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DRAGONES Y MAZMORRAS

La tercera vía

Internet es el último continente por explorar, tanto más apasionante que no existe, sino que lo vamos configurando nosotros mismos al navegar. Cada vez que alguien inscribe su página en un dominio propio o ajeno, está acotando un territorio que no limita con nada ni con nadie. Todo aquel que quiera levantar un mapa se verá desbordado por la marea irrefrenable de páginas web que invade ese territorio del vacío, virtual y por lo tanto infinito en el que todos tenemos cabida sin necesidad de empujarnos ni de invadir o anexionar al vecino. Intentar dominarlo por completo es tan vano como medir la eternidad, mera arena de playa que se desliza entre los dedos de la mano. Pensarlo produce un estremecimiento cósmico y a veces navegar se convierte en una experiencia onírica.

La escritura por Internet está creando un nuevo género, a medio camino entre la lengua escrita y la hablada, generalmente sintético, breve y leve, aunque a veces a algunos las palabras y los conceptos se les suben a la cabeza, espoleados por la embriagadora sensación de impunidad que produce el medio, liberado al fin de la tiranía de lo impreso. Miren lo que yo acabo de recibir sobre un escritor para convencerme de que lo lea: la estética de José Gabriel Ceballón, escritor y cuentista argentino, se caracteriza por lo que se ha dado en llamar ‘tercera vía’, lejos tanto del realismo decimonónico o social, como del presente ‘realismo mágico’ de García Márquez, abriendo un nuevo camino narrativo estrechado con la estética cuántica (el subrayado es mío).”

¡Pobre José Gabriel Ceballón! ¡Qué malos embajadores tiene! ¿Cuántas personas se sentirán tentadas de leerlo tras esa evidente demostración de que el crítico no tenía literalmente nada qué decir? Hacer crítica literaria es muy duro, requiere mucho tiempo y bastante paciencia. La mayor parte de las cosas que uno empieza a leer no valen nada y no merecen tan siquiera una mención, en otras ocasiones, hay que hacer una faena de aliño. En estos momentos es cuando el crítico literario recurre a lo estrafalario, al disparate, de lo que acabo de dar un ejemplo especialmente relevante, y utiliza un lenguaje muy parecido a la jerga incomprensible de los afamados estructuralistas o de los críticos de arte de la década de los ochenta, magistralmente fustigados por Thomas Wolfe en sus libros, en particular en La palabra pintada.

Ese concepto de la “tercera vía” es realmente cómodo. Yo nunca lo había visto referido a la literatura, pero creo que tiene un gran futuro. ¿Que un autor te parece inclasificable? ¡A la tercera vía! y todos tan contentos. No sé si este es el caso de José Gabriel Ceballón pero sí de muchos jóvenes autores que llenan de perplejidad a sus críticos. Pienso en la magnífica novela de Santiago Miralles, La tierra ligera (Ediciones de la Discreta) que tiene muchos boletos para que la puedan enviar a esa “tercera vía” recién abierta en el mundo de las letras: sucede en una república centroamericana a principios del siglo XX y recrea un episodio histórico (realismo decimonónico) pero con una gran presencia de las fuerzas de la naturaleza (realismo mágico) y sin embargo no tiene nada que ver ni con una cosa ni con otra. Esta supuesta desviación no pienso que sea ninguna novedad sino que se inscribe en la esencia misma de la creación literaria, la cual, en el caso de Miralles y en el de casi todos los escritores de verdad, obedece más a opciones estéticas (tal vez incluso cuánticas), condicionadas por el talento y la formación literaria que a las directrices dictadas por ridículos y obsoletos manuales de literatura comparada.
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