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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Asesinos, sí, pero de izquierdas

Que cierta izquierda, o la derecha, pida en estos casos, a veces muy complicados, clemencia y cierta tolerancia, yo me apunto, pero convertir a vulgares asesinos en “héroes”, e incluso en defensores de “los derechos humanos”, no, yo no lo trago.

Se recuerda, más o menos porque los años pasan deprisa y los crímenes no cesan; menos o más se recuerda el asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas, en Italia. Siempre me llamó la atención el hecho de que estando en su coche rodeado de guardaespaldas, los terroristas mataron a todos estos, con un profesionalismo poco frecuente en esas brigadas, de un sólo tiro, dejando ileso en el momento del secuestro al líder de la Democracia Cristiana. Se recuerda, más o menos, el largo cautiverio de Aldo Moro, el intercambio obsceno de mensajes y declaraciones de los terroristas, del gobierno, y el propio Aldo Moro, hasta su asesinato. Las circunstancias bastante enigmáticas de ese martirio han dado lugar, sobre todo en Italia, lo cual es lógico, a toda una serie de debates, libros, películas, sobre este tema. Por ahora, yo me quedo con dos versiones del crimen que privilegian de forma bastante superficial la tesis de un episodio de la “guerra fría” a la de un trágico conflicto meramente italiano.
 
Los de siempre, la internacional de la mentira, acusa a la CIA con pelos y señales de haber organizado el asesinato de Aldo Moro porque éste estaba a punto de lograr el famoso “compromiso histórico”, o sea, que el PC italiano, representado entonces por Berlinguer, formara parte de un gobierno de unión nacional después de tantos años de oposición. Y, claro, dicen muchos, eso no convenía a Washington, y la CIA se encargó de organizar el asesinato. Lo que nadie dice, nadie, es que Aldo Moro había propuesto efectivamente compartir el poder con el PCI, pero a condición de que abandonara su sometimiento a la URSS. Os convertís en un partido realmente nacional y os ofrecemos dos ministerios y medio y tres pares de zapatillas. Bromas aparte, esa política molestaba mucho más a la URSS que a los USA.
 
Que el más importante partido comunista de Europa occidental dejara de ser súbdito de Moscú para participar en gobiernos “burgueses”, eso no podían admitirlo los soviéticos. Me parece más acertada la tesis de los que sostienen que si hubo participación exterior, si no se trata de un asunto —un crimen— exclusivamente italiano, fue el KGB quien participó y no la CIA, por los motivos políticos señalados, y además porque les era mucho más fácil, ya que el KGB y sus sucursales tenía excelentes relaciones clandestinas con Las Brigadas Rojas, “Lutta continua”, las “células comunistas combatientes” y todos los otros grupos que constituían ese archipiélago terrorista, dirigido desde Moscú y ayudado por las dictaduras árabes.
 
Políticamente, el “compromiso histórico” constituye algo así como los primeros pasos, en Italia, hacia ese pedo universal que se calificó luego de “eurocomunismo”, y que tuvo alguna repercusión en España y pudimos asistir, de lejos, al “combate de titanes” entre Santiago Carrillo y Fernando Claudin, que Claudin perdió como siempre. Sólo se quedó con Javier Pradera.
 
Han pasado relativamente pocos años desde el asesinato de Aldo Moro, pero casi todos se han convertido en prehistoria con la desaparición de la URSS y la consiguiente decadencia y crisis en todos los PC del mundo, prueba “científica” de que todos, a fin de cuentas, dependían de Moscú. Cuando no de Pekín, pero el injerto maoísta, en Europa, duró muy poco comparado con el prestigio, influencia y crímenes de la URSS. Ya he tenido ocasión de señalar, someramente, que la socialdemocracia europea, al convertirse en socialburocracia, ha integrado mucho, muchísimo, de la leyenda comunista, y sobre todo las mentiras de esa leyenda: la magnífica revolución bolchevique, la “larga marcha” China, las guerrillas latinoamericanas, el asesino ilustrado Che Guevara, y hasta hace muy poco, el propio Fidel Castro, tirando al basurero de la Historia la tradición, mucho menos repelente, de las socialdemocracias alemanas, austriaca y británica, pero únicamente como referente simbólico, no como práctica política. Un solo ejemplo: siguen exaltando a Lenin y a los bolcheviques, sin planear una insurrección armada en sus países, palanca esencial del marxismo-leninismo, sin embargo.
 
Recordaba todo esto y mucho más contemplando con divertida distancia el miniescándalo que se ha armado en torno a Cesare Battisti, terrorista italiano refugiado en Francia y recientemente detenido, porque la Justicia italiana exige su extradición. Leyendo en la prensa las pasadas hazañas de este desconocido hasta ayer por la tarde (Toni Negri se las ha apañado mucho mejor), resulta que se trata de un asesino vulgar, mata a un guardia de prisión, a un policía, participa en otros asesinatos y atracos, y su siniestra actuación le convierte hoy en día en “héroe positivo” para la izquierda francesa, y no sólo francesa. Se organizan manifestaciones, se lanzan llamamientos, y François Hollande, primer secretario interino del PS, va a visitarle a la cárcel para manifestarle su solidaridad. O sea, que el PS se solidariza con los terroristas italianos. Que quede bien claro que soy un resuelto adversario de la pena de muerte, partidario en muchas circunstancias de la amnistía, que cualquier tipo de represión política o estatal me repele, pero queda una cuestión fundamental que supera con creces los casos de Battisti, Negri y demás: ¿por qué un asesino se convierte en héroe —o en mártir— si es de izquierdas o “revolucionario” y si no lo es se queda en asesino?
 
Además, tratándose de esos héroes del terrorismo italiano, alemán, etcétera, ni siquiera se trata del delirio supuestamente revolucionario de los nihilistas rusos, de la FAI española y de otros grupos que antaño fabricaban bombas en sus cocinas y se creían que iban a hacer la felicidad de la humanidad, asesinado a obispos, príncipes, algún ministro, o al zar, no, estos nuevos terroristas —incluyendo, no faltaba más, o sobre todo, a ETA— son mercenarios y funcionarios del crimen, los cuales, incluso si personalmente pueden tener sus odios y anhelos de llegar al paraíso por la destrucción y el crimen, en realidad sólo sirvieron ayer a los totalitarismos, y hoy, cada vez más claramente, a la internacional del terrorismo islámico. No porque sean musulmanes, sino porque creen que es el último recurso que tienen para ser eficazmente “antiimperialistas”.
 
Que cierta izquierda, o la derecha, pida en estos casos, a veces muy complicados, clemencia y cierta tolerancia, yo me apunto, pero convertir a vulgares asesinos en “héroes”, e incluso en defensores de “los derechos humanos”, no, yo no lo trago. Todo el mundo, espero, habrá entendido que estoy hablando de Carod-Rovira y de la colaboración de ERC con el crimen organizado etarra. Desgraciadamente, como no están en la cárcel, habrá que volver sobre el tema.
 
 
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