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LIBERALISMO

Enemigos del mercado

Los populistas han logrado plantar muchas falsedades en el sentimiento popular latinoamericano. Una de ellas es la idea de que el libre mercado beneficia principalmente a los ricos y a menudo perjudica a los pobres. Por eso, supuestamente, las personas que defienden el libre mercado defienden a los ricos y los que se oponen al mercado defienden a los pobres. Nada más lejos de la realidad.

Los populistas han logrado plantar muchas falsedades en el sentimiento popular latinoamericano. Una de ellas es la idea de que el libre mercado beneficia principalmente a los ricos y a menudo perjudica a los pobres. Por eso, supuestamente, las personas que defienden el libre mercado defienden a los ricos y los que se oponen al mercado defienden a los pobres. Nada más lejos de la realidad.
No es cierto que el mercado libre perjudica a los más pobres, ni que los ricos defienden el mercado. La verdad está a la vista. En todos los países donde rige el mercado libre hay una gran oferta de empleos, un aumento sostenido de los salarios y un alto nivel de vida para los trabajadores. Por el contrario, en los países estatistas, en los que se restringe el mercado, la gente, sin excepción, padece pobreza, desocupación, informalidad, corrupción, bajos salarios y mísera calidad de vida. Es obvio que quienes defienden el mercado defienden los intereses de los trabajadores, la gente común, no de los ricos, precisamente.
 
Este viejo engaño socialista sigue intacto debido a que parece de sentido común suponer que el libre mercado beneficia principalmente a los ricos, los empresarios, los capitalistas, los industriales, razón por la que éstos deberían ser sus más fuertes promotores. No es así. La prueba es que los ricos son los peores enemigos del mercado. A los ricos no les interesa preservar la libre competencia porque ya han alcanzado la riqueza y no la quieren compartir. En la visión de muchos ricos, la competencia de agresivos nuevos empresarios, ansiosos de escalar en la economía, solamente puede perjudicarles. Por eso quitan la escalera cuando llegan arriba.
 
En todas partes y épocas los ricos hacen alianzas con gobiernos estatistas para obtener privilegios y restringir el mercado. Y los gobernantes, a cambio del financiamiento de sus gastos y campañas, suelen ceder a la pretensión de los empresarios que buscan asegurarse un mercado cautivo, en el que puedan fijar los precios sin la molestia de la competencia. Para ello otorgan licencias y permisos, inventan medidas proteccionistas que dificultan el acceso de nuevas empresas al mercado y establecen altos aranceles y otras trabas al comercio. Lo hacen, supuestamente, para defender la producción nacional y el empleo.
 
Otros privilegios que los ricos obtienen en economías estatistas son los subsidios, los créditos baratos o "de fomento al desarrollo", la refinanciación de deudas, los tipos de cambio preferenciales, la exención de impuestos. Nada de esto existe en un mercado libre, como tampoco existen las corruptas empresas estatales, verdaderas fábricas de ricos.
 
En América Latina la mayoría de los ricos son políticos, gobernantes, militares y funcionarios que hicieron su fortuna robando al Estado. Estos ricos jamás van a apoyar el cambio, las reformas y el mercado libre, donde saben que sólo prosperan los que trabajan y compiten honestamente.
 
El mercado favorece a los pobres porque carece de las trabas, coimas y trámites burocráticos que dificultan a los más pobres acceder a un empleo y establecer negocios legales, y porque la competencia y el libre comercio aseguran la provisión de bienes y servicios de bajo costo. El mercado elimina los privilegios de los políticos y empresarios amigos estableciendo la igualdad de derechos y oportunidades para trabajadores y empleadores, prestatarios y prestamistas, arrendatarios y propietarios. En el mercado las personas comunes son soberanas, y se enriquecen únicamente los empresarios que mejor satisfacen los deseos y necesidades de los consumidores.
 
Pero los que explotan a la gente no son los ricos, sino los gobernantes estatistas, que intervienen los mercados para evitar la libre competencia, mantener los privilegios de empresarios amigos y repartir cargos y prebendas a su clientela política. Por eso la mejor forma de acabar con la corrupción, los privilegios y el clientelismo que enriquece a unos pocos gobernantes a costa del empobrecimiento de los pueblos es liberalizar las economías para garantizar un mercado libre, con Gobierno limitado, justicia independiente y sólidos derechos de propiedad, en el que todos puedan trabajar y prosperar.
 
 
© AIPE
 
PORFIRIO CRISTALDO AYALA, corresponsal en Paraguay de la agencia AIPE y presidente del Foro Libertario.
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