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Humberto Vadillo

No es la economía

El principal problema que tiene planteado España no es económico sino institucional. España vive una situación de fin de régimen que a lo que más recuerda es a los años que precedieron al final de la Restauración.

Todo comenzó con una llamada de teléfono. Casi todo comienza siempre con una llamada de teléfono. Obama llama a Zapatero una tarde de mayo, cuando hace la calor, cuando encañan los trigos y están los campos en flor y mátale a este pobre la avecica: se acabó la fiesta del chivo y España pasa a Protectorado Internacional al cuidado de Angela Rottenmerkel. Hay que hacer reformas. Zapatero se ve obligado a reconocer que España atraviesa una importante crisis económica de la que no se puede salir sin considerables sacrificios. 

A partir de ese momento se crea un nuevo consenso que dice "la economía es lo único importante" al que se aferran tanto Zapatero como Rajoy. Zapatero porque no le queda otro remedio y Rajoy porque queda convencido de que el incompetente desempeño económico de aquél bastará para que las olas le lleven al buen puerto monclovita tan incólume como a Jack Sparrow/ Johny Depp en la primera parte de Piratas del Caribe.

Ocurre que no es así. Ocurre que, pese a todas las apariencias, el económico con ser grave no es el principal problema que tiene España y su eventual curación mediante reformas más o menos atinadas no resolvería la mayoría de nuestras preocupaciones, ni mucho menos. Supongamos que mañana un probo labriego castellano descubre en sus campos vastas, si finitas, reservas de algún mineral valioso. El labriego alcanza fama y fortuna y España alcanza a reducir su deuda y déficit de manera significativa. Obviemos en nuestro ejemplo las consecuencias inflacionarias de tal descubrimiento y limitémonos a constatar que cuando despertásemos de la heroica borrachera nacional, la mayoría de nuestros dinosaurios seguirían allí, esperándonos. De hecho el Estado habría aumentado su tamaño, los políticos su esfera de poder, las demandas de los nacionalistas serían todavía más grotescas y, en resumen, las cosas seguirían siendo muy parecidas a como son ahora.

Y es que el principal problema que tiene planteado España no es económico sino institucional. España vive una situación de fin de régimen que a lo que más recuerda es a los años que precedieron al final de la Restauración con la diferencia de que el Error Berenguer se ha convertido en la Catástrofe Zapatero. A saber, la Constitución ha quedado derogada de hecho en una porción substancial de España en un proceso que se ha llevado por delante de paso al Tribunal Constitucional, la Monarquía ha vuelto al borboneo, la clase política es señalada en las encuestas como uno de los principales problemas de España, los sindicatos se han convertido en una mafia apandadora rechazada por la ciudadanía, el Poder Judicial va de Bermejo a Caamaño y de Garzón a Bermúdez, desde el Ministerio del Interior se recrean policías de partido y no halla el español porción alguna de España oficial donde poner los ojos que le ofrezca dignidad, confianza o apenas decencia. La casa española, amancillada, de anciana habitación es despojos y esto no se soluciona bajando el diferencial de la deuda o ampliando el periodo de cotización.

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