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DRAGONES Y MAZMORRAS

Socialismo también es belleza

En los primeros años del castrismo, a la revista Granma no se le ocurrió nada mejor, para competir con el capitalismo, que organizar su propio concurso de belleza femenina. La morenez de las premiadas contrastaba con el rutilante blando del armiño de los poderosos que ceñía sus proletarios escotes.

Como saben, estoy leyendo con fruición la autobiografía de Aurore Dupin, alias George Sand. He superado ya el primer tomo, donde he podido comprobar que lo que conocemos políticamente como "la izquierda" empezó, sin duda, con la Revolución francesa. Este sangriento episodio de la historia, cuya ferocidad y crueldad superaron con creces las injusticias que pretendían zanjar, fue tan traumático que, para que las generaciones inmediatas pudieran digerirlo, les debió crear una especie de esquizofrenia (o un doble pensar, que diría Orwell) que caracteriza desde entonces, y para siempre, a la izquierda. La señora Sand, mientras califica de espantosos los sucesos que presenciaron y padecieron su abuela y sus padres, no duda en explicar esas atrocidades como una especie de tributo que la humanidad tiene que pagar por la aplicación de una idea, considerada buena a priori, como es la de "libertad, igualdad y fraternidad". Por ejemplo, para esta escritora, Robespierre además de un héroe, sería una especie de dedo ciego del destino y achaca los horrores y errores de la Revolución a que los revolucionarios eran unos primerizos en eso de aplicar la Gran Idea y no había que tomárselo a mal, pues lo hacían con buena voluntad y con la loable intención de defender esos sagrados principios. Mal estaba que lo hicieran a horca y cuchillo pero ella estaba segura –y es un deseo que formula– que sus métodos serían perfeccionados por la historia. Y desde luego que lo fueron, primero por Napoleón, el gran precursor de todos los horrores del totalitarismo (vid, la biografía de este gran hombre, de Paul Johnson) y después por el comunismo y sus gulags, por el nacional-socialismo hitleriano y sus campos de exterminio, y más recientemente, por las matanzas de Pol-Pot y por el castrismo. En definitiva, todos ellos tenían una Idea para salvar y enderezar a la Humanidad, aunque para ello tuvieran que sacrificar a la mayor parte.
 
Bueno, pues en otro registro, estaba yo enfrascada en los jugosos comentarios de la Sand sobre la vestimenta femenina (ya conocen su preferencia por la austeridad masculina) cuando me estalla en la cara la foto-bomba de las ocho ministras pijas socialistas, que ha dilatado un poco más la ya ancha puerta a la esperanza. Los clásicos decían que los dioses ciegan a quienes quieren perder y tal debe ser su designio para el PSOE pues desde que volvieron al gobierno de aquella manera no han dejado de comportarse como verdaderos orates. No sé lo que le pasa a la gente de izquierdas con el dinero, pero a la luz de cómo lo buscan y disfrutan, es evidente que les gusta más que comer con los dedos. Cuando Boyer distribuyó el botín de Rumasa, las progres, hambrientas de trapos, se lanzaron como posesas sobre Loewe y llenaron de cenefas y lacitos sus casas, como dictaba el País de colorines, mientras relegaban los posters del Che Guevara y la reproducción del Guernica al cuarto de los niños, o al de baño. El caso es que fue una socialista, Cuca Solana, quien inventó lo de la "pasarela Cibeles", lo que tal vez explique la tendencia a la ropa de diseño y al pijerío de las feministas rabiosas del nuevo gobierno. Estas "bellas" señoronas de izquierdas (el equivalente a la famosa "derechona"), en vez de reposar con oriental languidez en suntuosos sofás cubiertos de pieles, a la puerta de la Moncloa, deberían estar dentro, dando el callo. Tanto burlarse de las rubias del PP, tanto decir que si eran unas barbies, pero, por contraste y menos el número, las han convertido en las "vírgenes prudentes" de la parábola (San Mateo, 25). Ellas tampoco son diez, pero representan a la perfección el papel de las "vírgenes necias". Por muchas cosas, por mentirosas, por apresuradas, por vanidosas y porque a ellas también las esperaba, agazapado entre bastidores, "el novio", su promotor, su cómplice.
 
En los primeros años del castrismo, a la revista Granma no se le ocurrió nada mejor, para competir con el capitalismo, que organizar su propio concurso de belleza femenina. La morenez de las premiadas contrastaba con el rutilante blando del armiño de los poderosos que ceñía sus proletarios escotes. Ahora, la lujosa revista Vogue, podía perfectamente haber calcado el pie de aquella rudimentaria foto comunista: "Socialismo también es belleza". Y aplaudiéndolas están Fidel, José Luis, la Idea, el Novio.
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