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ECONOMÍA

No necesitamos bancos centrales

Casi todo el mundo acepta que es necesario que el Gobierno tenga el monopolio de la emisión de dinero. Así era cuando circulaban las monedas de plata y oro. El rey era el único emisor. Para algunos, eso formaba parte de la esencia de la soberanía; para otros, era una manera fabulosa de cobrar impuestos. Pero si estudiamos la materia concluiremos que no necesitamos los bancos centrales.

Casi todo el mundo acepta que es necesario que el Gobierno tenga el monopolio de la emisión de dinero. Así era cuando circulaban las monedas de plata y oro. El rey era el único emisor. Para algunos, eso formaba parte de la esencia de la soberanía; para otros, era una manera fabulosa de cobrar impuestos. Pero si estudiamos la materia concluiremos que no necesitamos los bancos centrales.
Abolir ese monopolio estatal abriría nuevos horizontes al comercio y nos curaría para siempre de una terrible enfermedad: las recurrentes depresiones y el desempleo. Se suele acusar al "capitalismo" de provocar ambas cosas, pero en realidad se originan en la ineptitud y las equivocaciones de los bancos centrales.
 
El monopolio estatal sobre el dinero permite al Gobierno no tener que limitar sus gastos a lo que ingrese. El crecimiento espectacular del control estatal sobre la economía sería mucho más difícil si el Estado no tuviera el dominio absoluto de la emisión de dinero. Y que hayamos dado esa responsabilidad a los políticos es insólito, pues se trata de un grupo de gente abierto a las tentaciones y a la falta de integridad.
 
Es una vergüenza que en el Reino Unido consideremos aceptable una inflación anual por encima del 2%. Con esa inflación el valor de la libra esterlina se reduce a la mitad en 35 años; con una inflación del 3%, en apenas 23 años. La inflación correcta es cero, año tras año. La inflación es la pérdida de valor del dinero ocasionada por quienes ostentan el monopolio de la emisión del mismo.
 
No haga caso cuando le digan que la inflación se debe a los sindicatos, los jeques petroleros, los especuladores y los comerciantes. Ellos sólo observan que la moneda pierde valor y que los precios aumentan. Creer que el intermediario hace que suban los precios es una idea tan científica como creer que la lluvia la provocan las calles mojadas.
 
En la Unión Europea somos testigos del colmo del monopolio monetario. Las naciones que utilizan el euro aceptaron la dominación de un banco central supranacional. No se oyó a funcionario alguno decir que un mercado de dinero completamente libre sería más interesante y conveniente. Así, la diversidad de monedas se convirtió en el monopolio de una comisión, todo ello bajo la confianza en una sabiduría y benevolencia estatales que no es posible encontrar en el turbulento y agitado mercado, esa vulgaridad.
 
Yo discrepo de la idea de que los funcionarios gubernamentales, en este caso los directivos de los bancos centrales, son guardianes desinteresados del bien público. Por el contrario, son los exponentes del nacionalismo monetario y la inflación.
 
No presumo de que estas ideas sean originales y mías. El primero en escribir sobre ellas fue el profesor Benjamin Klein. Otros libertarios han puesto en duda la conveniencia de dar semejante poder a la clase política. Quizás el más original y admirable estudio es La desnacionalización del dinero, de Friedrich Hayek. Las grandes inflaciones de la historia, como la del emperador romano Diocleciano y la del rey Enrique VIII, fueron causadas por la inclusión de metales de baja ley en monedas de oro y, desde la aparición de los billetes, por imprimir de éstos en demasía.
 
Hayek insistía en que las monedas no tienen que ser creadas por una autoridad única, sino que, lo mismo que los idiomas, las leyes y la moral, emergen y evolucionan espontáneamente. Hayek instaba a los empresarios a lanzar un movimiento en respaldo de la moneda libre, igual que hicieron en el siglo XIX con el libre comercio.
 
El monopolio gubernamental del dinero es pernicioso y dañino. Una reforma monetaria sería crucial, y una bendición para todas las naciones. Si día a día aumenta la globalización, ¿por qué seguimos atados a unas pocas opciones monetarias?
 
El mundo está regido por la opinión de la gente. Ya es hora de que cambie esa opinión de que los gobiernos son custodios honestos y competentes de nuestro dinero.
 
 
© AIPE
 
JOHN BLUNDELL, director general del Institute of Economic Affairs (Londres).
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