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Hernán Felipe Errázuriz

Populismo y retórica

Se dice que la reina Victoria, advertida de que su flota no podía bombardear el altiplano, decidió borrar a Bolivia de su mapa. Lo más probable es que Estados Unidos opte por algo parecido, por un tiempo.

Los presidentes Evo Morales y Hugo Chávez han estado siempre resueltos a eternizarse en el poder y apoyarse mutuamente. No es novedad. El futuro de sus pueblos poco les importa. Lo primero es la ideología. Ahora radicalizan sus relaciones con Estados Unidos con la expulsión de dos embajadores, distinguidos y profesionales. Ambos sirvieron en Chile en otros cargos y fueron apreciados.

En un primer momento, con las expulsiones aumentarán su popularidad; es lo que buscan. Permanece el recuerdo de intromisiones de Estados Unidos. Por lo demás, es correcto sostener que la declaración de persona non grata está contemplada en el artículo 9 de la Convención de Viena, que no requiere expresión de causa y es una facultad discrecional de todo jefe de Estado. Lo que no puede estipular ese tratado son las consecuencias del aislamiento. Era probable que Morales decidiera finalmente echarse atrás, lo ha hecho antes. Recientemente, mientras vituperaba a Estados Unidos, le solicitaba ayuda financiera y privilegios aduaneros. La vuelta atrás no fue posible: quedó encajonado, luego de la solidaridad de Chávez y por la respuesta estadounidense, que también declaró non gratos a los emisarios de Venezuela y Bolivia.

Para perpetuarse, Morales y Chávez han dictado constituciones, concentrado el poder e instado a la violencia; se han apropiado de empresas privadas y celebrado alianzas con los regímenes más totalitarios. Es la agenda del socialismo del siglo XXI. Ambos atraviesan por fuertes oposiciones internas. Bolivia, en el umbral de una guerra civil, y Chávez, acosado por investigaciones de apoyos al terrorismo de las FARC, documentado en correos electrónicos que han causado estragos hasta en el Gobierno chileno. Además, el juicio seguido en Miami sobre origen y destino de un maletín con 800.000 dólares es una incomodidad para las relaciones de Chávez y Kirchner con Estados Unidos.

La diplomacia también puede ser un instrumento del populismo. Lo ha sido en América Latina. Bolivia fue el caso más pintoresco. El presidente Melgarejo expulsó al representante del Imperio Británico y lo humilló obligándolo a montar un burro. Se dice que la reina Victoria, advertida de que su flota no podía bombardear el altiplano, decidió borrar a Bolivia de su mapa. Lo más probable es que Estados Unidos opte por algo parecido, por un tiempo.

Ahora vienen la retórica y las ambigüedades latinoamericanas. Las de la OEA son un clásico. Debutará la Unasur, y seguiremos absteniéndonos de calificar a las FARC como grupo terrorista, mientras postulamos al premio Nobel de la Paz a Ingrid Betancourt, víctima de ese terrorismo.

Aún es tiempo para tomar distancia de dos mandatarios impredecibles.

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