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Moore for president. We like Mike!

Que las obras de Michael Moore son muy personales es obvio para quien las haya catado. Ahora, ninguna como Michael Moore for President, que es el título que Temas de Hoy ha escogido para Mike's Election Guide, este pobre cuaderno de notas. Si aquí Michael Moore es más Michael Moore que nunca, ¿será también más malo? Efectivamente. Como dijo Mario Noya en su "impagable" programa LD Libros, Michael Moore for President es un candidato ideal para practicar el esforzado arte de hablar de un libro sin haberlo leído. Sabemos, por Bowling for Columbine, Farenheit 911, Sicko y demás morralla mooreana, que en este libro la mentira y la manipulación lucharán bravamente por imponerse la una a la otra, que su autor despreciará abiertamente al lector y que todo el texto –lamentablemente, lo hemos leído– tendrá la misma calidad que los de los estudiantes de la LOE y estará transido de un odio inagotable.

La editorial debió quedarse con el título original, pues responde más al contenido. Y es que estas páginas son, efectivamente, una guía electoral para el candidato demócrata en las presidenciales del pasado noviembre, Barack Obama. Es notorio que Moore no ha conseguido su objetivo. Este fracaso es señal de que su momento ha pasado y de que ha perdido el último tren. Ya no le salvará ni la crisis económica que asola su país –ocasión ideal para volver a criticarlo–, que será la materia de su próxima obra de ficción. Moore, señores, está acabado.

Si a estas alturas alguien piensa que no leo los periódicos y no me he enterado de que Barack H. Obama sustituirá a George W. Bush en la Presidencia de los Estados Unidos, es que no me ha entendido, o que no he conseguido hacerme entender. El objetivo de esta guía no era la victoria del demócrata, sino la postulación de Michael Moore como el verdadero instrumento del cambio del elefante por el burro.

Pero vayamos de una vez al contenido: 190 páginas, incluyendo lo que Moore llama, sin empacho, "notas y fuentes", parecen pocas para un cambio de la magnitud de la llegada de "H." a la Casa Blanca. Cada frase tendría que estar esculpida en mármol. Uno esperaba un recital de apotegmas, pero lo que nos encontramos son sentencias como "Los canadienses sienten muy pocos deseos de usar la violencia contra sus semejantes" o "Los demócratas son unos maestros en cagarla".

Ésta es, precisamente, su principal tesis. Los republicanos incurrirán en todos los vicios y crímenes, pero al menos tienen una virtud, que explica que hayan ocupado la Presidencia en 20 de los últimos 28 años. Y es que dominan a la perfección el arte de la propaganda, mientras que los demócratas "no es sólo que la caguen, es que la cagan sobre todo cuando el electorado está deseando a toda costa regalarles la victoria". Ya eran así en tiempos de Nixon, los desdichados.

¿Quién tiene la culpa? "Ja, ja, ja, no nos engañemos. ¿Cuántos demócratas hacen falta para perder las elecciones más chupadas de la historia de los Estados Unidos? No muchos. Basta con que un puñadito de asesores cercanos a Barack Obama se encarguen de decirle una sarta de chorradas y que él termine escuchándolos en lugar de a su propio corazón", prístino e inmaculado. Son esos "mediocres del partido", esa "expertocracia", los que llevarían a la inexorable victoria de McCain. Siempre que Obama no optara por hacer de Michael Moore su Karl Rove.

Moore tenía una estrategia, que expone en estas páginas recurriendo, el muy listillo, a la perifrástica: "Cómo elegir a John McCain". En fin, entre sus consejos se cuentan el seguir reconociendo en el republicano un héroe de guerra, el elegir a Joe Biden –¡tan blanco!– de número dos, el olvidarse de las mujeres, el evitar el insulto al adversario... y el ignorar al gurú en jefe. Lo dice sin ambages: "Barack, si se distancia usted de mi apoyo, quizá esté propiciando la victoria de McCain". La humildad no ha llamado a su puerta. Ni ella ni Barack H. Obama, que le ha evitado. Moore le advierte en el libro de que John Kerry hizo lo mismo... y así le fue.

Aprovecho la ocasión que me brinda este intelectual, luz de la progresía española –para eso ha quedado–, para advertir de que a nadie debe extrañar que McCain perdiera las elecciones. Me podría haber consultado, que yo le habría dado unos cuantos consejos, indicado el camino, librado de esa caterva de expertuelos dispuestos a llevarle al abismo y colocado en la Casa Blanca. Ah, pero no quiso escucharme. Así le fue.

Moore, que confía plenamente en su capacidad de análisis, y que secretamente temía que hubiera una posibilidad, acaso remota, de que Obama llegara al poder sin su concurso, se postula directamente como su jefe de gabinete o como consejero áulico. Y es entonces cuando nos muestra su faceta de adolescente a la vez descreído e iluminado. Así, le propone diez medidas para los diez primeros días de su mandato que van desde la socialización de la cadena de pago HBO y la prohibición de la publicidad en los cines hasta la persecución de quien pretenda "lucrarse" con la sanidad.

Son propuestas de altos vuelos, sí; pero las tiene aún mejores, como "prohibir el jarabe de maíz con alto contenido en fructosa", ese maldito producto, barato y efectivo a la hora de hacer más dulces los alimentos, presente en casi cualquier cosa comestible y que hincha los cuerpos y las papadas de los más bellos espíritus. Si ven en el cine a un hombre que desborda la pantalla, sepan que la culpa no es de él, sino de la industria de la alimentación, a la que no le importa lucrarse a costa de las lorzas del pueblo americano; y de los republicanos, por supuesto. ¿Saben qué presidente autorizó el uso de ese componente? Richard Nixon. ¿Una casualidad? De eso nada: Mike Moore no cree en las casualidades. Otros somos mucho más ingenuos. También me parece notable que proponga la vuelta al reclutamiento obligatorio, pero sólo de los hijos de los ricos, y la busca de petróleo en tierras de Alá, para que los muslimes, en vez de odiarlos, amen a los americanos y sean un poco menos terroristas.

Leído lo leído, ¿cómo es posible que el equipo de Obama haya pasado olímpicamente de nuestro orondo personaje?

Está visto que al lector no descerebrado no le faltarán ocasiones para el divertimento. Aquí va otro ejemplo: cuando propone que se cambie la ley para que Bush salga de la Casa Blanca esposado, MM escribe: "No digo todas estas cosas por deseo de venganza ni porque albergue en mi corazón ni un gramo de rencor contra George W. Bush". Y otro más: su propuesta de que se fuerce al personal a dedicar, cada día laborable, "una hora al ejercicio físico y [al] entrenamiento con armas de fuego", ¿la ha escrito el Michael Moore atleta o el Michael Moore afiliado a la Asociación Nacional del Rifle?

Al final del libro, MM ofrece sus propias frases ya sacadas de contexto para que quienes no le tienen aprecio no tengan que esforzarse. Se creerá que es necesario hacerlo, el infeliz.

Michael Moore, Michael Moore for President, Temas de Hoy, Madrid, 2008, 200 páginas.

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