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Ideas

Un desfile de terroristas del grupo islamista Hamás.
LA GUERRA DEL ISLAM (1)

Beneficencia y terrorismo

“Claro que conocíamos a Mohamed Sidique Khan; era un trabajador social”, dice la adolescente musulmana de nacionalidad británica. Y se ve ratificada por un joven de la misma edad y condición: “Todos le queríamos, iba mucho al parque y organizaba partidos de fútbol. Su trabajo era mantenernos lejos de las drogas y sin problemas en las calles”. En Palestina, Hamás actúa de forma parecida: es una organización terrorista y hace las veces de ministerio de bienestar social, por encima o por debajo de la ANP: es la labor social lo que la hace tan poderosa.
El multimillonario saudí Osama ben Laden, jefe de Al Qaeda.
TERRORISMO Y POBREZA

Blair y Chávez se equivocan

No es grato colocar en un mismo plano a dos figuras de tan distinta valía como Tony Blair y Hugo Chávez. Me temo, no obstante, que ambos se equivocan al afirmar que las causas del terrorismo islámico son la pobreza y las injusticias del mundo. No es cierto que el terrorismo islámico se deba a la pobreza, ni a la guerra de Irak, ni a la existencia del Estado de Israel. Estos factores están presentes en la compleja ecuación del conflicto, pero no son esenciales a la misma.
Juan Luis Cebrián.
CRÓNICAS COSMOPOLITAS

Bajo la infamia

Como era previsible, Juan Luis Cebrián quiso sentar cátedra sobre terrorismo y, con el pretexto de los atentados de Londres, echó la culpa de todo al “trío de las Azores”, al PP y muy particularmente a Aznar, no faltaba más (El País, 8-7-2005). Claro, no podía impedirse desinformar suciamente, felicitándose de que el Gobierno británico y Tony Blair no hayan “convocado multitudinarias manifestaciones de adhesión a su persona, ni manipulando el dolor de las víctimas”.
Foto: Franklin J. Perkins.
LIBREPENSAMIENTOS

Víctimas inocentes

Tras la perpetración de un acto terrorista es habitual escuchar comentarios aparentemente inanes o ligeros y, sin duda, bienintencionados pero que, no obstante, confunden mucho. Producto de las circunstancias, esta clase de observaciones añaden desorientación a la tragedia y no coadyuvan precisamente al remedio del mal. Por ejemplo, referirse, vagamente, a víctimas de los atentados como “inocentes”, esos individuos pasivos que “no habían hecho nada”, que no se merecían tan terrible destino.