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CEROS Y UNOS

Google, el buscador que nació en William Gates

En enero de 1996 todo el departamento de informática de la Universidad de Stanford se mudó a un nuevo edificio, en cuya entrada se grabó el nombre del benefactor que hizo posible su construcción: William Gates.

En enero de 1996 todo el departamento de informática de la Universidad de Stanford se mudó a un nuevo edificio, en cuya entrada se grabó el nombre del benefactor que hizo posible su construcción: William Gates.
El edificio William Gates de Stanford.
En la ceremonia de inauguración, el decano hizo el siguiente vaticinio: "En año y medio, algo importante va a ocurrir aquí, y habrá un sitio, un despacho, un rincón que la gente señalará diciendo: 'Sí, ahí trabajaban en 1996 y 1997'". Una profecía que se revelaría tremendamente exacta, para desgracia del propio Gates.

Entre los alumnos que hicieron ese día la mudanza había dos estudiantes de doctorado que siempre andaban juntos, hasta el extremo de que había quien los llamaba Larryandsergey. Ambos eran hijos de profesores y doctores de matemáticas e informática. Larry Page estaba trabajando en algo llamado Proyecto de Bibliotecas Digitales, mientras que Sergey Brin estaba a las órdenes del profesor Rajeev Motwani en el programa Midas; sí, como el rey griego que convertía en oro todo lo que tocaba. Bajo ese nombre tan sugerente y a su vez pelín profético buscaban nuevas formas de sacar información útil de las bases de datos. Es el llamado data mining, que a veces se describe como la técnica de torturar los datos hasta hacerlos confesar sus pecados. Con suficiente información puede averiguarse todo tipo de relaciones, como por ejemplo las cosas que suelen comprarse juntas, para atraer al personal con una oferta jugosa... y recuperar el dinero en otras. Esta es la razón de la proliferación de las tarjetas de cliente con descuento en todo tipo de comercios: nos dan dinero a cambio de que les digamos qué compramos, y cómo, para proceder en consecuencia.

Pero me estoy desviando. Tanto Brin como Page tuvieron que buscar información en la web para avanzar en sus respectivas investigaciones, y pese a emplear la mejor herramienta disponible en aquel momento, Altavista, quedaron bastante frustrados. Por entonces los buscadores sólo extraían información relevante del texto de las propias páginas; es decir, que una web porno podía colarse en los resultados de quienes buscaban agencias de viajes con sólo repetir la expresión "agencias de viajes" un porrón de veces. Tan poco preciso era el sistema, que en bastantes ocasiones era más práctico navegar por los sitios web listados en directorios como Yahoo y mirar una a una las páginas, a ver si sonaba la flauta...

Fue Page quien tuvo la idea de emplear un sistema distinto. El futuro multimillonario había nacido entre libros, y no libros cualquiera, sino académicos. Sabía de la importancia de las citas: un trabajo al que hacían referencia a menudo otros investigadores era seguramente un estudio importante. Pensó que los enlaces eran como las citas, y que podían usarse para averiguar qué páginas eran más importantes y debían mostrarse primero. Es más, tampoco era precisamente lo mismo que te enlazara Yahoo o que lo hiciera la página personal del vecino de enfrente. Así, dio a luz a un algoritmo que tuviera en cuenta todos estos factores para ordenar los sitios web por grado de importancia; lo llamó PageRank, nombre que incluye su apellido, que, por alguna razón, quién sabe si también algo profética, significa "página" en inglés.

Tanto él como Brin abandonaron pronto lo que estaban haciendo para poder pasar de la teoría a la práctica. Su objetivo era descargarse internet; si no entera, al menos un cacho bien gordo. No tenían presupuesto, por lo que funcionaron a base de pasearse por los laboratorios del edificio William Gates y recoger ordenadores que nadie quería. Así montaron, a comienzos de 1997, BackRub, que fue como denominaron a su buscador, que en poco tiempo se convirtió en la opción preferida dentro de Stanford. En otoño lo cambiaron por otro nombre más de acuerdo con sus intenciones de convertirlo en el mejor del mundo: lo llamaron gúgol, que es el nombre que recibe el número formado por un uno seguido de cien ceros. El problema es que el compañero de despacho que se lo sugirió no sabía escribirlo bien (sí, por eso hacen concursos de deletreo en Estados Unidos, porque tienen un idioma tan raro que hasta los doctorandos de una universidad cometen ese tipo de errores). Así, en lugar de googol, que es como se escribe el numerico en inglés, acabaron llamándole Google.

Los hippies montan su empresa

La verdad es que Page y Brin no parecían tener mucho interés en fundar una empresa. Su objetivo era sacarse el doctorado, vender la tecnología (debidamente patentada) a alguno de los grandes de internet y... a otra cosa, mariposa. Eran estudiantes y asiduos a un festival conocido como Burning Man, nacido en 1986 y que hubiera sido el sueño de todo hippie de los 60: gente en pelota picada, arte, prohibición total del comercio y obligación de dejar todo como estaba por conciencia ecológica. Lo suyo, desde luego, no parecía ser la gestión empresarial, por más que Brin dijera años más tarde que siempre le había atraído la idea de ser un tipo de éxito en los negocios.

Pensaran lo que pensaran, el caso es que se vieron cada vez más obligados a tirar para delante. Las empresas de entonces, Altavista incluida, consideraban las búsquedas una parte más de sus portales omnicomprensivos, que pretendían dar toda la información que podía interesar a sus usuarios: correo electrónico, noticias, cotizaciones bursátiles, mensajería instantánea, el tiempo... De hecho, las búsquedas eran casi la hermana menor, porque se llevaban a los usuarios fuera de los portales, las malditas. Así que no lograron convencer a nadie y tuvieron que plantearse salir de Stanford y formar su propia empresa.

En agosto de 1998 se reunieron con un tal Andy Bechtolsheim y le mostraron su buscador. Aunque aún tenían la idea de vender su motor de búsqueda a otras empresas como vía de financiación, el inversor veía muy claro que aquello terminaría sacando dinero de la publicidad. Brin y Page aborrecían de ella porque en aquel entonces era frecuente pagar por aparecer en los primeros puestos de las búsquedas y porque los anuncios solían ser demasiado llamativos e invasivos. No querían que nada alterase la pureza ni de sus resultados ni de su diseño minimalista, y mucho menos el dinero. Pero Bechtolsheim estaba seguro de que se lo replantearían, así que extendió un cheque a nombre de Google Inc. por valor de 100.000 dólares para que empezasen a comprar las placas base, los discos duros y los procesadores que necesitaban para montar su infraestructura técnica. Sin hablar de acciones ni de nada.

Aquello les convenció. Hicieron una ronda entre amigos y conocidos diversos y sacaron en total un millón de dólares; fundaron la empresa en septiembre, requisito básico para poder cobrar el cheque, que estaba a nombre de la misma, y se mudaron a un garaje de Menlo Park. Como decía su primer empleado, su compañero de universidad Craig Silverstein, lo del garaje es una obligación para toda empresa de Silicon Valley que se precie.

El dúo pasa a trío

En 1999, Brin y Page lograron 25 millones más de dos empresas de capital riesgo. La condición que les impusieron fue que buscaran a un profesional que ejerciera de consejero delegado y les gestionara la empresa como Dios manda, algo a lo que no estaban muy dispuestos. Estaban muy contentos con cómo iba todo. Habían pasado del garaje a un piso de Palo Alto, y de ahí a un edificio de Mountain View. Entre sus logros estaba el haber trasplantado el ambiente universitario a la compañía; lo que ahorraban en infraestructura tecnológica gracias a que empleaban muchísimos ordenadores muy baratos en lugar de unos pocos muy caros se lo gastaban en pelotas de colorines, lámparas de lava y juguetes diversos, un chef que trabajó en su día para los Grateful Dead, servicios de lavado de coches, guardería, lavandería, médico, dentista... y el famoso 20%: el tiempo que los ingenieros podían pasar trabajando en proyectos propios, práctica importada directamente de la Universidad de Stanford. De ahí han salido muchos de los éxitos y de los fracasos de la compañía, como Product Search, Gmail, Google News, Orkut o Google Talk. No fue la primera empresa en aplicar algo así: el trabajador de 3M que inventó los post-it lo hizo en ese tiempo extra; pero sí la que más ha hecho por promocionarlo.

Como lo de colocar el buscador a otras empresas no estaba resultando, al final pasaron por el aro de la publicidad. Eso sí, a su estilo. Las empresas contrataban sólo anuncios de texto que aparecían junto a los resultados de las búsquedas, sin mezclarse, claramente diferenciados. Cualquiera podía anunciarse, desde la compañía de seguros elefantiásica hasta el más pequeño taller mecánico de Wisconsin, gracias a las herramientas web que facilitaban. Y pagaban por clic, no simplemente por aparecer un determinado número de veces. Larry asegura que el esfuerzo por hacer rentable la empresa se debió a que Sergey quería aumentar su atractivo ante las mujeres, y ser presidente de una empresa de nuevas tecnologías con pérdidas no era una buena arma.

Al final, no obstante, les encontraron el tipo ideal para dirigir Google. Eric Schmidt venía de ultimar los detalles de la fusión de Novell, la empresa que dirigía en 2001, con otra compañía, cuyo consejero delegado le sustituiría, por lo que en breve se quedaría sin trabajo. Por otro lado, en los 90 se había atrevido a pegarse con Microsoft desde la dirección de Sun Microsystems. Pero lo que más convenció a Brin y Page es que había investigado en el famoso laboratorio Xerox PARC... y acudido en alguna ocasión al dichoso Burning Man. Hasta cierto punto, era uno de los suyos. Así que se incorporó a Google y les hizo ganar aún más dinero, aunque tuviera que pagar algunos peajes; como éste: siendo el mandamás, tuvo que compartir su despacho durante unos meses con uno de los mejores ingenieros de la empresa.

Schmidt dio a Google el aire de respetabilidad que necesitaba para que su salida a bolsa (2004) fuera un éxito.

Google se ha convertido para muchos en sinónimo de internet. Lo que no fue capaz de desarrollar en casa lo compró: Blogger, YouTube, AdSense, Google Maps, Android, Docs, Analytics... Tiene un vasto programa dedicado a digitalizar las mayores bibliotecas del mundo y hacerlas accesibles desde Google Print. Ha creado un navegador propio, Chrome, y planea convertirlo en un sistema operativo. Su tamaño y ambiciones, cada vez mayores, han conseguido que muchos internautas la teman, pero no es tan odiada como lo fueron IBM o Microsoft en su momento, al menos por ahora. En parte porque ha intentado ser fiel a su lema, algo así como "no hagas el mal", por más que esto se traduzca en la práctica como "No hagas lo que Sergey considera malo", según explicó en su momento Schmidt. Y porque, al contrario de lo que pasa con los productos de otras grandes empresas, la verdad es que sus búsquedas siguen funcionando estupendamente.


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