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No se podían decir... hasta que llegó Libertad Digital

Si los manuales de estilo de los medios de comunicación no fueran inservibles y el hecho de tener uno propio no fuera una cursilada, Diez cosas que no se pueden decir en España podría ser perfectamente el de Libertad Digital, pues compendia los principios básicos sobre los que se asienta su proyecto intelectual.

El periódico online nació en el primer año del presente milenio; después vendría la televisión digital y, finalmente, la exitosa emisora de radio que ha pulverizado los récords de rapidez a la hora de echar a andar: sólo pasaron tres meses desde que Federico Jiménez Losantos anunció, en la Junta de Accionistas de la Casa y con la audacia propia de un indígena de la serranía turolense, que empezaría a emitir "el 7 [de septiembre] a las 7 [de la mañana]".

Como escribe el director general del grupo en la introducción, Libertad Digital se creó "para que se hablara más de ciertas cosas que incomodaban a la mayor parte de los medios de entonces". La tarea no sólo no ha terminado, sino que sigue acumulándose día tras día, porque los grandes medios no tienen previsto tratar asuntos de fondo con la gallardía y la penetración que una audiencia formada exige. Conscientes de que sus audiencias prefieren el habitual material de derribo que se les ofrece, los acorazados mediáticos dan por sentados hechos que no sucedieron como los cuentan, ideas de moda que no resisten el menor análisis serio, verdades oficiales que nadie medianamente cultivado puede admitir sin reparos y una cosmovisión desleída capaz de explicar todos los procesos de maneras horriblemente simplonas, todo ello dentro del aséptico envoltorio de lo políticamente correcto.

Libertad Digital tuvo desde el principio como ejes de su labor –de nuevo Javier Rubio– "la defensa de las instituciones y la desconfianza hacia los políticos", valores que en la sana doctrina liberal han informado siempre las ideas filosóficas que sustentan esta cosmovisión, ajena a las ideologías. No es de extrañar, por tanto, que el Grupo LD sea uno de los pocos lugares, tal vez el único, en que poner en crisis las afirmaciones comúnmente aceptadas no sólo sea un derecho, sino el principal deber y una seña de identidad esencial.

En este libro, editado por Ciudadela, se recogen diez asuntos que son también diez argumentos para definir la esencia de un grupo de comunicación que nació para que los liberales españoles abandonaran su orfandad y las personas sensatas de todo el arco ideológico comenzaran a abrir los ojos. El 23-F, un "golpe de timón" institucional que derivó en la astracanada mayúscula protagonizada por Tejero en el Hemiciclo, o el 11-M, por seguir con las siglas de otra fecha trascendental para nuestra Historia, son dos de esas cosas sobre las que, hasta ahora, no se podía hablar si no era para reiterar las tesis propagadas por el poder y aceptadas sin rechistar por los medios más o menos generalistas. Pero junto a estos dos capítulos, que resumen desbrozándolos los dos episodios más oscuros de nuestra democracia –y, en el caso del 11-M, con mucho recorrido judicial todavía por delante–, el lector encontrará la demolición de unos mitos fabricados por la izquierda para mantener su hegemonía cultural, social y política, que los medios convencionales jamás han tenido la gallardía de analizar en profundidad. Desde el expolio de las subvenciones a la impostura gravosa del llamado "calentamiento global", el libro recoge las principales construcciones sociológicas fabricadas por la izquierda –con la colaboración de una parte de la derecha, siempre proclive al suicidio político–, enfrentándolas con la realidad de sus resultados, que es, en última instancia, la única prueba fiable para conocer la validez o capacidad dañina de una idea determinada.

La "sacrosanta Transición", tan elogiada como nefasta, vistas sus consecuencias –que ahora se perciben en todos los órdenes–, o la revisión de la historiografía marxista, que hizo de la II República otro mito insostenible, a tenor de lo que la propia izquierda hizo realmente mientras ese régimen existió, son otros dos capítulos que merecen especial atención por su rigor intelectual y por partir de enfoques tan sugestivos como prácticamente inéditos fuera del círculo de autores arracimados en torno a Libertad Digital.

Hay más de diez asuntos sobre los que no se puede hablar en España, como es bien sabido; pero como nuestro grupo de comunicación no tiene previsto menguar sino todo lo contrario, los más indolentes sólo tienen que esperar al final de esta década para adquirir el que seguramente será el segundo volumen de esta serie. Los demás, los millones de españoles que comparten los valores que defiende Libertad Digital, pueden visitar sus páginas web o sintonizar sus canales de radio y televisión. Con el número creciente de posibilidades de acceso tecnológico, cada vez les resultará más difícil poner una excusa para no enterarse de esas cosas que no se pueden decir en España pero que no dejan de decirse en Libertad Digital.

Libertad Digital y Es Radio, Diez cosas que no se pueden decir en España, Ciudadela, Madrid, 2010, 216 páginas.

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