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CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Las ojeras de Tony Blair

El Reino Unido, los USA e Israel, se han convertido en el “eje del mal absoluto” para la social-burocracia europea. Llegaron los atentados del 11 de septiembre y la crisis iraquí y fue el aquelarre. Subió el tono, explotaron cacerolas.

Desde el punto de vista de la política espectáculo ocurre frecuentemente que cuente más cómo se hacen las cosas que lo que se hace. El de la política espectáculo es término a la moda, que existe desde hace tiempo, en todo caso desde el siglo XIX, pero que ha cambiado al compás de las nuevas tecnologías: si ayer los grandes oradores arrastraban a las masas, hoy lo eficaz es ser telegénico. Estas banalidades me sirven para afirmar que el espectáculo de Tony Blair me parece admirable y que lo que hace no está del todo mal. Algunos manifestamos nuestras reservas a las tesis de la Tercera Vía, del Nuevo Laborismo, no suficientemente liberales, para decirlo llanamente, pero teniendo en cuenta lo que era la potente burocracia laborista, partido y Trade Unions, haber logrado esa, aunque tímida, adecuación a los tiempo modernos, es casi un milagro, incluso si la “Dama de Hierro” ya había fuertemente sacudido y debilitado esa fortaleza burocrática laborista.

Hubo, y las sigue habiendo, fuertes resistencias en el Labour Party, pero Blair y sus amigos políticos obtuvieron mayoría en diversas ocasiones, tanto en el Parlamento como en su partido. Pero no en la social-burocracia europea, en donde se desató una intensa campaña contra Blair, la Tercera Vía y el Nuevo Laborismo. Sobre todo por parte del PS francés. En tiempos del gobierno Jospin, no hace tanto, recuerdo a ministros socialistas y comunistas mentir tranquilamente por televisión, calumniando a Gran Bretaña, afirmando que el paro aumentaba, cuando disminuía, y cosas tan peregrinas como que las privatizaciones habían convertido los ferrocarriles británicos en instrumentos de muerte, que Blair no era socialista, sino traidor, y muchas otras lindezas.

El Reino Unido, los USA e Israel, se han convertido en el “eje del mal absoluto” para la social-burocracia europea. Llegaron los atentados del 11 de septiembre y la crisis iraquí y fue el aquelarre. Subió el tono, explotaron cacerolas, violentas polémicas en el Labour Party, dimisión de ministros (la de Robin Cook fue una ganga, teniendo en cuenta lo que representa ese individuo), manifestaciones saludadas por filósofos arqueomarxistas como la creación de un nuevo mundo y todo el resto. Y Blair de pie, resistiendo, sin ceder un ápice en sus convicciones, con ojeras cada vez más profundas, y triunfando. Admirable espectáculo.

Con el suicidio de David Kelly se llega a la infamia. No es de extrañar, la infamia ronda por casi todas las salas de redacción, se ha visto en esta ocasión y se vio en otras. Y no sólo en las redacciones, partidos y gobiernos, la infamia rondó por doquier. Implícita o explícitamente se acusó a Blair nada menos que de asesinato. ¿Tiene usted sangre en las manos?, le espetó un periodista, y todos los medios recogieron la infame pregunta con fruición. Por lo visto, David Kelly se ha suicidado. Se ha abierto una investigación judicial, esperemos sus conclusiones. Pero lo que se sabe, se ha dicho y repetido es que David Kelly, experto en armas bacteriológicas, asesor del Gobierno británico, varias veces enviado a Irak como inspector, fue quien informó al Gobierno de su país sobre las armas de destrucción masiva en Irak y, concretamente, que Bagdad podía desencadenar en 45 minutos una tremenda guerra química y/o bacteriológica. El Gobierno utilizó los informes de su especialista y éste, luego, va y dice a la BBC que todo es mentira. No me parece una actitud deontológicamente correcta. Además, cuando se sabe que la labor de los inspectores de la ONU en Irak fue, por lo menos, ambigua, y que su jefe, Hans Blix prefería y prefiere Sadam a Bush, uno puede legítimamente preguntarse ¿qué labor concreta desempeñó Kelly en ese contexto? Pero, bueno, se ha suicidado, paix à ses cendres.

El paripé de las armas de destrucción masiva que tendría o hubiera tenido, o no, Irak se está convirtiendo en pesadilla. Todos, desde el último escritor en las gacetas hasta jefes de estado, como Chirac, pasando por los principales medios desinformativos, repiten tozudamente que no se han encontrado, por lo tanto no existen, por lo tanto la guerra fue injusta. Docenas de miles de kurdos víctimas de los gases de la tiranía iraquí constituyen testigos de cargo, pero, claro, eso se ha olvidado, como todo el resto, todos los horrores del régimen iraquí, con tal de poder mantener una propaganda antiyanqui en la que se regodean desde la extrema derecha a la extrema izquierda, y, claro, la social-burocracia. Admitiendo que sobre esta cuestión los gobiernos partidarios de una intervención militar en Irak hayan tenido “fallos de comunicación”, ¿qué importancia pueden tener esos fallos en comparación con la liquidación de la tiranía iraquí, que es lo esencial? Pero, claro, también es lo que interesa a Hans Blix, Jacques Chirac, Robin Cook, y todos los que preferirían que hubiera perdurado Sadam y su régimen, sencillamente porque eran enemigos de los USA. Y en cuanto al respeto de los derechos humanos, con los que se gargarizan todas las mañanas, eso esta muy bien en París o Berlín, pero ¿qué sentido tienen en Irak, cuando además tiene petróleo? Como Irán o Arabia Saudí.

Yo no conozco suficientemente la sociedad británica, ni los intríngulis de su vida política, para afirmar que la labor reformista de Tony Blair hubiera tenido más apoyo y obtenido más éxito desde las filas del Partido Conservador, pero lo dudo. A fin de cuentas, a Margaret Thatcher la tumbó su propio partido, lo cual fue algo así como un suicidio, ya que, desde entonces, el Partido Conservador no sale de la cuneta y el interludio Major formó parte de esa cuneta. Lo hizo Blair desde las filas del Labour Party, el cual había arrinconado su reformismo desde hacia lustros, y obtuvo algunos éxitos. Pero, claro, visto desde fuera, lo que más nos llama la atención y lo que a menudo es lo más importante, porque vivimos una mundialización tan caótica como irresistible, son las posiciones de Blair, o si se prefiere del gobierno británico, en política internacional.

Desde ese punto de vista se plantean las críticas más virulentas, que podrían resumirse con la acusación de “sometimiento a los USA”. Evidentemente no se trata de eso, sino de una profunda solidaridad democrática anglosajona, nacida durante la Segunda Guerra Mundial, contra el nazismo, mientras que toda Europa colaboraba con los nazis, y que luego, con sus inevitables crisis y altibajos, se ha manifestado en la lucha contra el totalitarismo comunista y recientemente en Bosnia, Kosovo, Afganistán y ahora Irak. Pues no está del todo mal. ¿Alguien podría afirmar que se trata de acciones imperialistas, destinadas a someter pueblos y a organizar genocidios? A mí me parece que es exactamente lo contrario, y que ladren los perros, la caravana pasa.

En estos momentos en los que se nos está cocinando una Europa con pretensiones imperiales, o un imperio antiimperio USA, la postura e iniciativas de Blair también me parecen valiosas. Sin meternos en absurdas cuestiones de liderazgo, resulta evidente que una gran batalla nos espera aquí, en la “casa común”, que no lo es tanto, y que España, Portugal, Polonia, Hungría, la República Checa, tal vez Italia, muchos países europeos en todo caso para resistir a ese proyecto de una Europa sometida a los “grandes países”, o sea a Francia y Alemania, tienen la suerte de poder contar con una Gran Bretaña, gobernada por Tony Blair. No tiene esas ojeras en balde.


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