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LIBROS: “ESPAÑA NO ES DIFERENTE”

Cuando las autonomías son antieuropeas

Una de las teorías más lamentables que se han difundido entre los intelectuales y los universitarios españoles es la referida a la anormalidad de España en comparación con los países europeos vecinos. Aunque los historiadores más honrados y sinceros, como Gonzalo Anes y Pío Moa, han tratado de refutarla, aún persiste.

Sin duda, causa de su éxito es su carácter legitimador de la transición y de muchos de los partidos y las personas sustentadores del régimen actual. España, según gente tan variada ideológicamente como José María García Escudero y Gabriel Jackson, Paul Preston y Javier Tusell, debe sus defectos (sus guerras civiles, su propensión al autoritarismo y la intransigencia, el aislamiento internacional, la importancia del catolicismo, etcétera) a una imperfecta construcción nacional y, para curarse, el remedio es desmontar la nación y la cultura para rehacerlas a la manera de los ansiados vecinos: Alemania, Italia, Bélgica y, sobre todo, Francia.

El catedrático Santiago González-Varas ha publicado un libro, titulado ”España no es diferente”, en el que se une a quienes consideran al español un ser no deforme, intermedio entre un caníbal y Jack el Destripador, sino equiparable a cualquier europeo.

La primera parte de este breve e interesantísimo ensayo menciona las opiniones que, sobre la esencia, el carácter y el destino de España escribieron tanto nacionales como extranjeros. La pregunta sobre qué es España se repite en Francia, en Alemania y en Italia. Y es que algunos de los intelectuales de estos países perciben sus patrias como un mosaico de pueblos y costumbres muy distintos entre sí. Hay alemanes para los que España es un modelo de unidad de los connacionales. Rolf Schroers se lamentaba en 1979 de que los alemanes, por culpa de las disparidades regionales careciera de un carácter nacional tan definido como el de los españoles. Pero no acaba aquí la coincidencia. González-Varas desmonta los mitos de “la unidad inacabada” y de “la falta de una identidad común”. En Francia, recuerda, con motivo del bicentenario de la revolución de 1789, afloraron las dos interpretaciones, una a favor y otra en contra. “En todos los Estados europeos está presente la diferencia interregional, aunque cada cual se la atribuya a sí mismo y se la niegue a los demás”, dice. Como se ve, los europeos coincidimos en sentirnos distintos de nuestros vecinos y pensamos que es más agradable la vida al otro lado de la frontera. Y todos han cargado con leyendas negras; en este caso, los españoles son los únicos que se la creen.

“España no es diferente, pero lo está siendo”, escribe González Varas. ¿A qué se refiere? Al poder que el Estado ha concedido a los ámbitos locales y, en concreto, al rango de las lenguas que no son el castellano. González-Varas reproduce unas reveladoras palabras del hispanista francés Joseph Pérez: “La peculiaridad de la Constitución de 1978 es el papel que atribuye a las autonomías regionales”. En todos los grandes Estados europeos hay varias lenguas que conviven con la oficial, algunas tan antiguas como el bávaro, que apareció en el siglo VI. Sin embargo, ello no supone ningún régimen de cooficialidad. En este campo, España sí es diferente. El autor expone varios ejemplos sobre las valoraciones administrativas asignadas al vasco, el catalán y el gallego y se pregunta “hasta qué punto este sistema español (que exige el conocimiento de las lenguas cooficiales para el acceso a la función pública autonómica) es compatible con la libre circulación de trabajadores que reconoce el Derecho comunitario europeo”. También critica la obligación de los poderes públicos de fomentar la lengua definida como propia, aunque los hablantes la rechacen. En ningún otro país europeo, insiste González-Varas, se reconocen tantos derechos a las lenguas minoritarias, debido a que en ellos predomina la idea de establecer espacios de comunicación lo más amplios posibles.

Incluso el federalismo se entiende de manera opuesta en España que en Europa. Mientras al norte de los Pirineos es “una fórmula puramente organizativa de colaboración”, entre nosotros significan “vías de transición para construir un Estado propio”.

González-Varas, que acusa a la izquierda española de haber ayudado a los partidos nacionalistas a lograr el arraigo de que hoy disfrutan, hace dos propuestas. La primera, y más inmediata, es la europeización de España, en el sentido de restar competencias, en especial lingüísticas, a los gobiernos y parlamentos regionales. Y en esto coincide con Bueno, que pagó con la expulsión de la cátedra su oposición a que la Universidad de Oviedo reconociera el bable como lengua cooficial.

La segunda es el regreso a la concepción de Imperio, tal como lo ha descrito Bueno, una concepción político-civil, “sin connotación negativa”, porque “la pérdida de identidad imperial determinó la debilitación de la unidad nacional”.

Un libro que habla sin tapujos, imprescindible para derrotar al victimismo.

Santiago González-Varas, prólogo de Gustavo Bueno, España no es diferente. Tecnos, Madrid, 2002, 162 páginas.
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