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FIGURAS DE PAPEL

Libros: Placeres y cuentistas

La editorial Tusquets publica La siesta asesinada, una deliciosa obra de Phillipe Delerm que rememora los placeres minúsculos de la vida. Merece comentario también una antología del cuento uruguayo publicada recientemente en Montevideo. Se vende como pan caliente.


Los placeres minúsculos

Phillipe Delerm, La siesta asesinada, Barcelona, Tusquets.

Phillipe Delerm, nacido en 1950, en Auver sur Oise, es profesor de letras en un colegio de Eure y dirige el equipo de fútbol de los estudiantes. Ha escrito varios libros, y obtenido el premio "Alain Fournier". Entre sus novelas, baste mencionar la singular Llovió todo el domingo, de calma andadura, donde atrapa una vida nutrida con momentos microscópicos, esos que, al fin y al cabo, expresan verdaderas formas de amor a la vida.

Lo descubrí en París. Lo recuerdo bien porque estos libros no se olvidan fácilmente. Y tras una rápida lectura, porque es uno de esos textos que uno desearía más extensos, me convertí en delermiano. La edición española se llamó El primer trago de cerveza y otros placeres de la vida. Creo que es un libro absolutamente delicioso. He leído, con tardanza, pero idéntica avidez, La siesta asesinada; una suerte de diario sentimental sobre los pequeños momentos cotidianos que, por diminutos, suelen pasar inadvertidos, hasta que leemos sobre ellos y pensamos que, en verdad, son memorables y enriquecedores. Y que, en un abrir y cerrar de ojos, pueden ser perdidos.

Juntando La siesta asesinada con El primer trago de cerveza (donde hablaba de algunas delicias únicas, como caminar por la calle muy temprano saboreando un caliente croissant, o ponerse el pulóver en el otoño al caer la tarde, o leer un libro el domingo al anochecer junto a la estufa, o sentir el inimitable primer trago de cerveza del rebosante vaso) tenemos un itinerario casi completo de esos momentos únicos de esas celebraciones del instante. Esta vez están observados desde otro ángulo. En el primer caso las enumeraba con sabrosura; ahora, enumera las delicias interrumpidas, los pequeños altibajos complementarios. ¿Cuáles? Por ejemplo, cuando nos hallamos en la mitad de una fluctuante siesta, algo separados del mundo y, en ese instante en que no sentimos remordimiento alguno de que nos estemos perdiendo algo, en medio de semejante silencio jesuítico, sobreviene la puñalada inesperada: un coche se detiene, chirrian los neumáticos y alguien, eufórico, se baja del auto a saludarnos.

También observa Delerm, en estos tiempos de bolígrafos extrafinos y sofisticados rotuladores, el instante en que debemos cambiar la tinta a nuestra vieja estilográfica: inevitablemente nos ensuciamos con esa sangre negra los dedos, aunque, es verdad, luego esbozamos una sonrisa a la hora de limpiarnos las manos. O destaca ese mediodía de personal regocijo que supone la ceremonia de preparación de una tortilla a fuego lento, con efluvios de ajo y perejil, es decir, con los efluvios del bosque entero, los que, fatalmente, desde la cocina convertida en laboratorio, invaden la casa entera. Y ¿por qué no?, el "sí, sí" al peluquero, cada vez que nos exhibe un espejito de mano, para que miremos la nuca no bien ha terminado su charla y su labor.

Lleva razón el comentarista de Le Monde: "En un mundo cada vez más deshumanizado, su literatura parece un refugio". Sí. ¿El "charme" de Phillipe Delerm? Captar, en dos palabras, diciendo lo más con lo menos como pedía Gide, la menuda felicidad terrestre.

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Cuentistas uruguayos de hoy

VV AA, El cuento uruguayo, Ediciones La Gotera, Montevideo, 2002.

Como citar a Evelyn Waugh me resulta siempre simpático, voy a recurrir a una de sus frases (pertenece a su libro Etiquetas) para comenzar mi artículo. Dice así: "Ruego al lector que tolere esta parte de la anécdota". ¿Por qué? Pues, porque quiero referir que, por primera vez en Uruguay, se ha publicado, en estos días, una antología titulada El cuento uruguayo que reúne, solamente, a escritores en activo. Se trata de los narradores más difundidos del país. Y luego, rápidamente, deseo abrir el paraguas, destacando que la "anécdota" de la frase de Waugh se refiere al hecho de que (perdónenme) yo figuro en el libro. Salvado, al fin, el incómodo trance, paso a señalar algunos aspectos generales de este inusual libro de nuestra literatura de ficción.

La edición es del profesor Carlos Marauda y el poeta Jorge Morón. Y los 35 autores de la presente antología se encuentran, todos ellos, en plena producción, es decir, escribiendo, trabajando con las palabras. Son en su mayoría cuentistas, pero también hay, entre los convocados, autores de novelas.

¿Quiénes figuran en esta antología del cuento uruguayo? Bien, para no caer en una suerte de catálogo, mencionaré aquellos narradores más notorios al menos en España. En consecuencia, encontramos a Mario Benedetti, quien como es habitual, ha situado su cuento en el definido ámbito montevideano que le es habitual; Eduardo Galeano, narra una breve historia de neto contenido social; Marosa di Giorgio, una de las singulares figuras de la poesía uruguaya, ha incursionado con sus fantasmagorías en el cuento breve; de la misma manera, hallamos un intenso relato del dramaturgo Ricardo Prieto, ganador del Premio Tirso de Molina en España en 1979; el novelista Alejandro Paternain hace su aporte con un breve relato al igual que, entre otros, Omar Prego Gadea, quien estuviera radicado en París durante muchos años y es autor de una muy documentada biografía de Julio Cortázar.

Los editores dicen que "hay un saludable desarrollo en la narrativa uruguaya". Destacan la versatilidad y la multiplicidad de propuestas de la antología, temática como técnicamente, y señalan que, de una manera u otra, a través del realismo, la fantasía, el humor y la melancolía, los autores uruguayos de hoy "refractan como un prisma la realidad socio/económica y espiritual de nuestro país".

El libro, dicho sea de paso, se vende aquí en Montevideo como pan caliente.

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