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Humberto Vadillo

El Empujón

Zapatero ha sido un presidente de extraordinaria buena suerte que sumada a una total falta de principios le ha permitido gobernar durante cinco largos años. Poco ha hecho de bueno y mucho de pésimo. Ahora se tambalea. Alguien debiera darle un empujón.

En uno de los mejores episodios de Los Simpson el médico explica paciéntemente al Sr. Burns, el anciano despiadado jefe de Homer, que sus afecciones incurables y enfermedades mortales son tantas y tan variadas que si sobrevive es tan sólo porque las unas bloquean a las otras impidiendo que ninguna acabe con él. El Sr. Burns sale de la consulta exultante, convencido de su práctica inmortalidad. El Gobierno Zapatero acumula tal retahíla de ineptitudes, desmanes y fechorías que sólo el hecho de que unas sucedan a las otras en rápido efecto hipnótico mantiene a Zapatero no sólo en pie sino campante.

La vicepresidenta primera De la Vega debería ser cesada por al menos dos razones. Primero, por su ineptitud oceánica en la gestión del secuestro del Alakrana, una gestión memorablemente cerrada con ese "España no ha pagado ningún rescate" que algún día volverá para atormentarla. Como Clinton, cuando María Teresa fuma, nunca inhala. La recién desvelada estafa al CNI de los piratas somalíes es el broche bufo con el que De La Vega adorna su carísima chaqueta de firma. Segundo, por su irregular empadronamiento en Beneixida. Se empadronó irrregularmente, fuera de plazo, donde no vivía, en una casa vacía. Casi suena a coplilla.

La vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, recién elegida entre las peores responsables de Economía de la Unión Europea, intenta ahora reducir jornada laboral a costa del contribuyente, un movimiento que disminuirá la productividad de la economía española justo a tiempo de hacernos llegar a los cinco millones de parados. La economía será entonces por fin perfectamente sostenible.

El vicepresidente tercero, Manuel Chaves, debería estar ya cesado por haber concedido a la empresa minera MATSA una subvención de diez millones de euros. Casualmente, la apoderado de la empresa MATSA era Doña Marta Chaves, que también casualmente, Marta Chaves es la hija de Manuel Chaves. Todo casual menos los diez millones, que salen, coerción mediante, de nuestros bolsillos. Y bueno, supongo que no importará no siendo nosotros británicos pero recordemos que Chaves, además, mintió al Parlamento.

El todavía ministro Rubalcaba tiene montada una red general de escuchas a los ciudadanos y cuando se le pregunta por ella en el Parlamento responde primero con la amenaza "veo todo lo que haces y oigo todo lo que dices" y después con la bromita del notario. Ninguno de estos comportamientos debería ser admisible en una democracia al norte de Zimbabwe. Supongo.

Y sobre todo ello, sobrevolando ominosamente las mañanas de Zapatero y nublando de desdicha sus tardes, se cierne el Estatut. El Estatut que Zapatero prometió a Maragall tras apoyarle éste en la obtención de la Secretaría General del PSOE. "Aprobaré el Estatuto que salga del Parlamento de Cataluña". El Estatut que Zapatero revivió con Artur Mas cuando yacía cadáver sobre la mesa de tejo de la Bodeguiya. Noche de conjuros y conjuras. El Estatut que de ser validado por el Tribunal Constitucional significará la derogación de hecho de la Constitución del 78 y que de ser enmendado en un sólo artículo –¡quia!, en una coma– provocará una crisis política sin precedentes, ya que la entera clase institucional catalana, de Montilla a Godó, dobla la apuesta cada nuevo día y no puede ya aceptar sino la victoria completa acompañada de la entrega maniatada de los magistrados del Tribunal Constitucional.

Zapatero ha sido un presidente de extraordinaria buena suerte que sumada a una total falta de principios le ha permitido gobernar durante cinco largos años. Poco ha hecho de bueno y mucho de pésimo. Ahora se tambalea. Alguien debiera darle un empujón.

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