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ERASMUS, DIGNO ANTECESOR DE SU NIETO

Las amistades del abuelo Darwin

La idea de la evolución es antigua. No obstante, la visión del mundo y de la vida que predominó desde los tiempos de Aristóteles fue estática (fijismo). El paradigma empezó a cambiar lentamente en el siglo XVI y, sobre todo, a partir de mediados del XVIII.


	La idea de la evolución es antigua. No obstante, la visión del mundo y de la vida que predominó desde los tiempos de Aristóteles fue estática (fijismo). El paradigma empezó a cambiar lentamente en el siglo XVI y, sobre todo, a partir de mediados del XVIII.

Erasmus Darwin, abuelo paterno del célebre naturalista, fue un notable médico que sentía pasión por todo ser viviente, la poesía y los inventos. Fue uno de los miembros fundadores de la Sociedad Lunar, un grupo de científicos (generadores de conocimiento) e industriales (adaptadores de conocimiento) que discutía sobre la tecnología y sus aplicaciones. Formaban parte de dicho club muchos vecinos ilustrados de los condados centrales de Inglaterra, en torno a la ciudad de Birmingham. Pese a que la Ilustración inglesa no tuvo el brillo de la francesa o la profundidad de la escocesa, fue un eje vital y práctico para unir la Revolución Científica con la Industrial, algo posterior.

Erasmus escribió al final del XVIII un trabajo científico, denominado Zoonomía, que anticipaba la teoría lamarkista de la evolución biológica (que luego se revelaría falsa) y en la que mostraba su idea de que toda vida orgánica proviene de un solo y mismo filamento viviente. El Sr. Darwin estaba familiarizado con el pensamiento evolucionista gracias a su amistad con el juez y lingüista James Burnett, lord Monboddo, ilustrado escocés conocido por ser el fundador de la moderna lingüística comparada y también por sus análisis de la evolución lingüística y el cambio adaptativo de la capacidad de los humanos para el lenguaje (tenía Burnett, además, una extraña obsesión con la relación entre el hombre y los primates).

Mantuvo el abuelo de Darwin una prolongada amistad con Benjamin Franklin; ambos apoyaron las revoluciones americana y francesa, visitaron Edimburgo (la Atenas del Norte), mantuvieron fructíferas correspondencias con numerosos eruditos y se opusieron al inmoral comercio de esclavos.

Erasmus Darwin.Otro miembro de la Ilustración escocesa con el que también trabó estrecha amistad el abuelo Darwin fue James Hutton, padre de la geología moderna, el primero en sugerir –junto con John Playfair– que la configuración de la Tierra obedecía a movimientos lentos de fuerzas tectónicas. El geólogo inglés del siglo XIX Charles Lyell, influyente amigo de Charles Darwin, refinó dicha teoría con numerosas observaciones, plasmadas en su obra Principios de Geología, obra de cabecera de este último durante su travesía a bordo del Beagle. Por cierto, Hutton fue amigo íntimo de David Hume y de Adam Smith, cuyas obras sobre la naturaleza y los sentimientos humanos conocían sobradamente los Darwin, Erasmus y Charles.

A diferencia de sus colegas franceses, los iluministas escoceses e ingleses no buscaron crear con sus teorías y observaciones un mundo nuevo (creacionismo social), sino únicamente descubrir y entender el existente. Sin mostrar una confianza desmedida en la razón, llegaron a conclusiones sorprendentes, tales como que los humanos son criaturas dinámicas o que muchas de las costumbres e instituciones sociales que habían hecho progresar al hombre surgieron de forma espontánea, fruto de la acción humana, no de designio intencional alguno. La misma mente, siendo un producto del cerebro, no era causa de la evolución, sino más bien su efecto.

El hombre es un ser intencional, pero las evoluciones biológica y cultural carecen de propósito o dirección. Aunque sean muy diferentes entre sí, ambas son naturales. La teoría de la evolución biológica fue concebida por el nieto de Erasmus, pero como por aquel entonces no se conocían las leyes de la genética hubo de ser completada más adelante; por cierto, sigue plenamente vigente. En cuanto a la teoría de la evolución cultural, se asemeja –según Hayek– curiosamente al lamarkismo, y la dedujo el extenso círculo de amigos del abuelo Erasmus mucho antes que el nieto Charles.

Erasmus escribió al final de su vida un largo poema sobre la evolución, conocido como "El Templo de la Naturaleza"; publicado póstumamente, en 1803, en un principio llevaba por título "El origen de la sociedad". Charles no lo tuvo tan difícil.

 

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