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ENTREVISTA CON PÍO MOA

“Una parte considerable de la izquierda está convencida de que sólo hay democracia si mandan ellos”

De hablar pausado y tranquilo, Pío Moa es hoy el historiador más polémico de España. Uno de sus libros, Los Mitos de la Guerra Civil, es un éxito de ventas. Lleva más de 30 ediciones en poco más de un año, casi a dos por mes. La editorial Áltera acaba de sacar al mercado su último título, 1934, comienza la guerra civil, que, para no defraudar la expectación creada, se ha agotado en todas las librerías en una semana. Libertad Digital tiene el privilegio de contar con él como colaborador desde sus primeros números. Hemos hablado en la que fue su casa durante mucho tiempo, el Ateneo de Madrid. Allí, en uno de los salones que fueron un día la antesala del Parlamento, Pío Moa ha repasado con nosotros su vida, su obra y su visión de la política actual.

De hablar pausado y tranquilo, Pío Moa es hoy el historiador más polémico de España. Uno de sus libros, Los Mitos de la Guerra Civil, es un éxito de ventas. Lleva más de 30 ediciones en poco más de un año, casi a dos por mes. La editorial Áltera acaba de sacar al mercado su último título, 1934, comienza la guerra civil, que, para no defraudar la expectación creada, se ha agotado en todas las librerías en una semana. Libertad Digital tiene el privilegio de contar con él como colaborador desde sus primeros números. Hemos hablado en la que fue su casa durante mucho tiempo, el Ateneo de Madrid. Allí, en uno de los salones que fueron un día la antesala del Parlamento, Pío Moa ha repasado con nosotros su vida, su obra y su visión de la política actual.
¿En qué ambiente se crió? ¿Era la suya una familia politizada?
 
No, no estaba politizada, era de clase media baja cuando yo era pequeño, después mi padre prosperó en la caja de ahorros y nunca estuvo muy politizado. Mi padre era un poco galleguista, un poco demócrata, pero sin mayor trascendencia. Era de origen campesino, estudió con mucho esfuerzo en tres años la carrera de perito y entró en la caja de ahorros en un puesto bajo. Éramos cinco hermanos y vivíamos en una casa muy pequeña, un niño eso no lo ve, pero volví a ver la casa antes de que la tiraran y me pregunté, ¿cómo podíamos caber ahí todos?
 
¿Cuándo empezó a interesarse por la política?
 
Por la política desde muy pronto porque mi padre, aunque no tenía unas ideas demasiado definidas, compraba la revista Mundo, que era una revista de política internacional y economía. La leía desde muy pequeño y, aunque la mitad de ella no la entendía, eso me aficionó mucho a la política en general.
 
Antes de hacerse comunista militante, creo que tuvo una juventud muy viajera...
 
Antes de venir a Madrid a estudiar estuve dos años recorriendo Europa, me fui en autostop hasta Suecia, quería llegar hasta Leningrado, tenía curiosidad por ver Rusia porque claro, Rusia era un misterio aquí en España. En Gotemburgo se me acabó el dinero y volví a Copenhague donde me especialicé en pintar la Sirenita para los turistas. Esa actividad me dio de comer durante mucho tiempo en varias ciudades, en Hamburgo, en Ostende, en Lisboa.... Nunca fui un gran pintor pero la Sirenita me salía bastante bien. Estuve también trabajando en fábricas, en el campo. En una fábrica de azúcar de Lincolnshire, en Inglaterra, es donde creí ver eso de la explotación del hombre por el hombre. Decidí embarcarme en un arrastrero de esos que iban a Islandia pero no fue posible y me marché a Holanda, como llegué sin dinero me reexpidieron a Inglaterra y la experiencia me convenció de que estaba perdiendo el tiempo y regresé a España a estudiar una carrera.
 
¿Qué le llevó a ingresar en la OMLE, la Organización de Marxistas Leninistas Españoles, germen del GRAPO?
 
A mi vuelta a España me decidí por estudiar periodismo porque era una carrera corta, eran tres años entonces. Hice la carrera malamente, fui delegado de la Escuela y allí empecé a armar todo el follón que podía, ingresé en el PCE y a través de un conocido entré a vivir en un piso compartido con dos comunistas que habían llegado de París para difundir una organización marxista muy crítica con el carrillismo. Con ellos me persuadí de la idea de que Carrillo era un revisionista y de que el Partido había que reconstruirlo. Fue una casualidad, porque, en una ciudad tan grande como Madrid ir a vivir en el mismo piso de los dos únicos miembros que por entonces tenía la OMLE es algo realmente caprichoso.
 
Después de su experiencia en la OMLE-GRAPO, que fue traumática, ¿cómo se reinventó a sí mismo?
 
La vida muchas veces se nos escapa de nuestras decisiones, la casualidad influye mucho, y lo que hice fue revisar a fondo las ideas que había profesado durante más de una década. Mientras estás dentro, todo es distinto. Por ejemplo, me daba cuenta de que mentíamos mucho, pero, claro, pensaba, lo hacíamos por una buena causa, para movilizar a las masas, para llegar a una sociedad como era debido. Tuve la enorme suerte de que me echaran del GRAPO, otra casualidad, porque yo no pensaba distinto de ellos y sin embargo me echaron. Para mi ha sido la suerte mayor de mi vida, porque de seguir allí quién sabe lo que sería de mi a estas alturas. Me enfadó mucho que me echaran y me puse a revisar las teorías en las que había creído a pies juntillas. Eso me llevó a volver sobre cuestiones como la teoría de los tres mundos, una teoría de los chinos, hasta lo de la plusvalía y la tasa de ganancia. Y me di cuenta de que aquello no podía funcionar, no es que hubiera errores dentro de una línea correcta sino que la línea en si misma era errónea. Fue no obstante un proceso muy lento y no una caída del caballo como muchos dicen. Al final sentí una liberación.
 
¿Cuál es el mayor error intelectual de su vida?
 
El marxismo indudablemente. El marxismo tiene una virtud, parece dar una explicación a todo y, como explica Schumpeter es una cosa muy ampliamente comprensiva. No es simple economía, no es simple filosofía, no es simple sociología... es un conjunto de todo ello que parece que, aunque falle una cosa, se sostienen las otras. Por esta razón creo que ha atraído a tantísima gente durante tantos años.
 
¿Cómo empezó a interesarse por la historia?
 
En principio era una afición muy vaga. En el Ateneo intenté montar muchas cosas, incluso una asociación hispano-irlandesa que funcionó muy bien y que hundió la Junta de Gobierno del Ateneo, pero ninguna prosperaba. Al salir del Ateneo, ya en los años noventa, empecé a interesarme seriamente. Mi mujer fue decisiva porque esto del Ateneo no iba a ninguna parte, era una pelea continua, querellas, juzgados.... Aquí, en el Ateneo de Madrid, es donde me di cuenta de lo importante que es la ley...si la ley falla aquí me asesinaban. Una vez fuera me puse a investigar sobre la guerra civil, mayormente para aprovechar el 60 aniversario de su comienzo en 1996. Mi idea era hacer un trabajo sobre la batalla de Madrid y me di cuenta que muchas no se explicaban bien sin lo del 34. Yo tenía la idea general que hay sobre la guerra y mi idea era puramente utilitaria, hacer un buen reportaje sobre la guerra y procurar venderlo. Pensé entonces en hacer un capítulo introductorio sobre el 34 y ahí, realizando la investigación en la Fundación Pablo Iglesias y en la prensa de la época me percaté que eso no había sido lo que nos habían contado. Y de ahí salió el libro, ya ve, por otra casualidad de la vida.
 
Dicen que su obra es un refrito de autores franquistas como Salas Larrazábal o Martínez Bande....
 
Las conclusiones que uno extrae de los documentos socialistas refrendan en gran parte lo que decían Martínez Bande o Salas Larrazábal, lo cual demuestra que es cierto, que lo que yo digo es cierto. Y más teniendo en cuenta que abordando la guerra desde un punto de vista opuesto al de Salas Larrazábal o Martínez Bande, que es el que yo he utilizado, se llega conclusiones parecidas.
 
¿De cuál de sus obras se siente más orgulloso?
 
La principal es Los orígenes de la Guerra Civil, esa es la clave de todas las demás. Ahí está condensado lo que pasó. La izquierda destruyó la legalidad republicana que la misma izquierda había elaborado e impuesto. La derecha defendió la legalidad republicana a pesar de que no le gustaba. En el 36 vuelve al poder la izquierda y crea un proceso revolucionario.
 
¿Qué cree que ha aportado al debate historiográfico?
 
Creo que, entre otras cosas, he aportado la demostración de que la Guerra Civil empezó en el 34 por decisión de la izquierda. La idea está expuesta en Brennan y en otros, pero su demostración documental nadie lo había hecho. Creo que conseguido demostrar el segundo golpe de Azaña o, desde el punto de vista del método, la exposición de la historia a través del contraste entre las memorias de los personajes. Es, este último, en mi opinión, un método extremadamente fructífero
 
¿Alguna de sus principales tesis ha sido refutada seriamente?
 
No. Como dice Stanley Payne, ni siquiera lo han intentado. En cinco años, ni siquiera han intentado refutar seriamente una sola de mis tesis. Se han quedado en el ataque personal, que si el pasado etc. Stanley Payne lo ha explicado tan bien que pone en evidencia a la universidad, y cuando hablo de la universidad no me refiero sólo a los mandarines estos de izquierda, sino a los demás, que no han sido capaces de plantarse. Es una desvergüenza asombrosa.
 
Ideológicamente, ¿dónde se sitúa?
 
No lo sé muy bien, creo que, sin entrar en demasiadas precisiones, soy más bien liberal-conservador.
 
¿Estás trabajando en algún libro actualmente?
 
Este mismo mes de noviembre aparece uno sobre los nacionalismos. Se titula Una historia chocante, los nacionalismos vasco y catalán en el siglo XX, y lo publica la editorial Encuentro. Tengo pensado otro libro sobre los años 40.
 
Después de tratar a fondo la República y la Guerra Civil, ¿para cuándo el franquismo?
 
No pienso tratar el franquismo, es más, pienso dejar la historia en general a partir de este libro sobre los años 40. Los años 40 es la época que siempre se ha presentado como la más negra y horrible del franquismo. Me parece que son los años más interesantes y que, clarificando eso, se clarifica todo lo demás.
 
¿Se ha mentido mucho sobre el franquismo?
 
Mucho, empezando por el supuesto antifranquismo, porque casi todos los antifranquistas son de después de la muerte de Franco. Sin ir más lejos, el mismo Juan Luis Cebrián, que es un hombre que prosperó durante el régimen porque su padre era falangista, que tuvo cargos importantes en el aparato de propaganda del régimen y que ahora es el antifranquista más furibundo que hay.
 
...o el propio Maragall, que trabajó con Porcioles, el alcalde franquista de Barcelona
 
Otro más, gente como esta, no sólo no hizo nada contra el franquismo sino que fueron colaboradores del mismo, gente del régimen en definitiva. Me parece muy bien que hayan cambiado, todo el mundo puede cambiar pero es que no lo han explicado. A mí a veces me dicen; usted ha cambiado mucho, sí, es cierto, pero yo he explicado mi cambio y he explicado por qué he cambiado. Esta gente, sin embargo, no ha explicado nada. Estaban con el poder entonces y están con el poder ahora.
 
Este año se cumplen 70 años del inicio de la Guerra Civil, ¿hasta qué punto es diferente la España de hoy de la España de entonces?
 
Sociológica y económicamente es muy distinta, pero hay una serie de elementos que persisten de manera extraña, porque la tendencia guerracivilista de la izquierda persiste en gran medida. No se debe olvidar que el antifranquismo tiene una historia muy miserable, se forjó en torno al comunismo y al terrorismo de la ETA. Esta herencia lamentable, que parecía haberse contenido en la Transición con el abandono del marxismo por parte del PSOE y del leninismo por parte del PCE, resurge de nuevo con los viejos tics y los viejos resabios que no se han superado como es debido.
 
¿Le sigue siendo rentable a la izquierda en las urnas el discurso guerracivilista?
 
Desgraciadamente le es rentable, porque hay gente en la derecha que dice que no hay que librar esa batalla porque eso es el pasado. En una sociedad sana, quien recurriera a esos argumentos debería hundirse, pero vemos que no es así, lo cual demuestra por una parte, que la sociedad no es sana –como lo ha demostrado el 11-M– y por otra que es necesario clarificar el pasado, porque estamos viviendo situaciones muy peligrosas que nos llevan directamente a sucesos dramáticos que deberían estar ya más que superados.
 
¿Cómo ve al partido del Gobierno?
 
Tenemos un partido en el poder que colabora con Ben Laden, porque la retirada de Irak sólo se puede considerar una colaboración con el terrorismo islámico, y que colabora con unos señores que han estado negociando con la ETA. Si este país fuera un estado de derecho pleno, este señor, que se llama Carod Rovira, estaría encausado por colaboración con una banda terrorista. Aquí parece que la izquierda tiene derecho a hacer unas cosas que de ninguna manera se le tolerarían a la derecha, y eso no puede ser, la ley tiene que aplicarse por igual para todos.
 
Respecto al nacionalismo, ¿cree que terminará por barrer del mapa a España, hacerla desaparecer?
 
Eso depende de los españoles. No soy optimista, pero tampoco pesimista. Creo que, en definitiva, el nacionalismo es una fuerza débil, pero si se le hace frente y se va a por él. Si, en cambio, retrocedemos y le damos cada vez más fuerza y más armas, probablemente llegará un momento en que la reacción sea muy difícil.
 
¿Qué le pareció la reacción de los españoles a los atentados del 11-M?
 
El atentado del 11 de marzo no tenía por qué haber provocado la reacción popular que provocó. ¿Por qué la mitad de la población exculpa a los asesinos y le echa la culpa al Gobierno? Porque la mitad de la población se alineó con los asesinos, se alineó con los autores de la matanza, literalmente, con la excusa que les dé la gana, pero se alineó con los autores de la matanza. El terrorismo islámico ha conseguido de un solo golpe, y con sólo 191 muertos, una victoria espectacular. Ha cambiado el rumbo de la política en España.
 
¿De dónde puede provenir esa perversión?
 
Creo que se debe a la propaganda de la izquierda, es su esencia misma. Y ha calado. En un país sano eso no calaría. Me parece una situación muy preocupante.
 
La semilla del odio que nos llevó a la Guerra Civil hace 70 años, ¿sigue plantada en la conciencia de algunos sectores políticos?
 
Estaba eliminada. La reconciliación nacional es muy antigua, de los años 50. Esto que intentan ahora resucitar desapareció hace mucho tiempo. Y esto es lo preocupante, el mismo hecho de tratar de resucitar la discordia debería hundir a sus mentores y, sin embargo, no es así. Lo suyo es que, como dicen algunos sectores, no se debería librar esa batalla porque desacredita a quienes intentan librarla, pero no los desacredita, resulta que están ganando bazas y que hoy día, para un gran parte de la población, el PP, por ejemplo, es fascista, franquista y disparates por el estilo. La culpa en parte la tiene el PP por su dejación, por no querer defender la sensatez, porque, si no se clarifica el pasado, el peligro de repetirlo es grande.
 
Pero la España de hoy es muy diferente a la de 1934...
 
El hecho de que la España de ahora es sociológica, económica y culturalmente diferente no significa gran cosa, porque el problema de entonces no era, como se dice, la pobreza, era la democracia. Pobreza nunca ha sido igual a guerra civil. La España de 1900 era más pobre que la de 1936 y en 1900 no estalló guerra alguna. El problema actual sigue siendo la democracia, gran parte de la izquierda no es democrática, no acepta la alternancia, ni la igualdad ante la ley, no acepta siquiera que se le lleve la contraria. En resumen, que una parte considerable de la izquierda está convencida de que sólo hay democracia si mandan ellos. Y eso se ha visto con motivo de la guerra de Irak. Una cosa es que uno no esté de acuerdo con la guerra y otra bien distinta es que se expanda por el país una situación parecida a la de las Vascongadas, quemando sedes del PP y calificando a sus militantes y simpatizantes de asesinos. Es para preocuparse.
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