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MATRIMONIO HOMOSEXUAL

¿Quién redefinirá a Zapatero?

El gobierno socialista se ha empeñado en modificar la naturaleza social básica de la persona, alterando la definición de matrimonio y auspiciando los modelos alternativos de familia. Su osadía no tiene límites.

El gobierno socialista se ha empeñado en modificar la naturaleza social básica de la persona, alterando la definición de matrimonio y auspiciando los modelos alternativos de familia. Su osadía no tiene límites.
Zapatero y la sonrisa que esconde el sectarismo
Eso de que llamen matrimonio a lo que no es me suena como el título de aquella película en la que se nos preguntaba por qué llaman amor a lo que es sexo. Los prestigiosos sociólogos norteamericanos Sara MacLanhan y Gary Sandefur se preguntaron cuál sería el diseño ideal de una forma de socialización básica para garantizar la supervivencia de la especie, es decir, para que los niños tengan cubiertas sus necesidades elementales. Su respuesta fue una estructura de relaciones tan similar a la familia, con un padre y una madre, que parecía ésta. “Este sistema -escribieron-, no sólo garantizaría que los hijos tuviesen acceso al tiempo y al dinero de dos adultos, sino que también estaría previsto de un sistema de control que promovería una paternidad cualificada. El hecho de que ambos padres tengan conexión biológica con el niño aumentaría la probabilidad de que se identificasen con el hijo y deseasen sacrificarse por él”.
 
El gobierno socialista se ha empeñado en modificar la naturaleza social básica de la persona, alterando la definición de matrimonio y auspiciando los modelos alternativos de familia. Su osadía no tiene límites. Llega hasta tal punto que los obispos, por medio de su Comité Ejecutivo, han advertido, en la nota recientemente publicada –y arteramente silenciada por el think thank gubernamental– que la intención de regular civilmente el matrimonio entre homosexuales es, hasta ahora, desconocida para la Humanidad y que lidera un retroceso en el camino de civilización sin precedentes.
 
Parece como si no nada ocurriera en España; como si el auténtico programa político de José Luis Rodríguez Zapatero no sea acabar con la historia de nuestro país anclada en una tradición y en una identidad. El Gobierno se ha empeñado en redefinirlo absolutamente todo, desde lo privado hasta lo público. España ya no significa España; Constitución ya no significa Constitución; matrimonio ya no significa matrimonio. Sabíamos ya que socialista no significaba socialista, y si no que se lo pregunten a Tony Blair, pero lo que estamos empezando a dudar es que hombre signifique hombre; mujer, mujer; palabra, palabra, y libertad, libertad.
 
A la desaforada y efectista política del principio del “nosotros, los primeros en todo” –redefinir España y su articulación política, social y económica, romper con la América del norte y entregarse a la desestabilización de la América del sur, la otra España, por cierto–, hay que sumar la hipoteca del revanchismo y de la pendencia. No es verdad que el gobierno socialista esté desarrollando la política del “dos no riñen si uno no quiere”. Lo que está llevando a cabo es la política del “digan lo que digan, a mí qué más me da”. Lo importante es que los “colectivos” –no sé si las individualidades– de gays y lesbianas estén satisfechos y contribuyan a la avanzadilla social de la re-construcción de nuestra sociedad y de nuestro sistema de valores.
 
Y como no hay límites para la osadía, no sólo se configura un sistema jurídico que garantice las relaciones humanas duraderas y ciertos derechos adquiridos por la convivencia, si no que legislan, mal analogadas con el matrimonio, realidades que atentan contra la misma realidad del matrimonio. Una de las más denunciables paradojas de la reciente aprobación en el Congreso del proyecto de ley que modifica el artículo 44 del Código Civil, para que se permita el matrimonio entre personas del mismo sexo, es la utilización del Derecho para legislar sobre una realidad, consecuencia de la conducta homosexual, cuya naturaleza es mal conocida. Gelder definía la homosexualidad como pensamientos y deseos eróticos hacia una persona del mismo sexo y cualquier conducta sexual asociada. Esta definición nos dice bien poco de la naturaleza de la homosexualidad. Legislar para satisfacer el impulso, el deseo y las tendencias de un determinado grupo social, es un hecho insólito. No sólo se estaría dando carta blanca a una realidad social no definida y, por tanto, no conocida en la complejidad de sus causa, sino que, con la equiparación al matrimonio, se está alterando la naturaleza de una institución de la que, hasta que no se demuestre lo contrario, depende el hombre y la sociedad.
 
Y ya que estamos en el mundo de la sospecha, sospechemos. Imaginemos que lo que se pretende no es legalizar el matrimonio homosexual sino destruir el matrimonio heterosexual. Michale Signorile, activista homosexual, afirmaba recientemente: “La acción más subversiva que pueden emprender los gays y las lesbianas (…) es transformar por completo la noción de familia”.
 
Y yo me pregunto, ¿cuándo alguien se atreverá a redefinir al señor Zapatero?
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