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ASUNTOS EXTERIORES

Los polacos y el "burro de Troya"

La posición de Polonia en la guerra y la posguerra está respondiendo perfectamente a un patrón nacional. Ha comprendido muy bien las oportunidades que la situación ofrece y, a pesar de las dificultades logísticas, no está dispuesta a perderlas.

En un debate celebrado por televisión durante la Segunda Guerra del Golfo (los periódicos anglosajones la llaman GW2), un socialista cuyo nombre prefiero no recordar dijo, hablando de la posición de Polonia a favor de Estados Unidos, que Polonia era un país europeo novato que quería dar lecciones a los países europeos de toda la vida, los auténticos. Aunque entre los interlocutores había gente solvente, nadie tuvo los reflejos para contestarle que si hay un país que puede presumir de europeísmo, de participar en la esencia misma, en el alma de Europa, ese es Polonia.

La posición de Polonia en la guerra y la posguerra está respondiendo perfectamente a un patrón nacional. A pesar del desempleo, de los escándalos de corrupción y de la impopularidad del gobierno actual, los polacos respaldan el desparpajo, la valentía e incluso, por qué no decirlo, el toque un poco fanfarrón con el que sus gobernantes desafiaron primero al núcleo más retrógrado de la “vieja Europa”, provocando las iras de Jacques Chirac, muy en su papel de vieja gobernanta, y ahora las de los alemanes, furiosos por la propuesta de que lo que queda del glorioso ejército del Reich se pusiera al mando de un general polaco.

Sospecho que a los polacos, que combinan la cazurrería y el sancho pancismo con una veta muy quijotesca e individualista, les habrá divertido eso del “burro de Troya” con lo que los “pura sangre” alemanes les han afeado su voluntad de servir el supuesto objetivo norteamericano de contribuir a deshacer la unidad de Europa.

La prensa europea, en particular la francesa, sigue dándoles lecciones. Desde 1991 funciona un foro franco-polaco-alemán que tiene el peregrino nombre de “triángulo de Weimar”. Se reunió a primeros de mayo en la ciudad polaca de Wroclaw, con la presencia de Chirac, Schroeder y Kwasniewski, el presidente de Polonia (antiguo apparatchik comunista reconvertido definitivamente al libre mercado y al atlantismo). Le Monde (10.05.03) insistió entonces en la difícil posición en la que se había colocado Polonia y sacó a relucir unas declaraciones de Janusz Reiter, antiguo embajador de Polonia en Alemania y director de un centro de estudios de relaciones internacionales, que hablaba de crisis de confianza y había calificado (en Le Monde del 8 de mayo) la propuesta polaca de envío de tropas propias a Irak como una idea precipitada. También citaba a Tadeusz Mazowieski, ex primer ministro de Polonia, que ha preconizado que Polonia debe insistir ante Estados Unidos para que la estabilización de Irak se realice bajo el mandato de la ONU.

En realidad, el propio ministro de Defensa polaco, Wlodzimierz Cimoszewicz, lo había propuesto ya a Estados Unidos, sin que, en apariencia, eso haya rebajado el entusiasmo polaco por la participación de su país en la nueva etapa (ver, por ejemplo, The Guardian, 07.05.03). Y es que, evidentemente, los polacos han comprendido muy bien las oportunidades que la situación les ofrece y a pesar de las dificultades logísticas que se les plantean, como el coste del mantenimiento de tropas en Irak, no están dispuestos a perderla.

Timothy Garton Ash escribe un largo artículo en The Guardian (15.05.03) sobre este asunto tras haber pasado una semana en Polonia. Desconfía, como es su costumbre, de la actitud norteamericana. Muy en su línea de europeo ilustrado, explica la “sucia trampa política” que Rumsfeld tendió al hablar de los “nuevos europeos”. Se congratula al constatar que los polacos no están dispuestos a caer en ella. A los polacos, dice, no se les ha subido a la cabeza un titular reciente de The Wall Street Journal Europe que se preguntaba si “Polonia está alcanzando un papel de protagonista global”. Por eso insiste en que se debería aprovechar la actitud de Polonia para restañar las heridas abiertas en Europa, y no para apuntalar una posible alianza anglo-norteamericana (en la que también entraría el “amigo de Blair”, José María Aznar).

La respuesta viene en las páginas de opinión de The Wall Street Journal (15.05.03), de la pluma de Andrzej Olechowski, ex ministro de Asuntos Exteriores de Polonia, quien insiste en que la nueva posición de Polonia, consistente con su historia y su indomable voluntad de independencia, debe ser la de reforzar una alianza común de Occidente, y no crear un contrapeso europeo a la hegemonía norteamericana.

Obvio es decir que en todo este debate el nombre de nuestro país sale a relucir con mucha frecuencia. Pero también sale otro. En un editorial del mismo día 15 de mayo, The Wall Street Journal Europe se pregunta si Bélgica sigue siendo un aliado de Estados Unidos. E indica, con toda claridad, que Bélgica “está poniendo en peligro su posición como sede” de la Alianza Atlántica y como capital de la diplomacia europea. A lo mejor dentro de poco ya no hablamos como ahora de “Bruselas”, sino de “Varsovia”. Algo muy profundo está cambiando en Europa.


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