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Ian Vásquez

Aberraciones antiinmigrantes

Probablemente no exista medida más poderosa para incrementar la prosperidad que eliminar las barreras migratorias a escala mundial.

Con mucha razón, América Latina ha criticado fuertemente las posturas antiinmigrantes de Donald Trump, uno de los candidatos presidenciales por el Partido Republicano. Según él, los inmigrantes hispanos aumentan el desempleo, la criminalidad y otras cargas para la sociedad. Su propuesta de construir un muro entre México y EEUU se basa en tales falacias, que el canciller mexicano considera fruto de una "ignorancia profunda".

Esa actitud, desafortunadamente, se extiende en América. Los mexicanos se quejan del trato dado a sus compatriotas que emigran a EEUU, pero el de México a los migrantes centroamericanos es mucho peor. La República Dominicana está por expulsar a 180.000 haitianos, lo que además le está complicando las relaciones comerciales con su vecino. La semana pasada la República Bolivariana de Venezuela, después de cerrar parte de la frontera con Colombia, inició una campaña por la que ya ha deportado a más de mil colombianos, derrumbando sus hogares y separando familias bajo el pretexto de fortalecer la seguridad. Estos y otros ejemplos quedan lejos de la visión panamericana con que soñaba Simón Bolívar.

¿Es esperar demasiado que la región critique las medidas y actitudes antiinmigrantes en la propia América Latina con la misma fuerza que cuando se producen en EEUU? Hay abundante evidencia de que la inmigración no solo no es dañina para los países anfitriones, sino que tiene un impacto positivo importante tanto en ellos como en los de los inmigrantes.

Probablemente no exista medida más poderosa para incrementar la prosperidad que eliminar las barreras migratorias a escala mundial. Un estudio del economista Michael Clemens calcula que el efecto de tal medida generaría un aumento de entre el 50 y el 150% en el PBI mundial. No estamos cerca de ello, pero muestra el potencial de la inmigración. Cuando se permite el flujo de personas por las fronteras, se crea riqueza y empleo. Según el economista Ricardo Hausmann, las economías con más diversidad de inmigrantes tienen un mejor desempeño.

El impacto positivo va más allá de lo económico e influye en el arte, la cocina, el teatro, la arquitectura y demás ámbitos. La cocina peruana, con toda su diversidad, es prueba de ello. A veces se enfatiza que ciertos inmigrantes son mejores que otros, ya sea porque tienen educación o porque son mas prósperos. Pero, como mostró el economista Peter Bauer hace años, hay capital humano que es difícil o imposible de medir y que, sin embargo, desempeña un papel clave en el éxito de los inmigrantes, como fue el caso de los chinos (pobres y no educados) que migraron a Malasia y demás países del mundo durante el siglo pasado. En Lima hubo una época en que los chinos eran dueños de la mayoría de los hoteles, zapaterías y bodegas.

También es cierto que las diásporas benefician a los países de origen. Los emigrantes envían remesas en montos importantes. Muchas personas buscan tener una educación superior para poder luego triunfar en el extranjero. Una vez que llegan a ser doctores –u otro tipo de profesionales–, algunos salen del país, pero muchos deciden quedarse. Los que se van, aun así ayudan. La Sociedad Peruano-Americana de Medicina, por ejemplo, hace misiones y financia proyectos en el Perú.

Hausmann destaca el papel de las diásporas en el fomento del desarrollo. Las diásporas china e india, por ejemplo, desempeñaron un papel en la industrialización de Asia del Este y en el despegue del sector de alta tecnología en la India. Además, en la medida en que un país progresa, atrae a más inmigrantes y algunos emigrantes vuelven. Está empezando a ocurrir en el Perú, donde la inmigración se ha disparado desde los noventa, y la emigración ha comenzado a caer.

Esto indica que no todo va mal en la región respecto de la inmigración. Pero hace falta promover con más fuerza su liberalización.

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