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1. ENIGMAS DE LA HISTORIA

¿Cuál fue la verdad del proceso Beyliss?

El caso Beyliss fue un proceso por un supuesto asesinato ritual que tuvo lugar en Rusia en 1911. De enorme publicidad en su época, fue novelado por Malamud en su obra The Fixer (El hombre de Kiev) y llevado a la pantalla por John Frakenheimer. Esa versión, artísticamente notable, ha sido la que, al fin y a la postre, ha quedado en la mente de millones de personas pero, en realidad, ¿cómo fue el proceso Beyliss?

El caso Beyliss fue un proceso por un supuesto asesinato ritual que tuvo lugar en Rusia en 1911. De enorme publicidad en su época, fue novelado por Malamud en su obra The Fixer (El hombre de Kiev) y llevado a la pantalla por John Frakenheimer. Esa versión, artísticamente notable, ha sido la que, al fin y a la postre, ha quedado en la mente de millones de personas pero, en realidad, ¿cómo fue el proceso Beyliss?
Se han escrito ríos de tinta sobre el denominado proceso Beyliss. Sin embargo, para la mayoría de la gente el contenido del mismo quedó fijado por una vigorosa novela de Bernard Malamud titulada en su versión española El hombre de Kiev. El argumento es muy sencillo. Un judío de la zona de demarcación en Rusia decide escaparse para mejorar su existencia, una existencia marcada hasta ese momento por la pobreza, la esterilidad de su matrimonio y la infidelidad de su esposa. En su huída va a dar en Kiev y, de manera fortuita, salva a un magnate antisemita, caído borracho en medio de la calle, que, al no saber su condición, le ofrece trabajo en una fábrica de ladrillos. La hija del magnate, una joven inválida y poco agraciada, se ofrece al judío pero éste no acepta mantener relaciones sexuales con ella al encontrarse ésta en los días de la menstruación. La muchacha concibe hacia el judío un resentimiento que la llevará a denunciarlo por intento de violación. La acusación se demostrará falsa y el juez señalará que el judío queda libre del cargo de violación aunque no de el de haber abandonado sin permiso la zona de confinamiento. En ese momento, el destino del recluso experimentará un quiebro fatal.
 
Al descubrirse el cadáver de un niño en la fábrica en la que el huido trabajaba, éste se verá acusado del crimen. Por añadidura, se verá sometido a todo tipo de vejaciones tendentes a conducirle a confesar su participación en un crimen ritual e incluso a aceptar la conversión al cristianismo. Decidido a defender su inocencia, el reo se mantendrá firme, leerá el Nuevo Testamento en la prisión conmoviéndose ante la pasión de Jesús e insistirá en que se le juzgue. Al final, mientras es conducido al tribunal, una bomba concluirá con la vida del acusado. La película, con guión de Dalton Trumbo, reprodujo sustancialmente la novela añadiendo abundantes inexactitudes históricas como un pogrom en Kiev, un sastre sionista o un final diferente en el que el protagonista entra en la sala de audiencias para ser, finalmente, juzgado. Como en tantas otras ocasiones, a pesar de la notable calidad de la novela y de la película, hay que señalar que los hechos históricos fueron muy diferentes.
 
Todo se inició con el descubrimiento del cadáver de Andrei Yushinsky, un niño de doce años, alumno de una institución religiosa de Kiev. La muerte había resultado totalmente inhabitual, ya que en su cuerpo había cuarenta y siete heridas de arma blanca que no sólo denotaban un notable conocimiento de la anatomía sino también el propósito de verter su sangre mientras todavía se hallaba vivo y, a juzgar por las huellas, de pie. Todo indicaba que el autor del crimen había sido un sujeto hábil y que, desde luego, tuvo que contar con cómplices. El cadáver fue descubierto una semana después en una cueva que había en el territorio de la fábrica de Zaitsev aunque los hechos no habían sido perpetrados en este enclave.
 
Inicialmente, nadie atribuyó la muerte del niño a razones rituales pero no se tardó en hacerlo dado que se hallaba cerca el inicio de la Pascua judía y que se estaba construyendo una nueva sinagoga en los terrenos de Zaitsev que, a diferencia del personaje de la novela, no era antisemita sino judío. Cuatro meses después de los hechos se procedió a detener como acusado a un judío de treinta y siete años, empleado de Zaitsev y llamado Menahem Mendel Beyliss. La detención tuvo lugar sin que sobre él pesaran indicios criminales de ningún tipo.
 
La instrucción de la causa fue verdaderamente deplorable a causa de la incompetencia de los instructores —uno de ellos Mishuk acabaría huyendo a Finlandia acusado de falsificar pruebas— y de sus rivalidades. Durante cerca de dos años, la acusación apuntó hacia la familia de la víctima hasta que ésta terminó por ser desechada y se orientó hacia Beyliss y su enjuiciamiento. Lo que sucedió a continuación acabaría adquiriendo visos de proceso contra el pueblo judío en su totalidad así como una dimensión verdaderamente internacional. El hecho no sólo resultaba alarmante sino además inusitado. A diferencia de lo sucedido en la Europa católica, los procesos por crimen ritual —el cometido supuestamente por judíos con cristianos con la intención de cumplir con una macabra ceremonia de contenido blasfemo y mágico— fueron inexistentes en la Rusia ortodoxa. De hecho, de manera bien significativa, los que se produjeron en el seno del imperio zarista siempre tuvieron lugar en zonas católicas —Grodno (1816), Veliy (1825), Vilnius (1900) — y no rusas —el asunto Kutais en Georgia (1878) o el de Dubossar (1903) en Moldavia. La única excepción a esta significativa circunstancia fue el proceso por crimen ritual de Saratov en 1856 pero incluso en ese caso el origen fue también católico.
 
El proceso Beyliss no fue ciertamente una excepción a esta tónica y permite en buena medida explicar el trágico rumbo que adoptó. Al respecto, debe tenerse en cuenta que la banda de ladrones de la que se sospechó inicialmente estaba formada por católicos polacos, que el experto en crímenes rituales del proceso fue católico —ni un solo clérigo ruso estuvo dispuesto a apoyar la tesis del asesinato ritual judío— y que el procurador encargado de instruir la causa era otro católico polaco llamado Chaplinsky.
 
 
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