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IGLESIA Y COMUNICACIÓN

¿Por qué no pasa el mensaje?

La Iglesia es comunicación. Los medios de comunicación necesitan a Cristo. Estos podrían ser dos de los más llamativos titulares de la carta Apostólica que Juan Pablo II acaba de hacer pública sobre la comunicación y sus medios, y que tiene por título “El rápido desarrollo”.

Si por algo se caracteriza nuestra sociedad y nuestra cultura es por ser “comunicativa” e “informativa”. La comunicación es una dimensión básica del ser humano. Otra cuestión es el reduccionismo comunicativo al que nos tienen sometidos los procesos industriales de los medios: tecnológico, político y económico. Olvidamos con frecuencia que la ideología que ha permeabilizado a los medios de comunicación es la del progreso acrítico de la sociedad y en la sociedad. Un progreso que es capaz de movilizar las conciencias de los ciudadanos y de establecer un nuevo orden en la naturaleza social y en las relaciones interpersonales. Una de las más acuciantes patologías de nuestro tiempo es la apariencia de verdad, de realidad, que están creando los medios de comunicación y contra la que no existe más antídoto que la conformación de un criterio que nazca del esfuerzo y del trabajo personal. Nuestro tiempo carece de maestros, que han sido sustituidos por estrellas de la comunicación, tan fugaces como el tiempo de duración de los programas que las arropan.
 
La Iglesia, que es comunicación en la medida en que se define como comunión del hombre con Dios y de los hombres entre sí, se siente inmersa en esta nueva cultura que son, y crean, los medios de comunicación, en un permanente juicio de credibilidad, de viabilidad social de su mensaje y de su presencia. Los medios han favorecido un permanente régimen de opinión en el que se hace cada vez más difícil establecer las diferencias entre la evidencia, la certeza y la mera consideración argumentativa. La categorías clásicas del pensamiento referido a nuestra capacidad de comprender lo real, lo que nos rodea, son permanentemente puestas en entredicho por la facilidad con la que se nos presenta la apariencia de realidad social.
 
La Iglesia se encuentra sentada en el juicio público de la credibilidad social en la medida en que su legitimidad, su pertinencia, se ve sometida al plebiscito diario de la información. La autoridad, como cualidad de quien es reconocido personal y socialmente, ya no reside en ese saber comúnmente aceptado y compartido, sino en la ductilidad con que se responde a una demanda no siempre correctamente formulada. No olvidemos lo que decía el teólogo protestante Nihebur, “nada es más incomprensible que la respuesta a una pregunta que no se ha hecho”.
 
La pasada semana se ha celebrado en Madrid la Asamblea anual de responsables de comunicación y de información de las diócesis españolas. La temática de la reunión ha sido la información religiosa. La Iglesia en España ha renovado, una vez más, su voluntad de presencia social y mediática en clave de servicio. Mientras que la sociedad española hizo la transición política y mediática, en los años setenta, la Iglesia aún parece no haber hecho la transición en lo que a la información religiosa en los medios de comunicación se refiere. Nadie negará que la Iglesia ocupa un lugar destacado en la agenda temática de los medios. No se trata de que la Iglesia sea noticia sino de cómo es noticia. La ideología dominante de las culturas profesionales no es lo suficientemente permeable a la naturaleza y a la realidad de la Iglesia en España. Padecemos una sistemática deformación en el tratamiento de la información sobre la Iglesia, sus actuaciones, sus protagonistas, en la medida en que no se tiene suficientemente en cuenta que en la naturaleza de la Iglesia no está el conflicto sino la comunión. Si a este fenómeno añadimos que los denominados informadores religiosos tenemos la tentación de utilizar las noticias sobre esta institución para prescribir un modelo de Iglesia, o deslegitimar otro, en vez de ofrecer a la audiencia una panorámica lo más contrastada y verídica posible, el panorama no es nada halagüeño. La Iglesia necesita de los medios y los medios necesitan la verdad de la Iglesia y sobre la Iglesia. ¿Por qué no pasa el mensaje?
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