Otra razón todavía más importante es que aquellos que trabajan en áreas como la ciencia política, sociología, el trabajo social, las leyes, las humanidades, la filosofía, la literatura, la historia, etc. quieren estar por encima del barullo plebeyo y cotidiano del mercado. Consideran su trabajo como algo muy especial, no sujeto a los vaivenes del mercado ni determinado por lo que el público quiera, sino por lo que la elite pensante decide que las masas deben recibir.
La seguridad de no estar expuesto a las demandas del mercado les permite convertir la educación en instrumento de propaganda, por lo que no debe sorprendernos que sea en las universidades donde encontramos la mayor evidencia de reglas y pensamiento "políticamente correcto". Los profesores se ganan la vida pensando y criticando la cultura contemporánea, las prácticas y las instituciones. Y pronto creen que deben comentar y criticar, para más tarde inclinarse por controlar y regimentar. Como se sienten muy seguros en sus cargos, que suelen ser de por vida, arriesgan muy poco. También piensan que el mercado ha producido inmensas corporaciones a las que hay que hacerles contrapeso, y las universidades, llenas de intelectuales, son los sitios adecuados para ello.
Todo esto sucede porque las universidades no tienen que responder a lo que la gente requiere. Ciertos y bien determinados objetivos son alcanzables en asociaciones voluntarias como empresas particulares, orquestas o clubes, pero no es así en las universidades, donde las objeciones de los participantes pueden ser ignoradas indefinidamente y sus deseo y objetivos denegados por la elite intelectual. Lo mismo sucede en los gobiernos: por encima del deseo de la gente están los intereses de los burócratas y de sus jefes políticos, por lo que los servicios públicos suelen tener poca o ninguna relación con lo que el pueblo realmente necesita.
En Estados Unidos, George W. Bush ganó las elecciones del año 2000, pero la gran mayoría de los académicos, editores de periódicos, columnistas y presentadores de televisión preferían a Al Gore. Esa discrepancia refleja la preferencia del público en general, bajo un sistema de libre mercado, versus los objetivos y deseos de aquellos que admiran y aman el trabajo gubernamental.
Tibor Machan es profesor de Chapman University y asesor de Freedom Communications.