Menú
PAÍS VASCO

Ibarretxe y su plan para seguir perdiendo peso

En los cursos de verano de este año, se ha insistido en las nefastas consecuencias económicas para la comunidad vasca del Plan Ibarretxe. Quizás las sombrías perspectivas de pobreza convenzan a muchos indecisos para abandonar la equidistancia y oponerse a las aventuras secesionistas.

El abertzalismo ha conseguido limitar el campo de debate a asuntos históricos y políticos, a la vez que excluía la economía. Los efectos sobre ésta se limitaban a las genéricas promesas de bienestar y riqueza. “Los vascos gestionamos mejor con menos dinero”, es la frase que repiten Javier Arzallus y otros abertzales, aunque la realidad es otra. En opinión de economistas como Antxon Pérez Calleja, “la autonomía se ha reducido a tener los funcionarios mejor pagados del Estado”. Y el coste no se limita a los sueldos sino a asuntos como la vivienda. San Sebastián, Bilbao y Guecho figuran entre las ciudades españolas en que los inmuebles son más caros.

En sendos cursos de verano, Juan Velarde y Mikel Buesa han insistido en que el proyecto del PNV y de EA, apoyado por Izquierda Unida, puede hundir la economía vasca. Ésta, pese a los argumentos con los que tratan de tranquilizarse los propios nacionalistas, es completamente dependiente de la del resto de España. Y el Plan Ibarretxe, aunque se presenta como un medio para obtener una “convivencia amable” entre dos entes tan distintos y lejanos como Euzkadi y España, aparte de despreciar a la mitad de la población que rechaza el separatismo, levantará fronteras a los productos, los servicios, los capitales y la confianza. De esta manera paradójica, el PNV, que desde el final de la Segunda Guerra Mundial se había decantado por apoyar la integración europea como medio de deshacer los poderes más opresivos del Estado español (la peseta, las Fuerzas Armadas, las Cortes Generales, la política exterior, el sector público empresarial, etcétera), quedará al margen de la Unión Europea y de la moneda única.

A las críticas y los pronósticos de los economistas, los abertzales replican de modo desabrido. Según ellos, la economía vasca no tendría por qué sufrir ningún perjuicio y mantendría los mismos niveles de bienestar que hasta ahora. Después de 23 años de gobierno ininterrumpido por parte del PNV de las principales instituciones vascas y con el Concierto Económico, se puede hacer un análisis macroeconómico de su mandato.

Al igual que fue la bestia negra de Sabino Arana, el andaluz Antonio Cánovas del Castillo, quien concedió a las Vascongadas los Conciertos, un sistema fiscal privilegiado similar al Convenio navarro, Francisco Franco y su régimen contribuyeron a la enorme bonanza de que disfrutó la región durante años. En 1900-2000. Historia de un esfuerzo colectivo, Fernando Becker Zuazua recopila datos del BBV y de la Funcas para elaborar un cuadro de la evolución del PIB de las actuales comunidades autónomas desde 1955. Su conclusión es que las Vascongadas tuvieron sus mayores tasas de crecimiento en el franquismo. Entre 1955 y 1959 el aumento del PIB fue del 3,51% y entre 1960 y 1975 del 7,96%. En esos años, el Gobierno nacional primó la producción industrial vasca, con aranceles y créditos, y fomentó la emigración de mano de obra.

La construcción de la autonomía comenzó en 1980. El PNV formó gobierno presidido por Carlos Garaicoechea y en poco tiempo obtuvo numerosas competencias de la Administración General. Desde el primer momento, dispuso del Concierto Económico para recaudar impuestos y decidir su gasto. En esa época, las industrias tradicionales de Vizcaya y Guipúzcoa se estaban desmantelando y, como en una pesadilla milenarista, existía el temor a que la región quedase hecha un desierto. La tasa de paro juvenil en algunas localidades rondó el 50%. En esas circunstancias, el PNV prefirió derrochar miles de millones en montar una televisión pública y una Administración propia, desde la Ertzaintza a las Juntas Generales (un parlamento con 51 escaños por provincia). Vulnerando el principio del Concierto, que hace responsable a la autonomía de la gestión en su territorio y limita las transferencias de fondos a las pensiones de la Seguridad Social y pocos conceptos más, el Estado libró 12.700 millones de euros a precios actuales, según cálculos de Buesa, que amortiguaron el desplome social y económico.

Las conclusiones macroeconómicas de la labor del nacionalismo ya están hechas. En el período que Becker denomina de descentralización (1976-1985), el PIB regional bajó un 0,26%, el único registro negativo de los estudiados y para toda España. Entre 1986 y 1998, la tasa volvió a ser positiva: el 3,21%, pero aun así quedó por debajo de la media nacional, que fue del 3,49%. En el estudio Evolución económica de las comunidades autónomas 1975-200 (Instituto de Estudios Económicos), redactado por Julio Alcaide Inchausti y Pablo Alcaide Guindo, el País Vasco presenta el segundo menor crecimiento anual del PIB acumulativo en ese período. Mientras la media nacional es del 2,68%, la región vasca se queda en el 1,95%. Sólo Asturias presenta un dato peor: 1,49%. Murcia creció a una tasa anual del 3,29% y la vecina La Rioja, que se queja de la competencia desleal del Concierto, lo hizo al 3,27%.

Estamos, por tanto, ante una economía sometida al intervencionismo y el clientelismo y ordenada, además, por incompetentes. De lo contrario, al PNV no le importaría el traslado de las sedes de Iberdrola y del BBVA fuera de Bilbao, pues de ser cierta la famosa laboriosidad de los vascos sería cuestión de poco tiempo que surgieran otras industrias pujantes.

En los últimos años, la política económica aplicada por el PP y la entrada en el euro han beneficiado a toda España. En el caso vasco, el crecimiento se debe a un factor común a otras comunidades como la de Castilla y León, tal es la demografía. Buesa, que lleva camino de convertirse en uno de los intelectuales más odiados por el “nacionalismo democrático”, a la altura de Fernando Savater y de Jon Juaristi, insiste en que el enriquecimiento vasco es en parte ficticio y se debe a la pérdida de población. Entre 1981 y 2001, el País Vasco perdió 52.000 habitantes y de los que forman el grupo más activo y preparado de la sociedad. Si la población vasca hubiera aumentado en la misma proporción que la de toda España, el PIB por habitante sería sólo un 8,5% superior a la media nacional, cuando en 2001 rozó el 23%. Es decir, las porciones del pastel parecen más grandes a los comensales porque se reparten entre menos.

El envejecimiento de la población, que ya es un problema en el ámbito español, será más preocupante en el vasco. Si ahora hay 433.000 perceptores de pensiones contributivas, en 2025, según los cálculos del propio Gobierno autonómico, habrán subido a 638.000. Y su sostenimiento correrá a cargo de una población activa menor.

Semejantes pronósticos quizás disuadan de una vez a los empresarios y profesionales que no viven del presupuesto público y practican el nefando vicio de la equidistancia. Si comprenden que su bienestar está en peligro puede que decidan reaccionar con algo más contundente que con llamamientos a la concordia y al diálogo.

Sin embargo, la ideología nacionalista, cuando se acompaña de nóminas públicas, es inmune a argumentos económicos. Por eso, sin olvidar las estadísticas, al proyecto nacionalista hay que replicar con política.
0
comentarios