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LA NEFASTA RSC

Socialismo empresarial

Las empresas siguen estando en el ojo del huracán. Si no se pliegan a las prácticas de la “responsabilidad social corporativa” son tachadas de insolidarias e irrespetuosas con el medioambiente. ¿No estaremos ante un nuevo ataque a la libertad de empresa?

Las empresas siguen estando en el ojo del huracán. Si no se pliegan a las prácticas de la “responsabilidad social corporativa” son tachadas de insolidarias e irrespetuosas con el medioambiente. ¿No estaremos ante un nuevo ataque a la libertad de empresa?
Logo de THE BODY SHOP, empresa de referencia para muchos progres.
A juicio del comité de "sabios" (sic) del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, la Responsabilidad Social Corporativa de las empresas pasa, además de por el "cumplimiento estricto de las obligaciones legales vigentes", por la "integración voluntaria, en su gobierno y gestión, en su estrategia, políticas y procedimientos, de las preocupaciones sociales laborales, medio ambientales y de respeto a los derechos humanos, que surgen de la relación y el diálogo transparentes con sus grupos de interés, responsabilizándose así de las consecuencias y los impactos que se derivan de sus acciones".
 
Aunque no lo parezca, se trata de nacionalizar las empresas haciendo que éstas asuman como propias una serie de obligaciones claramente socialistas. Como se puede apreciar en la definición anterior, entre los fines propios de la empresa se incluyen otros que chocan claramente con los principios rectores de una corporación.
 
Cuando la RSC se puso de moda en los Estados Unidos, fueron empresarios como Carnegie quienes propusieron que las compañías dedicaran buena parte de sus esfuerzos a promover el interés general. Creyeron que la hostilidad de la izquierda se reduciría notablemente. El tiempo ha dado la razón a los escépticos, que vieron cómo los socialistas, encantados con el regalo que les habían dado los ricos, tomaron el testigo y promulgaron la buena nueva: la empresa tiene que devolver a la sociedad los beneficios que ésta le brinda.
 
La RSC no es muy distinta de las ideas que impregnan preceptos constitucionales como el que reza que la propiedad tiene un fin social. Si no sirve para los objetivos individuales del propietario, el verdadero titular de los bienes es la sociedad. Como la sociedad es un ente que nadie ha visto ni verá jamás, entonces será el Estado quien decida los usos más beneficiosos para el colectivo. En suma, nacionaliza de facto la propiedad. Pues esto mismo está sucediendo con las empresas.
 
El objetivo de una empresa, por mucho que les pese a los detractores del libre mercado, debe ser maximizar el valor de las acciones, para retribuir a los accionistas que han facilitado el capital. Para ello, los directivos deben mostrar virtudes como la integridad, la competencia, la eficiencia, la inteligencia y, sobre todo, la prudencia. Sin ellas, una empresa no puede seguir liderando el mercado.
 
Asimismo, la empresa debe invertir en capital humano, haciendo que los trabajadores se sientan parte de ella. De lo contrario, la savia que la mueve, la mente humana, se marchitará. Las firmas más exitosas son aquellas que consiguen que su personal adquiera acciones de la casa y sean partícipes directos en el reparto de los beneficios.
 
Desgraciadamente, la "socialización" que promueven programas de RSC como el de Naciones Unidas (Global Compact) están dando sus frutos. Cada día las empresas se parecen más a una ONG; por eso los accionistas comienzan a apreciar que no se está retribuyendo su ahorro. Muchos, de hecho, buscan otras compañías que les ofrezcan más rentabilidad.
 
De todos modos, no nos engañemos: las firmas que se vuelcan en las obras sociales lo hacen para obtener deducciones fiscales o porque creen que así captarán más clientes "concienciados". Cuando alguien observa el comportamiento de Body Shop, que basa su estrategia de marketing en los "principios socialistas", como el "comercio justo" y el ecologismo, no halla más que excelentes resultados. En 2002 esta compañía arrojaba un beneficio de más de 26 millones de libras esterlinas. Tales ganancias no impiden a su fundadora, Anita Roddick, atacar a Coca-Cola por "buscar su propio beneficio". ¡Qué cinismo!
 
No debemos olvidar que el motor del progreso es la búsqueda del lucro. Cuando usted trabaja, lo hace para vivir mejor. Cuando dedica buena parte de su vida a formarse, aspira a mejorar su nivel de ingresos. ¿Por qué una empresa no va a querer ganar más dinero si con ello puede seguir expandiéndose, pagando más a sus empleados y a sus accionistas y aumentando el bienestar de todos?
 
Como señalaba uno de los protagonistas de La rebelión de Atlas: "Corre por tu vida, lejos de un hombre que te diga que el dinero es maligno. Esa frase es el anuncio de un saqueador aproximándose. En tanto los hombres vivan juntos en la Tierra y necesiten medios para negociar entre sí, el único sustituto –si abandonan el dinero– es el cañón de una pistola".
 
Hoy en día, la libre empresa es el enemigo número uno del planeta. Quizá sea éste el motivo por el que los anticapitalistas tratan de conseguir que el RSC sea el virus que acabe con el capitalismo. Por ahora, van ganando; aunque, mientras el hombre busque su propia felicidad y no acepte comulgar con ruedas de molino, siempre habrá empresarios que no se sometan al yugo de la esclavitud progresista.
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