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Un llamamiento al respeto mutuo y a la calma

Asistimos con creciente preocupación a la escalada de hostilidad y reproches mutuos provocados por la publicación, en periódicos europeos, de unas caricaturas del profeta Mahoma que los musulmanes consideran profundamente ofensivas. Todos saldremos perdiendo si no somos capaces de desactivar inmediatamente esta situación, que sólo puede dejar en el camino un rastro de desconfianza e incomprensión entre unos y otros. Por este motivo, es necesario apelar a la serenidad dejar que se escuche la voz de la razón.

Cuando los jefes de Gobierno de Turquía y España presidimos, el año pasado, la puesta en marcha de los trabajos de la Alianza de Civilizaciones partíamos de una firme convicción: necesitábamos iniciativas e instrumentos para detener la espiral de odio y ofuscación, que en sí misma constituye una amenaza para la paz y la seguridad internacionales. Los desdichados acontecimientos que estamos viviendo nos reafirman en nuestro diagnóstico y en nuestra voluntad de sumar aún más apoyos a esta causa.

Históricamente, España y Turquía han sido encrucijadas entre Oriente y Occidente. Por eso sabemos muy bien que la manera de gestionar el roce entre culturas diversas puede enriquecernos enormemente, pero también puede dar pie a diferencias destructivas. En un mundo globalizado, en el que no dejan de multiplicarse las relaciones y los intercambios entre diferentes civilizaciones y en el que un incidente local puede tener repercusiones mundiales, es esencial que cultivemos los valores de respeto, tolerancia y coexistencia pacífica.

La libertad de expresión es una de las piedras angulares de nuestros sistemas democráticos, y nunca renunciaremos a ella. Pero no hay derechos sin deberes y sin respeto a las diferentes sensibilidades. La publicación de estas caricaturas puede ser perfectamente legal, pero no indiferente, por lo que debería ser rechazada desde un punto de vista moral y político. En último término, estas cosas se prestan a malentendidos y manipulaciones de diferencias culturales que, sin embargo, son compatibles con nuestros valores comunes. Ignorar esto puede llevar a la desconfianza, el distanciamiento y la ira, todo lo cual puede generar consecuencias no deseadas que deberíamos tratar de evitar entre todos.

Sólo con el máximo respeto por las creencias de unos y otros seremos capaces de construir un sistema internacional más justo. Nosotros estamos firmemente comprometidos con el respeto a las normas del Derecho internacional y con la defensa de las organizaciones internacionales que lo encarnan. No obstante, ni las leyes ni las instituciones son suficientes para garantizar la paz en el mundo. Necesitamos cultivar la coexistencia pacífica, que sólo es posible cuando existe interés por comprender el punto de vista del otro y respeto por lo que ese otro considera más sagrado. Esto hace todavía más urgente alcanzar los objetivos de la Alianza de Civilizaciones promovida por España y Turquía.

(Artículo publicado en el International Herald Tribune del 6 de febrero de 2006).
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