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ENTREVISTA

De los Ríos: "El único partido que se opone a la disgregación de España es el PP"

César Alonso de los Ríos es una de las figuras más relevantes del periodismo español de los últimos cuarenta años. Durante el franquismo trabajó en Triunfo, publicación de referencia para la oposición democrática. Descubridor de algunas de las plumas más brillantes del panorama periodístico y literario actual, De los Ríos ha denunciado la actitud antiespañola de buena parte de la izquierda en obras como Yo digo España o Si España cae. Ahora publica Yo tenía un camarada, de la que LD adelantó un fragmento el pasado fin de semana. 

César Alonso de los Ríos es una de las figuras más relevantes del periodismo español de los últimos cuarenta años. Durante el franquismo trabajó en Triunfo, publicación de referencia para la oposición democrática. Descubridor de algunas de las plumas más brillantes del panorama periodístico y literario actual, De los Ríos ha denunciado la actitud antiespañola de buena parte de la izquierda en obras como Yo digo España o Si España cae. Ahora publica Yo tenía un camarada, de la que LD adelantó un fragmento el pasado fin de semana. 
César Alonso de los Ríos.
– ¿Cómo, y por parte de quién, surge la idea de escribir este libro?
– La idea fue mía. Notaba que una generación tan importante como la del 36 estaba pasando al olvido. Se había hablado de ella en la Transición y en los primeros años de Felipe González, pero en los últimos tiempos se había colocado una manta de silencio sobre ella. El punto culminante de aquellos intelectuales fue un congreso organizado por el PSOE en 1984. Allí estaban, entre otros, Laín Entralgo, Torrente Ballester y José Luis Aranguren. Yo esperaba que se hiciera una revisión de la cultura franquista, pues estos hombres habían pasado de dirigir los medios culturales del régimen a liderar los movimientos democráticos de los años 50 y 60. No hubo nada de eso, a pesar de que todos los asistentes sabíamos que, por ejemplo, Laín había sido el autor de obras tan importantes para el franquismo como Los valores morales del nacional-sindicalismo.
 
– ¿Hay en Yo tenía un camarada una finalidad didáctica? Estoy pensando en las generaciones más jóvenes, en quienes no conocemos el ambiente cultural e intelectual del franquismo porque nadie nos ha hablado de él.
– Por supuesto. Esos hombres fueron los líderes intelectuales del franquismo desde los inicios de la Guerra Civil. Esos llamados antifranquistas estuvieron con Franco desde el 18 de Julio. Al margen de la falta de información que tenga la gente de tu generación, hay que señalar que los jóvenes de entonces no hablábamos de la Segunda República. A nosotros no nos interesaba el pasado, sino los problemas del momento, y por eso nuestras referencias fueron Aranguren, Tierno Galván, Torrente, el padre Llanos, Ruiz-Giménez, Areilza... Hablar de Besteiro, de Azaña o de Fernando de los Ríos, en nuestra generación, era un disparate.
 
– Llama la atención el entrecruzamiento de influencias de derecha e izquierda en los autores que estudias, independientemente de su evolución. ¿Podríamos tomar el hincapié que haces en este mestizaje ideológico como una crítica al concepto de supremacía moral de la izquierda?
– Yo he tocado esa idea muchas veces. ¿Acaso es supremacía moral el Gulag, o haberse aprovechado de la Guerra Fría? En líneas generales, la socialdemocracia ha sido oportunista. Y si pensamos en España, ¿dónde está el plus moral de la izquierda? La izquierda es derrotada en 1939 tras haber intentado llevar a cabo una revolución. ¿Dónde está la izquierda durante el franquismo? Cuando yo fui a la cárcel, en el año 63, éramos cuatro. ¿Quién se opuso al franquismo? ¿Conoces a alguno? Yo te puedo presentar a tres o cuatro, no hubo más...
 
– La izquierda volvió a ser derrotada en 1976, con ocasión del referéndum sobre la Ley de Reforma Política. Tú mismo estuviste en el movimiento de oposición a aquella ley.
– Tuvimos que admitir que el movimiento democratizador lo estaba liderando la derecha. En los últimos años del franquismo se había producido una revolución económica y social. Sólo faltaba hacer una Constitución e institucionalizar la Monarquía, nada más. El Partido Socialista sabía que estaba en desventaja, y por eso entra en la reforma. Cuando el PSOE se desfonda, tras la derrota electoral de 1996, algunos piden una renovación basada en la denuncia de la Transición. Es una auténtica revolución cultural, que niega no sólo el modelo español actual, capitalista, europeo y occidental, sino la existencia de la nación española. Es lo que pretende hacer este chico [José Luis Rodríguez Zapatero].
 
– Volviendo a los contenidos del libro, es sorprendente la influencia directamente fascista, incluso hitleriana, de algunos de los personales que retratas.
– Podríamos decir que, en los primeros años del franquismo, todos ellos estuvieron "a la derecha de Franco". Eran falangistas ortodoxos, y reclamaban un Estado fascista. Sin embargo, al mismo tiempo estaban atravesados por el cristianismo, y eso los alejaba del nacionalsocialismo. El nazismo laicista y ateo prácticamente no existió en España. Tovar y el catalán Vicens Vives fueron los más próximos a Hitler, aunque siempre dentro de una tradición cristiana, por lo demás muy española.
 
– La descripción que haces de las relaciones entre catolicismo y falangismo se aleja de esa idea tan extendida entre la izquierda oficial de una Iglesia subsumida en la Falange.
– Eso de una Iglesia metida en la Falange no tiene nada que ver con la realidad. Es el Ejército quien toma el protagonismo y embrida los movimientos católicos, que habían sido muy perseguidos por el Frente Popular durante la Guerra Civil. El falangismo fue un movimiento muy minoritario, que sin embargo contó con grandes intelectuales y escritores: no olvidemos a Agustín de Foxá, García Serrano, Sánchez Mazas, Giménez Caballero... Pero mi libro se centra en aquellos falangistas que derivan hacia posiciones democráticas.
 
– Unos antiguos falangistas a los que, a pesar de su conversión democrática, tratas de forma muy desigual. El cariño y la compresión que dispensas a algunos contrastan con el rigor y la severidad que aplicas a otros.
– Por ejemplo, yo soy muy comprensivo con Ridruejo, porque él admite su responsabilidad en la Guerra Civil llegando, incluso, a autodenominarse terrorista. Después se la juega en el franquismo. También se la juega Areilza, que trabaja a favor de la Monarquía desde del comienzo de la dictadura. En cambio, otros recurren a la impostura y al blanqueamiento de sus biografías. Es el caso del padre Llanos, el antiguo nacionalcatólico que pasa al comunismo justo cuando muchos estábamos pensando en abandonar el PCE y oculta su pasado. Otro es Tierno Galván, de quien ya hablé en La verdad sobre Tierno Galván. Torrente Ballester, a quien acorralo en una entrevista que reproduzco en el libro, hace lo mismo que los anteriores. La sinceridad me conmueve, la mentira me indigna. Por ejemplo, Vicens Vives, que citaba a Hitler en sus escritos, nunca quiso reconocer que había estado donde estuvo, a pesar de que Ferrán Soldevilla denunció desde el exilio que había muchos nazis entre los nacionalistas catalanes.
 
Eduardo Haro Tecglen.– Haro Tecglen es para muchos el paradigma de la impostura de algunos antiguos franquistas. Tú denuncias sus mentiras, aunque en un tono más cercano a la piedad que a la invectiva.
– Haro comenzó a trabajar a los 16 años en lo que podríamos llamar el periódico más facha del momento, el semanario ¿Qué pasa? Su padre estuvo en la cárcel por haber colaborado en un periódico propiedad de Juan March ocupado por el Frente Popular durante la Guerra Civil. Se trató de un malentendido, porque el padre de Haro Tecglen nunca fue republicano. Haro siempre quiso ser crítico y autor teatral, pero, al igual que le pasó a su padre, muchas de sus aspiraciones se vieron frustradas. Al final fue crítico en El País, pero nunca comprendió el teatro moderno. En el libro reproduzco su famosa crónica del funeral de José Antonio en El Escorial, la mejor prosa falangista de la época. Muchos años después se hace el súper rojo y el niño republicano. Más que enojo, yo siento pena por él y por sus tragedias. Lo conocí en Triunfo, una revista democrática y sin embargo fundada por un antiguo nazi, y fui testigo de algunos de los acontecimientos más importantes de su vida, como el nacimiento de sus hijos.
 
– Si me permites una crítica al libro, algunos capítulos concluyen de una forma un tanto brusca. ¿Es Yo tenía un camarada parte de una obra inacabada?
– Este libro es parte de un proyecto en el que quiero contar cómo se ha construido el imaginario de la izquierda española. No es que quiera dejar cosas para más adelante. Este libro trata de asuntos muy concretos, pero sí que es parte de mi interés por saber por qué la izquierda española es como es: antiamericana, antisemita, antiespañola y obsesionada por matar al padre.
 
– ¿Quién es el padre?
– España sería el padre global, aunque a la hora de analizar la trayectoria de muchos izquierdistas españolas hay que prestar atención a sus biografías. Hay casos de hijos de falangistas que daban clase en camisa azul, correaje y botas de montar y que luego se han inventado papás de izquierdas. No se debe juzgar a alguien por sus padres, pero tampoco vale mentir. A los progres que se dedican a atacar a España yo les digo: lo que os pasa es que tenéis un problema con vuestros padres.
 
En tu libro de 1994 Si España cae adviertes de los peligros que para la democracia supondría la asunción por parte del PSOE de los postulados más radicales de los nacionalistas. Los hechos parecen haberte dado la razón. ¿Cómo ves el futuro de España?
– Sobre esta cuestión yo ya había publicado en 1979 el artículo "Yo digo España", que es el equivalente político a Lo que queda de España de Federico Jiménez Losantos, un texto fundamental para entender el odio a España que profesan algunas de nuestras figuras literarias. Por cierto, el año pasado publiqué un libro sobre el mismo tema titulado, precisamente, Yo digo España. Yo lo veo muy mal. El único partido que se opone a la disgregación de España es el PP, pero me temo que hay algunos que quieren pactar con el PNV y con CiU. Si eso sucede, se acabó todo. Entonces, yo te haré una entrevista para que me cuentes cómo ves la situación desde tu juventud, porque a mí ya no me queda tiempo para cambiar el mundo...
 
 
ANTONIO GOLMAR, politólogo y miembro del Instituto Juan de Mariana.
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