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LOS UNGIDOS, ESA MALDICIÓN

Órdenes y prohibiciones sobre aspiraciones y bienestar

Los enemigos de la libertad, mal camuflados bajo múltiples capas de presunta bondad que, empero, no ocultan su profunda estulticia, no se limitan a decirnos qué podemos hacer. Eso ya no les basta: ahora nos dicen qué debemos querer, qué puede y que no puede hacernos felices.

Los enemigos de la libertad, mal camuflados bajo múltiples capas de presunta bondad que, empero, no ocultan su profunda estulticia, no se limitan a decirnos qué podemos hacer. Eso ya no les basta: ahora nos dicen qué debemos querer, qué puede y que no puede hacernos felices.

Cristovam Buarque, ex ministro brasileño de Educación y actual senador brasileño, asegura que la solución para los problemas de la pobreza y las desigualdades que, según él, crea la globalización es la educación. "El pueblo no debe aspirar a tener todos [sic] el mismo coche, sino las mismas oportunidades". No está claro si quiere decir que la educación consiste en manipular la voluntad de la gente para que quiera lo que dictaminen los gobernantes (él mismo y sus cofrades), o si simplemente está ordenando a sus súbditos qué deben querer: la igualdad de oportunidades mediante la educación. Seguro que todos haremos un esfuerzo para entender al mandamás, redirigir nuestras aspiraciones y cumplir con nuestro deber como pueblo: en esto consiste ser ciudadano en un colectivo político; ser consumidor en un mercado libre es muy malo, como vamos a ver a continuación.

El antropólogo estadounidense Erik Assadourian, presunto "estudioso de la sostenibilidad como modelo de futuro", ha dirigido el informe del Worldwatch Institute "La situación en el mundo 2010: Del consumismo a la sostenibilidad" (la misma basura intelectual reciclada de todos los años). Tras haber investigado la psicología del consumo (o eso cree él), afirma: "La felicidad o el bienestar no pueden depender del consumo; al revés, el consumismo mina el bienestar, porque te obliga a trabajar más para consumir más, en una carrera sin fin".

Está claro que no todos los ascetas alcanzan la iluminación intelectual. Algunos necios no se conforman con llevar vidas sencillas y dejar vivir a los demás: tienen que decirle a todo el mundo qué da y qué no da la felicidad. Según ellos, quienes trabajan y se esfuerzan en producir riqueza, pobres tontos, en realidad actúan contra sus propios intereses, no consumen sabiamente sino que derrochan: son víctimas inermes de la publicidad, que les inocula el consumismo de forma agresiva; y, encima, al volcarse en él con frenesí, condenan al mundo al colapso ecológico (y luego se quejan de que les llamen "catastrofistas" y "apocalípticos").

Estos cobardes no suelen atreverse a señalar a una persona concreta y afearle su consumismo irresponsable. Tampoco mencionan anuncio particular alguno que nos anime, simplemente, a consumir sin más. Tal vez porque no existen, excepto quizás en las recomendaciones transformadas en intervenciones coactivas de esos que se creen economistas e insisten en animar a la gente a consumir más y más para así poder mantener la mítica demanda agregada.

Se trata de patéticos profetas que se limitan a condenar y criticar a bulto desde su auto-adjudicada posición de superioridad moral. Assadourian juzga así a los países nórdicos, ejemplo para muchos de sociedades del bienestar: "Son los peores ejemplos posibles, ese bienestar tiene un altísimo coste ecológico"; y propone como modelo el reino de Bhután, paraíso de la felicidad por decreto. Y es que les encanta poder decretar la felicidad por ley, especialmente a los pobres.

La profundidad intelectual de Assadourian queda retratada cuando recomienda la película Avatar porque su mensaje "puede calar en los jóvenes"; un mensaje de un "mundo en armonía, sostenible". Es lo que tiene el no saber distinguir la realidad de la ficción (la ciencia de esa película es mala con ganas); no es extraño que intenten engañar a las mentes menos preparadas.

También celebra la nueva televisión sin anuncios de RTVE, "un modelo a seguir". Es una lástima que no tenga que pagarla él solito.


© AIPE

FRANCISCO CAPELLA, astrofísico y director del área de Ciencia y Ética del Instituto Juan de Mariana.

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