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Yo soy de Libertad Digital

El día que pusimos online la primera edición de Libertad Digital, Federico Jiménez Losantos se sentó a mi derecha, revisó la portada, pidió hacer algunas correcciones y, una vez que todo estuvo listo, él mismo pulsó "enter" y el primer número saltó a la red. Era el 8 de marzo de 2000, sobre las siete y algo de la tarde. A las ocho en punto, Federico ya estaba en la COPE, en La Linterna, anunciando la noticia a sus oyentes. Así empezó la historia de un éxito. Y yo estuve allí. Yo soy orgulloso testigo de aquello. Como tantos otros, también yo di parte de mi vida para que Libertad Digital fuera una realidad.

Javier Rubio, el primer director del periódico, creó un gran equipo gracias a su increíble olfato para detectar el talento. Como es un hombre prudente y ajeno a las exhibiciones, nunca lo reconocerá públicamente, pero él es quien edificó Libertad Digital a base de tesón, templanza y paciencia. Tesón para perseguir todos los días el objetivo de hacer un buen periódico, templanza para mantener firme el rumbo con mano de hierro en guante de seda, y paciencia para saber que, después de los errores de hoy, llegarían los aciertos de mañana. Como así fue.

Éramos todos muy jóvenes, la sangre nos hervía en la venas, trabajamos duro todas las horas del día y de la noche sin que nos importara otra cosa que Libertad Digital. Incluso comíamos allí, en aquella romántica redacción de la calle Conde de Aranda, donde todavía volvemos con la memoria, nostálgicos, cerrando los ojos para recordar mejor los momentos vividos, todos buenos, porque hasta los malos recuerdos se vuelven buenos con el tiempo, y los sinsabores, que los hubo, se evocan con ternura.

No fue fácil. Nos inventamos a nosotros mismos y nos volvimos a reinventar varias veces hasta que le cogimos el hilo a Federico. Esa fue la clave: hacer que el periódico se pareciera a su editor. Estábamos tan compenetrados con él, que incluso nos adelantábamos a sus reflexiones, a su forma de interpretar la actualidad. El mérito de tal hazaña se debe, sobre todo, a Javier Rubio, que tan bien conoce a Federico, y a dos hombres fundamentales para Libertad Digital: Dieter Brandau y Javier Somalo.

Y cuando Libertad Digital tomó cuerpo, de nuevo hubo que darle la vuelta porque llegó la tele, y, poco después, la radio obligó a hacer otra catarsis. Pero ahí yo ya no estaba. Son otros los que deben contar esa historia. Yo sólo soy testigo de aquellos primeros cuatro años de Libertad Digital. Cuatro años irrepetibles que me dejaron marcado para siempre, tanto que no oculto el orgullo que me produce decir públicamente, tanto tiempo después, que yo soy de Libertad Digital.

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