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COMER BIEN

Gastronomía: El rey de la noche, el "gin & tonic"

Quedan ya lejanos los días en los que el segundo componente de la trilogía “café, copa y puro” era el coñac, o el brandy, que por entonces apenas tenía que soportar más competencia que la del anís, cuando no se unía a él en el llamado “sol y sombra”, más propio para matar gusanillos mañaneros que en la sobremesa.

El brandy cedió su puesto al whisky. Al whisky por antonomasia, el escocés, el “scotch whisky”. No fue fácil; todavía recuerdo aquellos comentarios despectivos de que el whisky sabía “a chinches”. No lo sé: no he probado las chinches. Pero el whisky, y sobre todo el de malta, me gusta mucho. Gran mérito en la sustitución del brandy por el whisky la tuvo una marca nacional, “DYC”, siglas que encubrían el poco atractivo nombre de “Destilerías y Crianzas”. Su precio y, sin duda, su más que aceptable calidad hicieron que el público español lo aceptase; tanto, que la gente no pedía “un whisky”, sino “un DYC”.

Pero la época dorada del whisky en la sobremesa, especialmente en la nocturna, parece haber pasado también. Por un lado atacan con fuerza los aguardientes de orujo, un trago corto, sin hielo; por otro, es cada vez más frecuente que el comensal elija un trago largo, el hoy rey de los combinados: el “gin & tonic”, que ha desplazado al “cuba libre” y a sus múltiples derivados. El “gin & tonic” es, como el whisky, un invento anglosajón. Fue en los tiempos del Imperio, en la India, donde parece haber nacido esta agradable combinación de “gin” y agua tónica. En efecto, uno de los aspectos menos gratos de la vida en la India para un británico era la malaria; y su mejor antídoto era la quinina.

Los ingleses podían haber optado por los vinos quinados, aquellos que tanto se consumieron en España en otro tiempo; pero prefirieron el agua tónica, que también contiene quinina. Lo que pasa es que la tónica —nadie le llama “agua tónica”— sola resulta bastante sosita, de modo que los súbditos de Su Graciosa Majestad dieron en mezclarla con su aguardiente nacional, que en Inglaterra no era el whisky, al fin y al cabo escocés, sino el “gin”, lo que hoy llamamos ginebra aunque antes ese nombre estaba reservado a las elaboraciones holandesas.

Hoy hay incluso una nada despreciable cultura del “gin & tonic”. Triunfan nuevas marcas de ginebra, en tanto que casi desaparecen del mercado otras en tiempos muy famosas y solicitadas. Pese a que en la mayor parte de los establecimientos siguen sirviendo el “gin & tonic” en el antiestético e incomodísimo vaso “de tubo”, el buen bebedor de “gin & tonic” lo rechaza en beneficio de otro tipo de recipientes, desde la copa con pie hasta el fino y grande vaso de sidra.

© Agencia Efe


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