Menú
Humberto Vadillo

Las nueces de la ETA

Una tregua y una negociación ahora asegurarían para siempre el triunfo del nacionalismo, con el que el socialismo se ha llevado siempre tan bien.

El elemento clave en la cuestión terrorista es muy simple. ETA se muere. Sola. La mera acción policial ha bastado para herirla de muerte y la mera acción policial bastaría para acabar con ella. Partiendo de esta certeza podemos sospechar que tanto quienes, con indudable éxito, han enturbiado el aire para que no se aprecie la evidente moribundia de los asesinos, como quienes se afanan junto a su cuerpo hoy exangüe, tal vez tengan objetivos ocultos, planes dentro de otros planes. Tal vez no quieran apresurar su muerte sino asegurarse la herencia.

Y es que no se puede ocultar que la ETA ha jugado un papel fundamental en la actual estructura institucional de España, un papel que a nadie se le escapa pero que sólo Arzallus reconoció cuando se le escapó que el nacionalismo vasco andaba ahitó de nueces caídas del nogal que ETA sacudía. Y lo mismo el nacionalismo catalán y así hasta configurar un club de aficionados a las nueces bobas cuyas cáscaras se recogen por toda la arquitectura política española. Alberto Recarte acaba de presentar un libro titulado El Desmoronamiento de España, que no sé si ha de leerse como un ajustado diagnóstico de la situación española, una autopsia certera o un responso dolorido y que dedica más de un tercio de sus páginas al desmembramiento de España. Escribe Recarte que "la organización del Estado no está firmemente anclada en el texto constitucional sino que descansa en la voluntad de cumplir el espíritu de la Constitución y en el patriotismo de los partidos políticos". Pues bien, ni aquella ni éste, ni un mínimo decoro histórico han impedido que se ceda continuamente al empuje del nacionalismo hasta llegar a la actual situación de postración nacional. Pero el nacionalismo vasco y catalán obtienen a su vez su impulso inicial de la ETA. Sin la ETA, el nacionalismo vasco sería ocasión de mucha risa al pil pil con aizkolaris, chapelas y alubiadas cada tercer viernes de mes y el catalán la mateixa cosa, por no hablar de los benditos nacionalismos de imitación que desde Breogán hasta Zaragoza vienen por toda la orilla, cha, cha, cha.

La ETA se muere y el nacionalismo le tiende la mano mientras el socialismo se afana con las compresas frías. Una tregua y una negociación ahora asegurarían para siempre el triunfo del nacionalismo, con el que el socialismo se ha llevado siempre tan bien. Garantizando quizá el gobierno perpetuo de los nacionalistas en sus respectivos territorios y del socialismo en lo que quedara de España, que sería poco.

La tregua se firma. Zapalcaba proclama la Paz. Los terroristas vuelven a la aldea y la amachu en loor de multitudes agradecidas convertidos en bravos gudaris. Quienes todos estos años se han opuesto al terrorismo o al nacionalismo acumulan apresuradamente sus pertenencias en la trasera del coche. Ni siquiera hace falta que el Gobierno ceda nada más. España ha dejado de existir. Zapalcaba gobierna.

En España

    0
    comentarios