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Humberto Vadillo

Símbolos nacionales catalanes

Don Félix, que es de natural agradecido, nunca dejó de valorar las gestiones que Josep Montilla (el gemelo bueno) realizó en su nombre para allegar fondos públicos al Palau. Un milloncete de euros de los Presupuestos Generales del Estado. En un sólo año.

Este sábado Carod Rovira descansará de tanta bandera española como ondea en Cataluña y podrá solazarse en la contemplación de los dos auténticos símbolos nacionales catalanes: Montilla y Millet.

Y es que el sábado se celebra la manifestación "por la dignidad de Cataluña o aproximadamente" que es el momento en que toda la rauxa catalana va a plasmarse con furia almogávar por la Diagonal y ambos, Montilla y Millet estarán allí.

Montilla estará como presidente que es de la Generalidad y como presidente de la Generalidad exigirá de "Madrit" el máximo respeto a la soberana decisión de Cataluña, expresada inequívocamente en ese referendo en el que más de la mitad de los catalanes no se molestó en ir a votar. Ni una coma estaba autorizada a tocar el Tribunal Constitucional y se ha atrevido a limarle las uñas al monstruo jurídico y ponerle talco en las ingles. Poco más pero hasta ese poco es intolerable y al nacionalista un guisante centralista aun sobre doscientos colchones le impide dormir.

Pero si Montilla va, no irá su gemelo malvado, aquel que presentó 62 enmiendas contra el Estatuto, de mucho mayor calado que las aprobadas por el Tribunal de María Emilia. Y es que José-Josep Montilla, como San Agustín, es dos y está en cada uno por completo.

El escritor húngaro Frigyes Karinthy fue el primero en proponer la teoría de los seis grados de separación, según la cual todos los seres humanos estamos tan densamente interconectados que nunca estamos a más de seis grados de distancia unos de otros. Eso lo decía Frigyes porque era húngaro, si hubiera sido un buen catalán habría sabido que todos estamos a menos de tres grados de distancia de Félix Millet. Félix Millet es un tesoro nacional, un símbolo de esa Cataluña moderna, "urupea", "cosmoplita" y soñada. Y es que el bueno de Félix, conecta todos los vectores de la catalanidad.

Como ustedes saben, Félix Millet era el mandamás del Palau de la Música (catalana, por supuesto). Anda ahora en horas bajas por un quítame allá esos millones desaparecidos, o no tanto, pero seguro que no se pierde la manifestación; con él irán su mano derecha Jordi Montull, y la hija de éste, Gemma, que estaba emparejada con Enric Fernández. Si la primera era directora financiera del Palau, el segundo era auditor de la Generalidad. A match made in heaven. Millet y Montull, a través del escándalo de las recalificaciones de Olivia Hotels enlazan con el consejero de Economía Antonio Castells, con Inmaculada Turu, directora general de Patrimonio, con el primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Barcelona Xavier Casas, con el concejal de Urbanismo Ramón García-Bragado, todos de obediencia PSC y con el líder de CiU en el ayuntamiento, Xavier Trias. En esta operación, el Orfeó (catalán, por supuesto) compraba unos locales a los hermanos de La Salle, estos locales se recalificaban por acuerdo de la Generalidad y el ayuntamiento y una vez convenientemente recalificados pasaban, por arte de birlibirloque y sin contraprestación alguna a Olivia Hotels para hacer en ellos, un hotel. Una bella coda es que el concejal de Distrito de Ciutat Vella, donde se encuentran Palau y locales era el mismo concejal al que después Jordi Hereu hizo dimitir para salvar el supuesto con ocasión del referendo de puchero sobre la Diagonal.

Por otra parte, Félix Millet se reunía casi mensualmente, casi como para rendir cuentas con el desaparecido Carles Torrent a la sazón responsable de finanzas de Convergencia Democrática de Cataluña y administrador de la Fundación Ramón Trias Fargas, que ahora lleva el mucho más moderno nombre de CatDem.

Don Félix, que es de natural agradecido, nunca dejó de valorar las gestiones que Josep Montilla (el gemelo bueno) realizó en su nombre para allegar fondos públicos al Palau. Un milloncete de euros de los Presupuestos Generales del Estado. En un sólo año.

Pero lo realmente hermoso y lo que convierte a Félix Millet en símbolo vivo, arteria palpitante, epicentro emocional de la Cataluña Nueva es saber que la manifestación del sábado la convoca Òmnium Cultural, la entidad pancatalanista que preside Muriel Casals, la que organizó la protesta contra el Ateneo de Barcelona por dejar hablar a Rosa Díez y comparó a esta con los nazi. Sí, hombre, la del compreu/no compreu que publicaba semanalmente listas de productos a boicotear por no estar etiquetados en catalán. Claro, la que ha recibido y recibe infinitas subvenciones públicas de Generalidad y ayuntamientos para promover entre otras cosas marchas anexionistas en el Sur de Francia y Valencia.

Y es que el padre de Félix Millet fue no otro que Félix Millet i Maristani, fundador del Orfeó (Catalá, cómo no) y director antes de la Guerra Civil del Periódico Oficial de Unió, los primos bautizados de Convergencia. Nada más estallar la Guerra salió a comprar tabaco y no paró hasta llegar a Burgos. A ponerse a las órdenes de Franco. Y cuando acabó la guerra presidió el Consejo del Banco Popular, y fundó (redoble de tambores) el Òmnium Cultural. Otro que era dos y estaba en ambos completamente o Cataluña, donde la esquizofrenia es arte (y parné).

Una última reflexión: cuando el sábado vea usted imágenes de la manifestación de Barcelona en las noticias recuerde que el 98% de las personas que allí ve tienen cargo público o esperan alcanzarlo en las próximas elecciones y entre tanto viven de la subvención. De nuestro dinero, en definitiva. Quítese al nacionalismo subvenciones, canonjías y sinecuras y quedan en España tres nacionalistas catalanes: Zapatero, Sistach y uno de los dos gemelos Montilla. No estoy seguro de cuál.

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