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MúSICA CLáSICA

Crónica de un verdadero espectáculo

“El niño judío” que se ha representando en el Teatro de la Zarzuela de Madrid es un “juguete cómico” con poca música —y, además, de no excepcional calidad, pese a ser del maestro Luna— pero, eso sí, magníficamente ubicada en un libreto cómico de gran calidad dentro de su género. Por eso, el auténtico logro de este nuevo montaje zarzuelero ha sido convertir la obra en un espectáculo vistoso y ágil; es decir: en un auténtico espectáculo.

La escenografía y los suntuosas figurines de Ana Garay son, sin duda, lo mejor de la velada. La dirección escénica de Jesús Castejón tiene el defecto de querer, a veces, ser más graciosa que el libreto, y eso es un craso error: al libreto de Enrique García Álvarez y nada menos que Antonio Paso basta con servirle al pie de la letra para que sea el más gracioso del mundo. Por lo demás, hay que admitir que todo estuvo en su sitio y con múltiples ideas originales y agradables.

Lástima que en lo musical, concretamente en lo vocal, las cosas no fueran tan bien, porque ni el pulido Manacor de Albert Montserrat, ni la españolísima Concha de Carmen González, ni —por supuesto— el gracioso Samuel del actor de insuficiente voz Rafa Castejón, fueron de lo más audible, pese a sus buenas intenciones. Y es lástima, porque la Orquesta de la Comunidad de Madrid —no tanto el Coro del Teatro de la Zarzuela— sonó realmente bien bajo la batuta de Miguel Roa, que no es un genio —por sabido se da— pero que conoce este género por delante y por detrás.

Eso sí: los actores —e incluso los cantantes haciendo de actores— resultaron magníficos, con especial mención a Pedro Miguel Martínez (el “Ñarigón de “La casa de los líos”) a cargo del papelón de Jenaro y a Cesáreo Estébanez (“Romerales” en “Farmacia de Guardia”) que hizo un rajá Jamar-Jalea de divertidísima presencia.

Los ballets no estuvieron mal, aunque no añadieron nada al espectáculo... bueno, tal vez sí: para su lucimiento, se incluyó, de modo bastante pertinente, la célebre Danza de “Benamor”, también del maestro Luna, música que siempre se disfruta, se baile o no se baile.

Recomendaciones Discográficas

LITURGIA JUDEOESPAÑOLA: Puerta de Veluntad. Alia Mvsica / Miguel Sánchez. HARMONIA MUNDI HMI 987026 (65’56”)

La prestigiosa compañía francesa Harmonia Mundi sólo tiene dos filiales fuera de su país de origen: una en Estado Unidos y otra en nuestro país. Harmonia Mundi Ibérica tiene fichados, en exclusiva, a unos pocos pero excelentes artistas entre los que, dentro del ramo clásico, se encuentra el conjunto Alia Mvsica, sin duda, la agrupación más competente de nuestro país para el repertorio medieval y renacentista (este último con algunas matizaciones). Sin embargo, Miguel Sánchez —que dirige soberbia y cultísimamente esta agrupación— asegura que su auténtico territorio es la música judeoespañola menos conocida: la mística y religiosa. Y esa es la que nos ofrecen en este “Puerta de veluntad”: una serie de 17 cantos sacros de irresistible belleza, tanto por la música que contiene como, sobre todo, por la interpretación convencidísima que Alia Mvsica nos da de estos cantos lejanos y herméticos.

DVORÁK: Sinfonía nº 8. Sinfónica de Londres / Sir Colin Davis. LSO LIVE, LSO 0002 (39’08”).

La Orquesta Sinfónica de Londres, una de las mejores del orbe, acaba de montar su propio chiringuito discográfico: LSO Live. Graba en directo sus propios conciertos (al menos los más relevantes) y los comercializa mediante esta etiqueta que acaba de presentarse, con grabaciones de Berlioz y Dvorák. Hemos escogido el disco de Dvorák, pues presenta una obra que sir Colin Davis —el director principal de la orquesta y protagonista de los nuevos lanzamientos, porque es un nombre que vende bien— frecuenta bastante en la actualidad: la Sinfonía nº 8 Op. 88 de Antonin Dvorák. La interpretación, desde luego, es soberbia, muy cercana, por concepto, a la plácida segunda grabación de Giulini para Sony. Pero es ridículo que sólo se haya grabado esta obra —eso sí, con una toma de sonido modélica, que parece muchas veces más de estudio que en vivo— porque el álbum se queda con tan sólo 39’, que es, hoy por hoy, con discos de 80’, una estafa. Aunque sea un disco no muy caro, todo hay que decirlo.

MOZART / BEETHOVEN: Sonatas para violín. Oleg Kagan (violín) y Sviatoslav Richter (piano). EMI 5 74293 2 (128’14”) 2 CD.

Los que siguen estando baratos —y mucho— y bien aprovechados, son los discos de la serie Double Forte de EMI, que ya comienza a estar saturada y a incorporar cada vez reediciones de relativo interés. Tal es el caso de la presente: cuatro Sonatas y un Andante de Mozart y dos Sonatas de Beethoven que aquí se ofrecen, en grabaciones de mediados de los 70. El auténtico atractivo es, sin duda, la aparición pianística de ese monstruo del teclado que fue Sviatoslav Richter. A su lado, el brillante —a veces áspero— Oleg Kagan, se empequeñece hasta casi desaparecer. Son interpretaciones de corte romántico, a veces con un punto de espesor trasnochado, pero con mucha música por parte del pianista y sin el más mínimo atisbo de cursilería o melindres interpretativos.
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