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Canetti, el gran oidor

Elias Canetti, Apuntes 1973-1984, traducción del alemán de Genoveva Dieterich, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, Barcelona, 2000, 153 páginas, 2.100 ptas.

Elias Canetti (Bulgaria, 1905- Suiza, 1994) es uno de los pocos premios Nobel -lo recibió en 1991- cuya valía literaria supera los méritos ideológicos que parecen primar en este galardón. Este judío de origen sefardita, nacido en Bulgaria, forma parte del grupo más excelso de literatos en lengua alemana junto a Robert Musil, Hermann Broch, Joseph Roth, Paul Celan o Kafka. Para Canetti el alemán era una lengua adoptada, "absuelta" ("La lengua absuelta" es precisamente el título del primero de los tres tomos que componen su magnífica autobiografía) que aprendió de mayor, cuando su madre, al quedarse viuda, se instaló con sus tres hijos en Viena. Sus lenguas maternas fueron el ladino y el búlgaro, idiomas a los que hay que añadir el inglés, aprendido también de niño en Manchester, en donde se había instalado la familia hasta la muerte del padre y donde también aprendió perfectamente francés.

Este libro es el último inédito que se publica de Canetti, antes de la apertura de sus archivos, prevista para el año que viene. Es también el segundo libro de apuntes. El primero se titulaba La Provincia del hombre, Cuaderno de notas 1942-1972 (Taurus, 1982). Canetti los empezó a redactar en Londres, en 1939 como válvula de escape ("un modo de respirar", decía él) mientras escribía su decisivo ensayo Masa y poder. Canetti terminó su obra en 1959 pero conservó el hábito de redactar en paralelo estas notas que no interferían en su trabajo principal.

Los Apuntes de Canetti forman un libro compacto que no hay que leer al azar, engañados por su aspecto fragmentario, sino que tiene una lectura seguida que se impone por sí sola, en la que encontramos rastros de los tres volúmenes de su autobiografía, de su novela Auto de fe, o del bellísimo libro Las voces de Marrakech. Pero no sólo su propia obra le sirve de acicate, también sus lecturas, y, sobre todo la observación y la escucha paciente del mundo y de la gente que le rodea, porque Canetti es un lector voraz pero es sobre todo un "oídor" de excepción (cuentan que escribió Bodas a raíz de una frase que oyó a dos mujeres en la calle), le ayuda a ello su plurilingüismo, especialmente en una época tan confusa y abigarrada como la que le tocó vivir.

Aquí están, desgranados en píldoras, su admiración por Kafka, sobre quien escribió un libro (El otro proceso de Kafka), por Thomas Mann, por Musil y por Espinoza, sus sarcasmos sobre Freud, Goethe o Nietsche y su desprecio por Sartre ("Nunca he podido soportar a Sartre") su poco aprecio por Borges ("No me gusta nada Borges. No choca con la piedra. La reblandece") y toda una serie de aforismos que muestran, bajo su aparente brevedad, atisbos de un pensamiento hondo y lúcido.

Los aforismos son un género a medio camino entre la poesía y la filosofía y un magnífico recurso para soltar lo que se piensa sin dar demasiadas explicaciones. La maestría consiste en concentrar (recuérdese lo de "lo bueno si breve dos veces bueno" de Gracián) una idea o una imagen especialmente intensa en una sola frase o en frases muy cortas como : "Nuevo saber, para recalentar lo viejo en él", o "El comienzo no fue malo. Pero entonces cumplió cien años", o este otro: "En la adversidad se leía mejor, era lo único que se tenía". Su logro se mide por el eco que encuentra en el atento y, en este caso, agradecido lector.

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