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Hernán Felipe Errázuriz

Perú y Chile

Los progresos en las relaciones entre Perú y Chile disgustan a nacionalistas y populistas, influyentes en la política, en la diplomacia y en las Fuerzas Armadas peruanas.

Los problemas con Perú han dañado nuestra confianza militar y diplomática con el vecino del norte. Todo por los agravios proferidos por el comandante general del Ejército peruano y por el erróneo tratamiento que le han dado sus autoridades. El general Donayre ha sido el único ganador. Se le permitió darle la vuelta a su complicada situación: reiteró sus palabras, fijó las reglas de su jubilación y, de estar investigado por corrupción, pasó a capitalizar el incidente. Rentabilizó su consigna de que "chileno que entra (en Perú) ya no sale. O sale en una caja. Y si no hay cajas suficientes, saldrán en bolsas de plástico".

Con el presidente García se había reiniciado una agenda bilateral ambiciosa, que se oscureció con la demanda marítima peruana. Al desafío de la soberanía nacional respondimos con pragmatismo, como debe ser. Nos sumamos a la Comunidad Andina; se aprobaron acuerdos económicos de mutuo beneficio; fuimos serios en la extradición del ex presidente Fujimori; se normalizó la residencia de decenas de miles de ilegales peruanos, otorgándoles un trato igualitario con los chilenos; se manejó con prudencia el ingreso ilegal de un destacamento militar peruano a Arica, y se han intensificado los lazos privados como nunca antes.

Estos progresos disgustan a nacionalistas y populistas, influyentes en la política, en la diplomacia y en las Fuerzas Armadas peruanas. Se ofrecieron explicaciones a las autoridades chilenas, que dieron por superado el incidente, entendiendo que el militar dejaría su cargo por las buenas relaciones bilaterales. Es lo que habría ocurrido en Chile. Sin embargo, Donayre continuó hasta finalizar su mandato legal y se retiró con honores. No se nos tuvo en consideración, fuimos ingenuos; nos hicieron cholitos, usando una expresión popular peruana.

Ya no queda más que tomar debida nota de este incidente. El daño y la protesta ya se han producido. Las retorcidas explicaciones peruanas no convencen. Para los nacionalistas del país vecino y para algunos apaciguadores chilenos, las relaciones entre Chile y Perú son entre un acreedor y un deudor: todavía llevan una cuenta corriente interminable sobre conflictos decimonónicos.

Hay quienes bloquean las buenas relaciones y hay otros que insisten en buscar un futuro común favorable para ambos pueblos. Superar esta realidad requiere profesionalidad, visión de futuro y actuar con interlocutores chilenos y peruanos que valoren los intereses compartidos. Es lo que debemos hacer, sin voluntarismo ni emociones. Y si en Perú prevalecen actitudes populistas y nacionalistas, que se niegan a tener buenas relaciones con Chile, es su problema.

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