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FIGURAS DE PAPEL

Sangrar por la herida

Cuando Theroux se enteró de que se subastaban unas obras suyas, con su dedicatoria manuscrita a su amigo Naipaul, se enojó mucho. Y, al final, y como resultado de semejantes iras, nació el larguísimo libro que nos ocupa.

Me contó Mario Vargas Llosa, hace varios años, aquí en Montevideo, que cierta vez invitó a cenar al escritor anglo/indio V.S. Naipaul; entonces no había ganado el Premio Nobel pero ya era uno de los mayores escritores vivos de lengua inglesa. No aceptó de inmediato la invitación; llamó a Patricia Llosa, luego, para saber quiénes más cocurrirían y preguntó qué cenarían. Como él es vegetariano, de paso, le dictó su menú. Y agregó que bebía champagne en la cena.

Comienzo con semejante majadería porque, creo, hace evidente la personalidad de quien es, hoy, blanco de las iras del escritor americano Paul Theroux (autor de varios libros de viaje, especialmente en ferrocarriles, y de algunos exitosas novelas como La costa de los mosquitos y La calle de la medialuna, ambas llevadas al cine).

El libro en cuestión, de Paul Theroux, se titula (en la versión castellana) La sombra de Naipaul y se subtitula nada menos que Biografía de una amistad (Ediciones B). Ya verán. Cuando Theroux se enteró de que se subastaban unas obras suyas, con su dedicatoria manuscrita a su amigo Naipaul, se enojó mucho. Y, al final, y como resultado de semejantes iras, nació el larguísimo libro que nos ocupa. Que es entretenido. Si no podemos abandonarlo es, sobre todo, por las singularidades que adornan (esta no es la palabra más adecuada, por cierto) al Premio Nobel anglo/indio, un señor bajito, de tez oscura, nacido en la isla de Trinidad, hijo de padre hindú, educado gracias a unas becas en Inglaterra, donde, dice Theroux, siempre soñó vivir, escribir, usar sombrero de tweed, bastón y chaqueta Norfolk. En fin, ser más inglés que los ingleses.

Todo empezó en Uganda, donde Theroux le sirvió de guía a Naipaul, quien era entonces profesor visitante. Fueron y vinieron por aquí y por allá (Naipaul disfrazado de cazador de película de safaris) donde, según se cuenta, hizo todos los desprecios posibles a todo el mundo, incluso a perros y niños. Una niñita (“es odiosa”, dijo Naipaul), años más tarde, y muchas páginas más adelante, sin que al principio lo advirtieran, se casaría con Naipaul cuando éste enviudó. Hablando de literatura, por ejemplo, cuando Theroux le habló de su interés por Orwell, Naipaul le contestó simplemente que ya lo habían comparado con él y que eso no era ningún cumplido.

Vidia Naipaul viajó, luego, a Estados Unidos, donde su obra no era conocida. Retornó a Londres. Allí recibió a Theroux, en un viaje que éste realizó, intentando vender algunas de sus novelas (es cierto que Naipaul le estimuló y le enseñó muchos secretos del arte de escribir) y le invitó a comer. Tras escoger un buen restaurante londinense y un refinado menú, a la hora de pagar, Naipaul no hizo ademán alguno. Nunca pagaba, naturalmente; a su compañero de almuerzos correspondía siempre ese honor.

Cuando Theroux se fue a vivir a Londres, finalmente, y le pidió consejos sobre su relación (conflictiva) con su esposa, Naipaul no dudó en decirle que la abandonara. Mientras, la primera mujer de Naipaul estaba muriéndose lentamente, poniendo paños fríos a las excentricidades del celebrado escritor, el marido la engañaba con una dama argentina. También cuenta Theroux cómo despreciaba todo tipo de honores Naipaul, hasta que, cuando le nombraron sir Naipaul, cambió por completo. Por cierto, paralelamente a tantas excentricidades, se torna evidente y queda constancia, y aún sin quererlo, de la inteligencia flagrante de V.S. Naipaul como novelista y ensayista.

Divertido por momentos, inquietante otros, el libro destila veneno. ¿Por qué entretiene? Por la singularidad del escritor anglo/indio. En suma, es el libro de un escritor menor, sobre un gran escritor, que es un hombre dueño de una egolatría enorme.

Si Paul Theroux tardó treinta años en darse cuenta de la poca estima que por él sentía su admirado maestro, mentor y guía, demuestra que no es demasiado perspicaz, por decir lo menos. Y ahora escribe desde las heridas este fruitivo libro olvidable, sobre las debilidades y envidias del otro, del Premio Nobel, beneficiándose, eso sí, con la fama del ex amigo. Así es la vida. O mejor dicho, la literatura.

Paul Theroux, La sombra de Naipual, Ediciones B. Barcelona 2002.


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