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ASUNTOS EXTERIORES

Diversidad y discriminación

El Tribunal Supremo de EE.UU. inició el 1 de abril la vista oral de un caso destinado a hacer historia. La Universidad de Michigan se enfrenta a una joven, de raza blanca, que vio frustrado su deseo de estudiar derecho por el sistema de discriminación positiva, que favorece la incorporación a la enseñanza universitaria de individuos pertenecientes a minorías raciales.

Como la prensa contó en su día (The Washington Post, 23.02.03), Jennifer Gratz no pudo llegar a ser abogada y ahora es empleada en una empresa de informática. Pero Gratz no se resignó y pasado un tiempo decidió poner un pleito contra la universidad que la había rechazado. Este juicio puede poner en cuestión todo el sistema vigente en Estados Unidos desde la Ley de Derechos Civiles de 1964, y diseñado finalmente en otro caso judicial, de 1978. La sentencia de 1978 prohibió las cuotas en las universidades, pero permitió que la raza fuera tenida en cuenta para seleccionar a los futuros estudiantes.

El caso ha despertado una gigantesca expectación, a la que no ha sido ajena la guerra en Irak. Un participante en una de las manifestaciones que se están celebrando en Washington estos días, ha dicho que parecía como si estuvieran de vuelta los años 60. Pero por mucha pasión que haya suscitado el asunto, los manifestantes congregados no han ido más allá de unos cuantos millares, y las encuestas indican posiciones muy matizadas, e incluso contradictorias, en la opinión pública. En el fondo, la gente no quiere que se tenga en cuenta la raza como elemento de selección, pero tampoco niega la existencia de un problema racial y la necesidad de adoptar alguna medida para solventarlo (encuesta de Associated Press, 7.03.03).

El Gobierno de George W. Bush ha apoyado la posición de Jennifer Gratz con argumentos que recogen bien esta complejidad. La Administración Bush no se opone a alguna clase de promoción, pero sí a la puesta en práctica por la Universidad de Michigan, que concede puntos suplementarios a los alumnos por cuestiones de raza. En otras palabras, la Casa Blanca se opone a las cuotas, no a la diversidad cultural y racial. Es la misma opinión de The Economist, que en un editorial reciente aludía a la rabia de las familias que ven sus esfuerzos y sus esperanzas frustrados por una decisión estrictamente política (06.03.03). Algunos periódicos populares, como el USA TODAY mantienen lo mismo.

Un ejemplo. Es sabido que 65 grandes empresas (entre ellas Microsoft, Coca-Cola y General Electric) se han manifestado a favor de la Universidad de Michigan. Argumentan que la prosperidad material de Estados Unidos requiere promover la diversidad cultural. USA TODAY se ha interesado por saber si había alguna diferencia entre esta propuesta y la de la Administración Bush. La respuesta es no. El representante de estas grandes empresas ha reconocido incluso que es “positivo que (Bush) piense que la diversidad es fundamental”. (31.03.03)

En The Washington Post, que ha cubierto generosamente las manifestaciones, hay columnistas que se manifiestan en la misma línea. Richard Cohen (03.04.03) insiste en que la diversidad racial y cultural no puede justificar medidas discriminatorias. También recuerda que el argumento de los años 60 para apoyar la discriminación positiva no era la promoción de la diversidad, sino la rectificación de un legado histórico perverso debido a la esclavitud y a la segregación. Como uno de los jueces del Tribunal Supremo es de raza negra, y también lo es uno de los abogados de la Universidad de Michigan (de los mejores de Estados Unidos: su bufete lleva ya cobrados 19 millones de dólares por el caso), Cohen sugiere que ese legado está en parte superado.

Los progresistas lo niegan, pero no resultan convincentes. The New York Times, en su editorial del 02.04.03, ni siquiera se digna a rebatir los argumentos de que la discriminación positiva es un instrumento agotado, que puede ser perjudicial para el conjunto de la sociedad y que viola derechos individuales fundamentales, como el de no ser juzgado por motivos de raza. The New York Times se limita a reivindicar la diversidad, que nadie discute, y a citar a las famosas 65 empresas sin entrar en más averiguaciones. Desde el lado progresista se quiere volver a politizar un asunto que, pese a su altísimo voltaje sentimental, no se plantea ya en función de las posiciones tradicionales de los años 60 y 70.

La pluralidad de la prensa parece demostrar que la vuelta a esos años es un espejismo.
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