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Hana Fischer

Megalomanía

También fue llamativa la puesta en escena del acto público para festejar la llegada al poder de la izquierda. Realizado en la explanada del Palacio Legislativo, se trató de un mega-espectáculo, ejecutado con todo el esplendor y costo del Primer Mundo.

El 1° de marzo asumió Tabaré Vázquez la presidencia de Uruguay. Se inicia así un nuevo período de gobierno democrático. Lo que singulariza a esta flamante administración es que está constituida por un “frente” de fuerzas “progresistas”.
 
A partir de la elección de octubre de 2004, quedó demostrado que ideológicamente, el país está dividido en dos mitades casi iguales. Es más, si Vázquez ganó en la primera vuelta, sin necesidad de ir a un balotaje, fue gracias al voto de muchos uruguayos residentes en la Argentina. Su traslado fue facilitado con ese fin específico, por el dueño de una conocida empresa naviera.
 
Hace tan poco que asumió el cargo, que se podría pensar que aún es prematuro realizar cualquier tipo de análisis. Sin embargo, ya contamos con algunos elementos de juicio.
 
El discurso del presidente ante la Asamblea General en el acto de posesión del cargo, dio mucho que hablar. Llamó la atención su valoración de la libertad. Dijo que “La libertad es un impulso que no garantiza la felicidad humana, pero asegura la condición humana. Libertad para ser felices, para ser independientes y tener intereses privados... sin libertad, la igualdad es una caricatura y la vida no tiene sentido”.
 
Asimismo, el 2 de marzo, los presidentes de Uruguay y Argentina firmaron un documento que compromete la colaboración entre sus gobiernos en materia de “derechos humanos”.
 
Todo lo anterior podría estar indicando un principio muy auspicioso. No obstante, creo que, más que las palabras, lo que cuentan son los hechos. Así que vayamos al examen de éstos.
 
El 1° de marzo, dos horas después de que Vázquez recibiera la banda presidencial, los gobiernos de Uruguay y Cuba reanudaron relaciones diplomáticas. Como es sabido, el cubano es un sistema totalitario, donde se violan sistemáticamente los derechos humanos más elementales, como el de la vida. Hoy tiene a 23 periodistas presos, condenados en juicios sumarios, a largos años de prisión en muy duras condiciones. Su único delito fue informar con independencia lo que sucede dentro de la isla o expresar sus ideas.
 
También fue llamativa la puesta en escena del acto público para festejar la llegada al poder de la izquierda. Realizado en la explanada del Palacio Legislativo, se trató de un mega-espectáculo, ejecutado con todo el esplendor y costo del Primer Mundo.
 
El estrado era en tres niveles, de 11 metros de largo por 9 de ancho. Un gran despliegue de luces iluminaba con diferentes colores la fachada principal del monumental edificio. Allá arriba, un Vázquez solitario, con un foco que resaltaba su figura. Gigantescas pantallas ampliaban y multiplicaban su imagen. La música que acompañó el final de la función fue el “Aleluya” de “El Mesías” de Haendel. El pueblo fue mantenido lejos. Esa escenografía resultó perturbadora. Hizo recordar otros tiempos y a otros líderes “carismáticos”.
 
Durante ese día, Vázquez siempre estuvo rodeado por un centenar de personas destinadas a su seguridad que impedían a los periodistas acercarse. Fue él quien dio orden para que los reporteros no pudieran ingresar a los lugares donde se realizaron las ceremonias protocolares, según informó un medio de prensa uruguayo. Sólo la cobertura “oficial” fue permitida.
 
Estas restricciones fueron cuestionadas por la Asociación de la Prensa Uruguaya (APU) y por dirigentes políticos de la oposición. La APU las calificó de “graves e inéditas” en la nación desde 1985, cuando finalizó la última dictadura militar.
 
Por otra parte, el ministro del Interior designó asesor a un inspector, anteriormente cesado como Director Nacional de Policía por prácticas propias de “terrorismo de Estado”. Este había sido destituido por tratar de involucrar a un periodista, sin ningún fundamento ni prueba, en acciones ilegales de lavado de dinero en Uruguay. Tuvo una destacada actuación durante el proceso militar.
 
En palabras de Jean-Francois Revel: “la mayor parte de los regímenes... que se autodenominan ‘socialistas’, y a los que nadie escatima esta calificación, para merecerla han debido cumplir las tres condiciones siguientes: bajar el nivel de vida, incrementar las desigualdades, restringir las libertades”.
 
El tiempo dirá si Vázquez es realmente “progresista”.

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