Para quien no esté harto de la extrema artificiosidad del cine hollywoodiense, de su falsedad, de su apuesta por los efectos especiales en vez de por guiones de calidad; para quien no se pregunte porque sigue asistiendo a las salas para verPearl Harborcuando respecto a otro tipo de manifestaciones artísticas reclama un mínimo de trascendencia; para quien, en definitiva, no haya pensado en alguna ocasión que hay otros modos de hacer cine, la palabra “Dogma”, le debe sonar a chino, a otra absurda invención de cuatro “indies grillaos”...Pero Dogma es algo más, se trató y sigue tratándose de una propuesta auténtica, genuina, que comenzó en 1995 de la mano de los directores daneses Lars Von Trier y Thomas Vinterberg, cuando cansados de los caminos que había elegido la industria se decidieron a contrarrestar ciertas tendencias del cine actual a través de una lista de restricciones autoimpuestas denominadas “Voto de castidad”. Como comentó Vinterberg, “fue muy fácil. No hicimos otra cosa que preguntarnos qué era lo más odiamos del cine de hoy, y luego redactamos una lista que lo prohibía todo. Necesitamos media hora y unas cuantas carcajadas”.
El resultado, recogido en el texto Richard Kelly,El título de este libro es Dogma95, no es otra cosa que cine en estado puro, con los mínimos artificios técnicos e intervención del director, con prohibiciones de saltos espaciotemporales, luz artificial, decorados falsos o música separada de la grabación. A esto se le une la negación de “concepto de autoría” por parte del propio director y del “concepto de género” a la hora de resolver el estilo del film. Pero además, como resultado están también las magníficas películas que ha llevado a cabo cada uno de estos visionarios:Celebración,Los idiotas,Minifune... y las de sus seguidores, todos aquellos que se han acogido al voto de castidad, como Kristian Levring, Agota Kristof o Julien Donkey-boy.
Richard Kelly,El título de este libro es Dogma95, Alba, 342 páginas.