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ECONOMÍA

El misterio de la Revolución Industrial

La producción industrial creció a un ritmo del 3-4% anual entre 1782 y 1855. La renta nacional se duplicó entre 1800 y 1850. Las manufacturas, que en 1770 representaban una quinta parte de la economía, en 1831 ya suponían un tercio de la misma. Todos estos datos hacen referencia a Inglaterra, cuna de la Revolución Industrial.


	La producción industrial creció a un ritmo del 3-4% anual entre 1782 y 1855. La renta nacional se duplicó entre 1800 y 1850. Las manufacturas, que en 1770 representaban una quinta parte de la economía, en 1831 ya suponían un tercio de la misma. Todos estos datos hacen referencia a Inglaterra, cuna de la Revolución Industrial.

Las botas reemplazaron a los chanclos, y se popularizaron complementos como los sombreros, los pañuelos y los relojes. Prosperaron las cajas de ahorro, las sociedades de socorro mutuo, los sindicatos, los periódicos y opúsculos, las escuelas y los templos no conformistas.

Bajó el precio de la ropa, el té, el café y el azúcar. En 1830 el londinense medio consumía semanalmente prácticamente la misma cantidad de alimentos básicos que en 1959. Gracias a una comida más sana, unos hogares más confortables y una mejor higiene, la gente se hizo menos propensa al contagio de enfermedades como la tisis. Se redujo la mortalidad infantil y, en el espacio de un siglo, se triplicó la población del país.

El mundo nunca volvería a ser igual.

¿Cuál fue la causa de esta extraordinaria transformación social? La Revolución Industrial suele atribuirse al marco legal imperante en aquella Inglaterra, fuertemente inspirado en el ideario liberal. Sin embargo, si fue producto del liberalismo y su estructura de incentivos, ¿por qué no se produjo antes?

La economía mundial estuvo básicamente estancada, con tasas de crecimiento nulas o muy bajas, desde que el hombre recolector se hizo agricultor, hace 10.000 años, hasta el siglo XIX. El historiador económico Gregory Clark, autor de A Farewell To Arms: A Brief Economis History of the World, sostiene que para explicar un retraso en el advenimiento de la Revolución Industrial de 10.000 años hay que mantener la ficción de que todas las sociedades previas a 1800 eran tiranías como la del norcoreano Kim Jong Il. Y lo cierto es que antes del siglo XIX hubo numerosos ejemplos de sociedades de mercado totalmente incentivadas.

Venecia.En las listas tributarias inglesas del periodo 1377-81 había abundancia de comerciantes, artesanos y mercaderes. En los registros de la universidad de Oxford de principios del siglo XVI puede encontrarse a los descendientes de esos comerciantes y artesanos, ya integrados en las élites de la sociedad medieval. En el Renacimiento, las ciudades-Estado de Florencia y Venecia fueron sociedades notoriamente comerciales, lo mismo que los Países Bajos en el siglo XVII. Londres y París ya eran multiculturales en 1300. Las ciudades medievales eran hubs mercantiles, y los monarcas cargaban impuestos bajos para evitar que huyera la riqueza. Con todo, estas sociedades tuvieron tasas de crecimiento económico muy bajas.

Esta circunstancia lleva a autores como Gregory Clark, Deirdre McCloskey o Joel Mokyr a atribuir la causa de la Revolución Industrial a un cambio cultural, de comportamiento y de valores. El crecimiento económico sería así resultado de que la sociedad respete, admire y promueva el ánimo de lucro, la innovación y el marketing. El empuje de las virtudes burguesas explicaría por qué sociedades como las de los países nórdicos siguen produciendo e innovando a pesar del fuerte intervencionismo estatal que padecen.         

Algunos historiadores apuntan que, en su estudio, Clark ignora varios cambios políticos importantes que tuvieron lugar en Inglaterra entre 1500 y 1800, como las actas de cercamiento que parcelaron lo que antes eran terrenos comunales. Aun suponiendo que medidas como ésta no hubieran tenido efecto alguno y que los incentivos económicos no pudieran explicar por sí solos el progreso de la humanidad y sus irregularidades, no dejaron de ser factores necesarios.

Bryan Caplan propone un modelo de "crecimiento multiplicativo", según el cual, para que una economía despegue, tienen que darse varias circunstancias o condiciones:

– Un sistema político que promueva los incentivos económicos adecuados. La comparación entre Corea del Norte y Corea del Sur, China continental y Hong Kong/Taiwán/Singapur, Alemania Occidental y Oriental muestra que el sistema político de una sociedad puede marcar claramente la diferencia.

– Una masa crítica de población, que permita aprovechar las economías de escala y la división del trabajo. Además, cuanto mayor sea la población, más ideas van a descubrirse e intercambiarse. Un grupo pequeño y aislado a duras penas podrá superar el nivel de subsistencia.

– Cierto nivel de conocimiento científico. Y es que el desarrollo económico de la Revolución Industrial estuvo estrechamente ligado a un conjunto de invenciones, como el transporte, la electricidad o la imprenta.

Si una de las tres condiciones está ausente, no se producirá el despegue.

Así las cosas, es posible que la Revolución Industrial no ocurriera antes porque los incentivos económicos no eran suficientes. Pero lo cierto es que ocurrió en el Reino Unido, que es donde imperaban leyes más liberales, y no en otro lugar, lo que parece indicar que la estructura de incentivos propia del liberalismo es, cuando menos, necesaria.

 

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