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CIENCIA

Kerry frente a Bush

La revista Nature, una de las más ilustres referencias internacionales en el mundo de la investigación, ha dedicado su último número a los dos candidatos a la presidencia de EE.UU. En concreto, se ha preocupado por conocer la opinión de George W. Bush y John F. Kerry sobre asuntos de máxima actualidad científica: organismos modificados genéticamente, cambio climático, armas nucleares, y otros tópicos al respecto.

La revista Nature, una de las más ilustres referencias internacionales en el mundo de la investigación, ha dedicado su último número a los dos candidatos a la presidencia de EE.UU. En concreto, se ha preocupado por conocer la opinión de George W. Bush y John F. Kerry sobre asuntos de máxima actualidad científica: organismos modificados genéticamente, cambio climático, armas nucleares, y otros tópicos al respecto.
La primera sensación que a uno le asalta al leer las páginas de dicho número especial es la de profunda envidia. Se hace difícil imaginar un debate similar entre, pongamos, Zapatero y Rajoy que no acabara arrojando un puñado de lugares comunes y unas docenas de invocaciones hueras al talante. Por el contrario, la habilidosa lista de preguntas que Nature ha lanzado a los candidatos estadounidenses da pie a una dosis de reflexiones de interés.
 
En primer lugar, merece la pena destacar que la ciencia se ha convertido en un punto destacado de la campaña electoral de ambos políticos.. Kerry ha dado un golpe de efecto al contar con el apoyo de 48 premios Nobel a su candidatura, cansados de lo que consideran un "progresivo deterioro de las condiciones de investigación" en su país. Además, asuntos como el uso de células madre embrionarias o los residuos nucleares han salido a la palestra en más de una ocasión en los últimos meses.
 
En pocos aspectos como en el científico las decisiones de los políticos afectan tanto a las vidas de los gobernados. Es por ello por lo que se hace cada vez más necesario un debate reposado y una exposición serena de motivos e intenciones a la hora de diseñar programas. Pensemos por un momento: ¿ocurre lo mismo en España? La respuesta es evidente: ni por asomo. La reciente experiencia de cambio de Gobierno en nuestro país ha demostrado, una vez más, que aquí la ciencia no tiene más valor que el de mera moneda de cambio. Decisiones de calibre tan grande como las que tienen que ver con infraestructuras hídricas, reproducción asistida, energía nuclear o alimentación transgénica se enmarcan en un ambiente de "batalla ideológica", de mero revanchismo político que genera paradojas de difícil digestión. ¿Por qué el mismo partido en el que antaño figuraron los más gallardos adalides del Plan Hidrológico Nacional, hoy lo deroga? ¿Qué opinión tiene ese mismo partido sobre las desaladoras? ¿Contaminan? ¿No contaminan? ¿Depende de la región en la que se instalen? ¿Somos pro o antinuclear? Si somos "anti" ¿qué alternativa energética ha diseñado el nuevo Gobierno?
 
En realidad, da la sensación de que aquí nadie ha planteado nunca una política científica común y duradera y de que las decisiones de los sucesivos gobiernos en cuestiones científico-tecnológicas se reducen a hacer lo contrario de lo que hizo el anterior. Y así nos va.
 
Pero, ¿será posible realizar dicha política común? La lectura de las respuestas de Bush y Kerry a la revista Nature nos sugiere que sí. Porque, a pesar de que en algunos aspectos existen evidentes diferencias de enfoque entre ambos candidatos, la sensación global es de una inesperada concordia. Bush, por ejemplo, sigue apostando por su política de alejamiento del Protocolo de Kyoto y de negación de la corriente "ecológicamente correcta" al respecto del cambio climático en aras de una mayor mesura científica. Kerry realiza al respecto una declaración ambigua: lanza un mensaje de tono semiecologista pero no desvela que vaya a rectificar la salida de Bush de Kyoto. En otras palabras, si Kerry llega al poder, es muy probable que Estados Unidos siga sin firmar el protocolo.
 
En cuestiones energéticas, ambos muestran su apoyo a que Estados Unidos sea la voz cantante del proyecto ITER. Baste recordar en este punto el penoso espectáculo de desunión que los políticos españoles dieron en su día cuando España se jugaba la participación en este magno proyecto.
 
Ambos apuestan por aumentar el peso de la exploración espacial, aunque Bush es más contundente cuando promete que entre 2015 y 2020 otro americano pisará la Luna, y ninguno de los dos está en contra de los transgénicos.
 
Sólo hay un tema en el que las diferencias son insalvables, el uso de células madre embrionarias para la investigación. Bush que, no olvidemos, es el único presidente de EE UU que ha dotado con fondos públicos este tipo de investigaciones, se muestra partidario de la limitación, por motivos morales, de este tipo de trabajos y promete apoyar otras líneas de investigación alternativas. Kerry defenderá sin recatos la investigación con embriones si llega al poder.
 
En resumidas cuentas, parece que para ambos candidatos, la ciencia es un asunto de interés nacional. Los estadounidenses pueden estar seguros de que, gane quien gane, la política científica tendrá como marco la defensa de los intereses económicos y sociales de su nación, por encima de la presión de lo ecologistas, las modas o las revanchas. Al menos, en teoría. Ambos candidatos saben que el desarrollo tecnológico en libertad es un motor para el desarrollo económico y no un asunto sospechoso, un mal del hombre moderno o una amenaza para el medio ambiente como parecen creer incesantemente los ecologistas europeos y los políticos que legislan bajo sus dictados. Ninguno de lo candidatos americanos muestra un rechazo apriorístico a ningún avance de la ciencia o la tecnología en el terreno de la energía, de las infraestructuras o de la biotecnología. Sólo en el caso de las células madre se percibe un punto de desencuentro total, precisamente, el que mayor carga ideológica y moral lleva consigo.
 
Lo dicho: ¡qué envidia!
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