quienes envíen publicidad no solicitada a través de e-mail.

Es una lucha que concierne a todos. Por eso, aunque tarde, debe aplaudirse que las tres grandes de Internet (AOL, Microsoft y Yahoo!) acaban de lanzar una iniciativa con el fin de "reducir significativamente la capacidad de los spammers para usar sus servicios de correo para enviar correo basura".
Los defensores (pocos) del spam arguyen que no hay que tomárselo tan en serio porque, al fin y al cabo, es como la publicidad que todos los días encontramos en el buzón de nuestra casa. Pues no, no es lo mismo. Entre otras cosas porque la que recibimos a través de Internet conlleva una repercusión económica. Durante 2002, el coste del spam para las empresas estadounidenses ascendió a 9.000 millones de euros, mientras que para las europeas ascendió a los 2.500 millones. El cálculo, realizado por la firma Ferris Research, tuvo en cuenta la pérdida de productividad del trabajador, la utilización de ancho de banda y el uso de soporte técnico.

11.500 millones de euros de pérdidas no son una molestia, sino más bien un problema bastante molesto.

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