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Intrahistoria del PP

El libro Pretorianos de Enrique de Diego se resume bien en su título: de dónde vienen y a dónde van, quizá quede por definir en dónde están. Los pretorianos poseen talento político, estos nuevos soldados de la guardia del emperador romano están tocados por la política, son supervivientes de las tinieblas y de los triunfos; han vivido intensamente las interioridades de partido, de sus traiciones, miserias y toda suerte de pampaneos. Aunque no todos han demostrado la misma pasión por el poder sí que se han visto obligados como generación a intervenir en la interpretación de las confusas aguas de la realidad política de los últimos veinte años. Casi sin excepción, en algún momento de sus ajetreados momentos políticos han estado en trance de desaparecer, han sido fuertes en su sorda lucha en el interior del propio partido con advenedizos, parailustrados y poliédricos, bordeando, como he dicho antes, los límites de la supervivencia política, porque el «otro», la alteridad, ya se sabe, era y es el PSOE.

El autor, al margen de mostrar la trayectoria de los chicos de Fontán, vaticanistas, fraguistas, democristianos, liberales de Garrigues y toda la leyenda aportada por las juventudes liberales de la transición donde cobran carta de naturaleza especialmente Carlos Aragonés y Miguel Ángel Cortés, señala como hito teórico la publicación en 1986 del libro publicado al alimón con Bernaldo de Quirós: El socialismo es el problema. En él se pone de manifiesto la desnaturalización de la democracia provocada por los usos y abusos de los gobiernos socialistas que dieron al traste con un déficit ético peligroso para el pluralismo y las libertades. Hete aquí que el liberalismo puede manifestarse a través de un partido conservador, puesto que en su dimensión económica combatía el paro y la pobreza. Descartada la purificación socialista y el «sistema» de Mario Conde, Aznar era el instrumento que daría una oportunidad a la sociedad civil optando por la estrategia de la carta liberal. Por fin el PP tendría un discurso político y una generación ganadora. Entre sudor, lágrimas y gomina se relatan historias muy sugerentes especialmente para militantes del PP que sin duda provocarán la cuarta o quinta edición de este libro –dejaremos la sexta para los militantes del PSOE que quieran conocer los huecos dejados al adversario y los orígenes de los balbases.

Aznar aparece, pues, como un conservador ecléctico con aires liberales. A partir del congreso de Sevilla («centrados por la libertad»), el PP cuenta con más de medio millón de afiliados, mayoritariamente jóvenes y con signo femenino, y un proyecto: se pasa de la mera yuxtaposición de ideas a un diseño donde la corriente liberal aparecía como síntesis. Los liberales eran –como siempre– minoritarios pero aportaban ideas, arma intelectual y oferta integradora de un nuevo consenso para ganar.

El capítulo Bailando con lobos es una mezcla de thriller, pesadillas y persecuciones de películas de los años cincuenta, cuando la guerra fría. Tiene el relato un héroe que es la víctima propiciatoria –cuanto más inocente, más víctima– en un homenaje a Arturo Moreno. El caso «Naseiro» –una vendetta Conde-PSOE para provocar a Génova– puso de manifiesto que Génova era mucho Génova y Aznar materializó un tourning point sin olvidar la actuación de todos los intervinientes. Nunca más volvió a saltarse el escalafón.

Estamos, pues, ante un libro donde el autor especialmente se siente testigo privilegiado de sucesos que afectan a tantos españoles que directa o indirectamente tienen relación con la política. ¿Amistad, amigos? La política implica relaciones especialmente intensas, la comunión de ideas, la unión de intereses, los objetivos comunes. Mas, al igual que la política es desmemoriada y olvida con facilidad a sus antiguos amantes, la amistad entre políticos tiene sus reglas propias. No acompaña en la desgracia. No es que no llamen los extraños, «es que se hace el vacío de los propios, la amistad en política cesa abruptamente cuando la amistad representa el más mínimo riesgo para las expectativas propias. Se dirá que eso no es amistad, pero así es la rosa».

La salida de Arturo Moreno es el reverso cruel del blindaje posterior del PP de Aznar ya que generó dos efectos: la puesta en marcha de la FAES y la llegada a Génova de Mariano Rajoy y con ellos un centro de equilibrio y un grupo de estricta fidelidad personal, asimismo se ocupará el centro político arrebatado a un PSOE que llega demasiado tarde con su programa 2000. Importante, por lo que tiene de expectativas, es el trato dado a la figura de Eduardo Zaplana, joven liberal de primera hora que tuvo que pasar una travesía del desierto y que desde abajo reaparece con fuerza, investido de una suerte atribuible a que cayó en una pócima mágica, ya que ha sobrevivido a todos los avatares de la vida política. Como presidente de la Generalitat valenciana inició un ascenso valiente encabezando el poder valenciano y asumió inteligentemente el principio de vertebración nacional del futuro español y europeo, concepto que el propio Enrique de Diego alentó desde las páginas de ABC. Mientras tanto Génova cambia el estilo tradicional –arraigado desde la época de Hernández Mancha– de que los poderes provinciales asaltasen la sede central, para imponer un sistema justo al revés de la mano suave pero firme de Rajoy «el hombre que no crea problemas, los resuelve».

Otra sorprendente afirmación del autor se refiere a que el PSOE no perdió el poder por mor de la corrupción, sino por el sonoro fracaso del modelo económico por el que apostó. En realidad esta afirmación es el reto formulado en el libro, un mensaje genuinamente liberal –deja entrever que sólo hay una pura esperanza liberal: Esperanza Aguirre– y espera que la nueva FAES tome musculatura y recupere su potencialidad vehicular en el mundo de la cultura y el pensamiento. El final del libro diferencia los logros de las dos legislaturas del PP, siendo en las postrimerías de la segunda cuando el liderazgo de los pretorianos pasa de Cortés a Aragonés, éste con su carácter reservado e invisible, quien mejor ha interpretado a Aznar, facilita la retroalimentación de los vaticanistas. Será Rajoy, el reformista gallego, quien tenga que interpretar el legado liberal. Un libro que en definitiva se engulle, como vulgarmente se dice, en dos sentadas, quedando el lector al final con la sensación de haber contemplado durante unas horas desde butaca preferente una de las historias políticas más apasionantes de los últimos años: el ascenso del Partido Popular.

Enrique de Diego, Pretorianos: de dónde vienen y adónde van los fontaneros de la Moncloa. Martínez Roca, 2004.

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