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GUERRA CONTRA EL TERROR

Sr. y Sra. Terrorista Suicida

Sajida Mubarak Atrous al Rishaui, hermana del lugarteniente de Zarqaui y parte femenina del matrimonio de terroristas suicidas que perpetró la reciente matanza de Ammán, está bajo custodia en Jordania.

Sajida Mubarak Atrous al Rishaui, hermana del lugarteniente de Zarqaui y parte femenina del matrimonio de terroristas suicidas que perpetró la reciente matanza de Ammán, está bajo custodia en Jordania.
La terrorista Sajida Mubarak Atrous al Rishaui.
Lo que iba a ser su último acto –volar por los aires una boda musulmana– representa un claro desprecio a la esperanza y los vínculos humanos. Sajida se ha convertido en la última de un largo linaje de terroristas que conciben todo lo sagrado como otro objetivo criminal.
 
Es importante comprender que, al librar una guerra contra el terror, no sólo estamos emprendiendo una guerra entre dos mundos distintos, sino entre las fuerzas de la vida (eros) y la muerte (thanatos). Todo lo que nos es querido, tanto instintivamente como a través de la formación religiosa y social, se ha convertido en objetivo específico de los yihadistas.
 
Hasta el concepto de maternidad está siendo sometido a ataque. Por ejemplo, en septiembre, en Tal Afar (Irak), una mujer era fotografiada mientras cogía de la mano a una niña de tres años. Poco después, cuando se convirtió en terrorista suicida, se hacía saltar por los aires y asesinaba a varias personas. Sería difícil encontrar una ilustración más clara del desprecio que albergan los terroristas hacia la inclinación natural, especialmente entre las mujeres, de proteger a un niño pequeño. Ese desprecio es compartido por los terroristas varones. Algunos de ellos se sitúan a propósito cerca de madres con niños pequeños antes de hacer detonar sus explosivos.
 
Si este desprecio es consciente o no, es algo que está más allá de la cuestión. Al emerger de culturas que desprecian a las mujeres, que ubican la vergüenza en los genitales femeninos y en las que se golpea habitualmente a mujeres y niñas, a las que se hace también víctimas de crímenes de honor, estos traficantes de muerte se mofan de los valores de la fuerza de la vida y del principio femenino. Su odio puede incluir la maternidad, así como la socialización de los hombres, destinada a que sirvan como protectores de mujeres y niños.
 
Jordania lleva tiempo intentando afrontar las matanzas de honor. Quizá por eso el rey Abdalá pudo condenar a aquellos yihadistas como "dementes". Pero esto rara vez es la norma en Oriente Medio. En las culturas que han normalizado, en lugar de criminalizarlos, esos hechos no existe tal denuncia o concepto de salud mental. Teniendo en cuenta el nivel de abuso de mujeres y niños en numerosas sociedades musulmanas, que se ha intensificado aún más con el Islam radical, pocos individuos pueden dotase de un fuerte sentido de sí mismos. Jordania, al menos, está progresando.
 
Aun así, el país no es inmune a las aflicciones de Oriente Medio. La tendencia a culpar a otros –a Israel, a los judíos, a América– campa por sus respetos. De ahí que tantos jordanos hayan sugerido que Israel o los judíos están detrás del atentado contra tres hoteles de la capital. Dicen que no pueden creer que un musulmán haga esto a otros musulmanes. Los funcionarios jordanos, mientras tanto, no vacilaron en señalar como autores materiales a terroristas de Al Qaeda.
 
La resuelta respuesta de Jordania a los ataques es solamente el último golpe asestado a la suerte de los terroristas. Mientras las barbaridades cometidas en nombre del Islam se hacen innegables (haremos referencia en este punto al elevado número de muertos debido a la "insurgencia" de Irak, al Irán de Jomeini, a los talibanes de Afganistán; a los registrados en las denominadas "guerras civiles" de Argelia y, hoy, en el Darfur bajo dominio árabe-musulmán), Zarqaui y sus acólitos se arrojan a la desesperación criminal. Al reducirlos a despojos sanguinolentos, pierden los cuerpos y almas del mundo musulmán.
 
Lo más preocupante es que las explosiones de Jordania permiten presagiar un giro en los matrimonios mártires: el mártir puede ser todavía más glorificado si él o ella quiebra matrimonios, interrumpe embarazos o asesina niños pequeños porque desea extinguir la vida humana. Como han demostrado tan espantosamente los recientes ataques en Jordania, ése ha sido siempre, y continúa siendo, su objetivo.
 
 
Phyllis Chesler, psiquiatra y autora de trece libros, entre los que se cuenta el recientemente publicado The death of feminism. What's next in the struggle for women's freedom, donde aborda, entre otros asuntos, el apartheid islámico de sexos y la psicología de las mujeres árabes, musulmanas y de Oriente Medio.
 
Nancy Kobrin, profesora de Psicoanálisis de la Universidad de Haifa, ha escrito el libro, de próxima aparición, The sheikh's new clothes: Islamic suicide terror and what it's really all about.
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