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PROMESAS INCUMPLIDAS

A Kioto le crecen los enanos

Aunque los catastrofistas que dicen defender el medio ambiente celebraron como un éxito que representantes de 160 países reunidos en Kioto acordaran hace ya seis años que solamente 36 países deberían reducir o frenar las emisiones de seis gases, el dióxido de carbono principalmente, para evitar el supuesto calentamiento global, lo cierto es que los presagios de entonces no se están cumpliendo.

No me estoy refiriendo a la reciente e inusitada ola de frío, sino a acontecimientos más trascendentes. Por ejemplo, ahora resulta que la Unión Europea, que tanto ha echado en cara a EE UU su postura “contaminante”, es incapaz de cumplir sus propios compromisos y, como mucho, reducirá en 2010 las emisiones de gases en sólo un 0,5 por ciento, lejos del 8 por ciento prometido. Rusia se muestra, por otro lado, cada vez más reticente a ratificar el protocolo a pesar de las repetidas promesas de Vladimir Putin, lo que seguramente suponga el fracaso final del acuerdo ya que su definitiva entrada en vigor depende de la ratificación de 55 países que sumen al menos el 55 por ciento de las emisiones globales, un objetivo inalcanzable sin la firma de Rusia, quedando el refrendo de EE UU totalmente descartado. Y en el plano doméstico, las compañías eléctricas no se ponen de acuerdo sobre el compromiso que deben asumir en el reparto de cuotas de contaminación para intentar cumplir lo que a España le corresponde como país miembro de la UE, esto es, no sobrepasar en 2010 el 15 por ciento de incremento sobre lo registrado en 1990, cuando las previsiones apuntan a que se alcanzará casi el 50 por ciento.
 
Pero aunque sean estas las contrariedades más recientes, no son ni mucho menos las más graves de un acuerdo que empezó mal. El primer y principal error es la ideología anticapitalista que impregna el texto, según la cual la contaminación es directamente proporcional al desarrollo económico, cuando en realidad sucede todo lo contrario. Está empíricamente demostrado que cuando la renta per capita alcanza un determinado nivel, el medio ambiente mejora y, por ello, el deterioro medioambiental es en los países avanzados mucho menor que en décadas pasadas y que en el Tercer Mundo. Además, el agotamiento de los recursos marinos, la deforestación y la escasez de agua es en gran parte consecuencia de una mala asignación de los derechos de propiedad, lo que sucede en los países menos libres y, en consecuencia, más atrasados económicamente. Brasil y la India, por ejemplo, son responsables de buena parte de la emisión de metano, el segundo gas después del CO2 que según Kioto es más causante del efecto invernadero. La razón estriba en el atrasado sistema de explotación de sus cabañas bovinas, las mayores del mundo.
 
El protocolo de Kioto no contempla, sin embargo, ninguna regulación sobre las economías en vías de desarrollo y sí sobre un grupo de 36 países – los  europeos, EE UU, Japón, Australia, Nueva Zelanda y Rusia- entre los que se encuentran los que más eficazmente tratan los residuos. Se insiste machaconamente que Estados Unidos es el país más contaminante del mundo, cuando en realidad es el tercero que más eficientemente reduce las emisiones de los gases que supuestamente producen calentamiento. Aunque efectivamente es en valores absolutos el país que más cantidad de dióxido de carbono emite debido a su potencial económico, la contaminación es reducida medida por unidad de producción o, lo que es lo mismo, en relación al PIB. Realizado así el cálculo, de los  diez países que más gases emiten, Japón, Alemania, EE UU y Canadá son, por este orden, las economías que menos residuos producen, mientras que Rusia, Sudáfrica y Arabia Saudita ocupan los peores puestos. Sin embargo, el protocolo de Kioto pretende castigar sobre todo a los primeros países, lo que provocaría la deslocalización de industrias contaminantes y la compra de "derechos a emisión” a los países atrasados que carecen de mecanismos, económicos e institucionales, que eviten los vertidos. Por ello, estudios fiables calculan que, de cumplirse el protocolo, se  conseguiría una disminución neta de 0,14 grados, apenas el 6,4 por ciento del calentamiento supuestamente provocado por el efecto invernadero. Con este escaso resultado práctico, y dado que la entrada en vigor del protocolo supondría un coste para la economía de EE UU de entre el 1 y el 3,5 puntos de su PIB, la administración norteamericana, la de ahora y la demócrata anterior, se niega a ratificarlo si no alcanza a los países en desarrollo y especialmente a los más contaminantes, como México, Brasil, India, China y muchos de los integrados en la OPEP.
 
Pero lo que más está cuestionando el contenido y el espíritu de Kioto son los estudios científicos que ponen en duda el axioma de partida, es decir, que se está produciendo un calentamiento global por los gases contaminantes que, emitidos por el hombre, producen el efecto invernadero.  El informe de la  Academia Nacional de Ciencias norteamericana de 2001 llegó por unanimidad a dos  conclusiones, que la temperatura media global es alrededor de 0.5 grados más alta que hace un siglo y que, efectivamente, los niveles de dióxido de carbono han subido en los últimos dos siglos, pero no se consiguió relacionar causalmente un hecho con el otro y tampoco demostrar que el hombre sea el responsable. Más contundente es el reciente estudio publicado en la prestigiosa revista británica Energy and Environment que cuestiona lo que Kioto y antes el Panel Intergubernamental del Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) dan por absolutamente cierto: que el aumento de la temperatura en el siglo XX no tiene  precedente en el milenio pasado. Los autores confirman que, por el contrario, existió el llamado “Período Cálido Medieval” desde aproximadamente el año 800 hasta el 1300 de nuestra era, con temperaturas medias de casi dos grados superiores a las actuales, y una consiguiente “Pequeña Edad de Hielo” que ha durado hasta 1900. La pregunta clave que se hacen los autores es si el aumento de lo CO2 provoca el aumento de la temperatura o, como sospechan  muchos científicos, es el incremento de la temperatura por causas atribuidas al  Sol lo que determina el aumento del dióxido de carbono. Si esta sospecha se confirma, los enanos crecerán tanto que ese circo llamado Kioto tendrá que cerrar definitivamente.
 
 
 
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