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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Kapos

El desconocimiento abismal, la desinformación general y la pérdida del sentido de las palabras se han vuelto a manifestar con el grotesco escándalo provocado con motivo de una broma de Berlusconi, porque, señores, los kapos en Buchenwald y otros campos eran comunistas.

Vale la pena recordar brevemente lo sucedido: estrenándose, por segunda vez, como presidente de turno de la UE en el Parlamento europeo, Silvio Berlusconi se vio, él y su Gobierno, violentamente atacado por el eurodiputado Martín Schultz, socialburócrata alemán. Con ironía Berlusconi respondió a sus insultos declarando que le veía bien “en el papel de kapo en una película sobre los campos nazis que se está rodando en Italia”. Esa broma resultó ser una broma pesada pero si prácticamente nadie aludió a la agresión verbal del señor Schultz, casi todos protestaron airadamente porque Berlusconi había tratado de nazi, o de kapo nazi, a un eurodiputado socialista alemán. Si hace tiempo que estamos acostumbrados a la ignorancia y mala fe de un Vázquez Montalbán, pongamos, pero son muchos más, se podría exigir del canciller Schröder que conociera mejor la Historia de su propio país y no confundiera el apodo, desde luego insultante, de kapo con los nazis porque, repito, los kapos eran comunistas, y en ciertos casos comunes.

Ya tuve ocasión de afirmar que, en mi opinión, los rasgos comunes a los dos totalitarismo, el nazi y el comunista, eran más importantes que sus diferencias, incluso si Hitler, con su delirio de conquistas, envió sus tropas contra la URSS en Junio de 1941, después de más de cuatro años (1937/1941) de estrecha colaboración entre los dos sistemas. Pero la trágica realidad de los campos nazis tiene rasgos peculiares que ya se han expuesto pero que por lo visto nadie ha leido, ni siquiera el Canciller alemán. A vuelapluma, pueden distinguirse dos tipos de campos de concentración, los de trabajo (Buchenwald, Mauthausen, etcétera), y los de exterminio (Auschwitz, Treblinka, etcétera). Desde luego, se moría mucho en los campos de trabajo, pero se mataba más en los de exterminio. Someramente, podría definirse así la férrea y siniestra jerarquía concentracionaria: en la cúpula claro los nazis, los SS, con derecho de vida o muerte sobre todos los deportados, y entre la masa de deportados, verdaderos esclavos, y la cúpula nazi, lo que en otras ocasiones califiqué de “subadministración”, o sea los kapos, deportados con ciertos privilegios y ventajas que les permitían comer mejor, vestir mejor, sentir menos frío, trabajar menos que la masa de cadáveres ambulantes, y sobre todo, lo más tremendo, lo que siempre ha intentado ocultarse: elegir quiénes iban a formar parte de los comandos de trabajo forzado en el exterior del campo y quiénes iban a morir la mañana siguiente, fusilados o ahorcados por los nazis.

En efecto, la cúpula nazi de los campos, con cínicas perversidad, dejaba a los kapos la selección de los deportados que formarían parte de los comandos de trabajo forzado, en los que morían como moscas, limitándose a precisar el número de deportados necesarios para cubrir dichos trabajos forzados. Y, cuando por los motivos que fuera, conatos de rebeldía, intentos de evasión, decidían represalias ejemplares, exigían de los kapos que les entregaran no personas en concreto, no individuos de carne y hueso, sino una cantidad variable de deportados, simples números, la abstracción del crimen, que serían fusilados o ahorcados la mañana siguiente para “mantener la disciplina”. Evidentemente, los kapos comunistas no enviaban nunca a la horca o al paredón a otros comunistas, ni siquiera a los comandos de trabajo forzado, tan peligrosos. Esta tragedia, porque evidentemente si los kapos comunistas o comunes se hubieran negado a obedecer a tan criminales órdenes hubieran sido ellos mismos las próximas victimas, ha permitido a un ex kapo español publicar un vodevil en el que juega con el cambio de muertos o la identidad de cadáveres cuando la realidad y la culpabilidad fueron mucho más dramáticas.

Vale la pena señalar que en este sentido si los nazis fueron de una monstruosa eficacia en cuanto al exterminio (sobre todo, pero no únicamente, de judíos) no inventaron nada en cuanto al sistema carcelario o concentracionario. En prácticamente todas las cárceles del mundo existen presos “de confianza” quienes ejecutan ciertos trabajos o las órdenes de la administración penitenciaria a cambio de ciertas ventajas. Lo mismo que en Buchenwald, y los demás campos nazis, en el Gulag soviético como en los demás campos del mundo comunista, existían (y existen) kapos. Siempre recordaré las tremendas y bellas páginas de Soljenitsin relatando en su Archipiélago Gulag cómo los zek (deportados) rusos, afilaban cucharillas para convertirlas en cuchillos para matar a los kapos soviéticos. Cosas parecidas han ocurridos en todos los campos y en muchas cárceles porque si es cierto que los kapos considerados como traidores despiertan un odio particular también lo es que en esas tremendas circunstancias de la deportación son más fáciles de liquidar que los SS o los agentes de seguridad de los Ministerios de Interior comunistas.

Cuando Berlusconi hizo su broma que resultó pesada no pude impedirme pensar que el término kapo que había utilizado podía perfectamente aplicarse a Mar del Paul, comunista francés deportado en Buchenwald –que fue ministro con de Gaulle, tras la Liberación de Francia–, jefe de lo que ellos calificaron como “organización de resistencia”, y a los demás kapos comunistas que es lo que eran. De todas formas, hechos tan graves, esa tragedia también europea, si no debe ser censurada en absoluto tampoco debería servir para polémicas demagógicas que alimentan absurdas confusiones porque al replicar a Schultz, seguro que Berlusconi no pensaba en Marcel Paul y en otros que yo me sé y además, si así fuera, el eurodiputado alemán y su canciller no se hubieran sentido insultados, tal es el respeto de todos ellos por los comunistas deportados o no. Pues resulta que los comunistas fueron kapos y deportaron ellos mismos, mucho más que los nazis.

Todo este batiburrillo no tiene ni pies ni cabeza, salvo que todos los pretextos son buenos para insultar a Berlusconi en espera de los tiempos felices en los que se le pueda deportar. Yo no tengo la menor admiración ni odio por Berlusconi pero sí respeto por los electores italianos que le han elegido dos veces. Algo de ese mismo respeto por la democracia parlamentaria no vendría mal a nuestra maltrecha Europa. Y un mínimo de conocimiento histórico de las palabras y los hechos tampoco le vendría mal señor Schröeder.
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